martes, 11 de octubre de 2016

EL IBERO-HELENISMO EN MARIO GÓMEZ-MORÁN Y J.RAMÓN RIVERA (parte primera).


Los capítulos se desarrollan en un texto escrito en negro y se acompañan de imágenes (con un comentario explicativo en rojo). Podrán leerse completos; pero si desea hacerlo entre líneas, bastará con seguir la negrilla o las letras rojas destacadas.
EXISTE UN ÍNDICE GENERAL DE ARTÍCULOS AL QUE SE LLEGARÁ PULSANDO:
EL BLOG TIENE OTRO ANEXO QUE CONTIENE DE MODO SINTETIZADO Y EXTRAÍDO: ALFABETOS, DICCIONARIO Y NOMENCLATOR.
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SOBRE ESTAS LINEAS: Fotografía de mi padre junto a mí, tomada en los últimos años de su vida (anterior a Septiembre de 2004). Era por entonces cuando dedicaba sus horas a intentar interpretar el ibero a través del método “heleno” -considerando griego clásico la lengua de los habitantes prerromanos peninsulares-. Un sistema que yo creía el más indicado hacia 1990, cuando lo intuí como mejor fórmula para la traducción de estos textos. Aunque dos años después desistí continuar con esa idea, dejando de considerar el idioma ibérico un dialecto heleno -importado a la Península por sus primeros colonizadores, venidos desde la Jonia-. Pese a ello, mi padre creyó en mi teoría y siguió intentando descifrar los epigramas prerromanos desde el griego; algo que nos llevó a continuas discusiones, debido a que yo había abandonado este método (a los pocos meses de probarlo).
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Más de un decenio estuvo mi progenitor interpretando con este sistema los textos ibéricos; desde 1992 -cuando yo deseché la idea- y hasta que falleció en 2004. Pese a ello, las conclusiones que él obtenía -personalmente- ni me satisfacían, ni me parecían verdaderas traducciones de “mensajes” con más de dos mil años de antigüedad. Todo lo que tristemente llevaba a continuadas disputas. Cambios de impresiones en los que intentaba mostrarle como en verdad no cuadraba plenamente la morfología, ni la sintaxis; ni siquiera los hechos históricos, con aquello que concluía en sus interpretaciones. Por mucho que él pretendiera demostrar se trataba de una lengua helena que había sido “aglutinada”, o modificada al transportarse a la Península Ibérica. Pues realmente comprobé que con esa fórmula del iberohelenismo, era imposible crear una sintaxis y un diccionario de palabras; lo que a mi juicio es imprescindible para traducir y descifrar un idioma: Determinando sus voces, sus radicales y sus formas de sintaxis.
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ABAJO: Caricatura pintada por mí de Ramón J.Rivera (Ramón de Fussimanya) desde una fotografía suya en la que aparece dando clase, junto a una pizarra. Pese a que no se parece más que en las gafas, mi intención era iniciar este artículo con algo de humor porque ya no deseo más discusiones acerca del iberohelenismo (bastante tuve con las que tuve con mi progenitor a cuenta de los iberos...). El hecho cierto es que he leído con detenimiento sus extensos libros y tras haberlos analizado, volví a encontrar el mismo error que en la obra que dejó mi padre: No existiendo un diccionario o una sintaxis propia, en base a esas voces iberas. Pues sin un vocabulario razonado no podremos avanzar en la interpretación de los textos ibéricos. Y aunque tomemos la sintaxis griega como buena (algo que no me negaría a aceptar) el problema en ambos casos -el de mi padre y el de Rivera- es el mismo. Pues para el primero y para Ramón de Fussimanya, una misma palabra puede ser interpretada de múltiples formas. Al considerar que el ibérico se trata de un idioma plenamente heleno aglutinado;“cortando” así cada término, que interpretan conforme voces griegas que van “encajando”.
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Para que comprendamos lo dicho, lo explico con el siguiente ejemplo: Si encontramos escrito “TIKUI”; según esta fórmula de trabajo que usan, además de leerlo “TIKUI”, “DIKUI”, “DIJUI” ó “TIJUI” (porque el ibero no distinge “T” y “D”, ni “K” o “J” etc). También podremos interpretarlo como: “TI”+“KUI”, ó bien “TIK”+“UI”, e incluso “TIKU”+“I”. Todo lo que no se ajusta a un modo de traducción común de un idioma; pero además plantea la interrogante de qué hacer cuando observamos un radical claro. Es decir, en el momento que hallamos varias palabras con una raíz igual y final distinto (por ejemplo “TIKUISTES”). Pues si queremos traducir conforme un método común a todos los idiomas, hemos de considerar que TIKUI es un solo vocablo y que está sometido a una sintaxis que lo transforma en “TIKUISTES”, lo que supone que habríamos de considerar “TIK” un radical y darle nromalmente un mismo significado. De cuanto expongo, considero personalmente que para descifrar los textos ibéricos, lo primero que debemos realizar es un diccionario de voces iberas y tras ello intentar averiguar su sintaxis. Sintaxis y morfología que no dudo se pueda parecer a la griega, pues para descifrar el ibero lo mejor es partir desde idiomas de la misma época y principalmente desde los dialectos helenos (habida cuenta que el alfabeto y los alfasilabarios prerromanos peninsulares son de origen egeo).
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A) INTRODUCCIÓN:
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1) Mi teoría sobre el iberohelenismo:
Corría en año 1990, cuando estaba convencido de que la lengua ibera era griega. Hacía poco más de un lustro que había terminado mi Servicio Militar que me “tocó” en Sevilla; donde me aficioné a Tartessos, leyendo día y noche acerca de esa civilización perdida (ya que no faltaba tiempo libre en el cuartel). Tras aquella experiencia castrense, regresé a mi carrera de Derecho y decidí investigar sobre mundo jurídico protohistórico, escribiendo en 1984 un preludio de tesis llamado “Las leyes de Tarschisch”. Aquel estudio de unas trescientas páginas fue lo que hoy denominan “un paper” y como tal debió ser considerado un “toilet paper” por algún listo, que me lo calcó prácticamente -de arriba abajo- y lo publicó con su nombre (en 1987). Mi desolación al ver mi trabajo editado por otra persona fue enorme, abandonando la carrera; y aunque no desistí en seguir investigando, se me quitaron las ganas de escribir más sobre Tartessos.
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Años después comencé a intuir una teoría acerca de iberohelenismo, que finalmente abandoné y que siguió tan solo mi padre. La idea vino a mi mente al “caer en mis manos” un estudio de Juan Luis Román del Cerro, publicado en 1990 y llamado “El desciframiento de la lengua ibérica en La Ofrenda de los Pueblos”. Video-libro en el que su autor trataba de interpretar el Plomo de la Serreta de Alcoy desde el sistema “vascoiberista”. Tras leer con detenimiento el epigrama completo, pude distinguir dos palabras griegas inscritas en el plomo; voces que yo conocía: La primera era precisamente la que iniciaba el texto (IUNSTIR) y la segunda, aquella que finalizaba la siguiente linea (BOISTINGISDID). En las imágenes bajo estos párrafos podremos ver ambos términos marcados sobre una página del libro que hablo; además de la portada del video al que me refiero. Fotografía donde se encuentra el texto de la Serreta de Alcoy, transcrito desde el alfabeto grecoibérico tal como lo mostraba el citado estudio de Román Cerro. En la segunda imagen -abajo- hemos señalado estas dos palabras (“IUNSTIR” y “BOISTINGISTID”) marcadas en azul y rojo; puesto que consideré siempre que ambas significan en lengua helena “en forma jonia” y “a manera de bueyes”. Siendo a mi juicio su traducción: “En forma Jonia”=(Iwnisti) y “a manera de bueyes”= (bousti) .
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Como narro, al leer el mencionado libro en 1990, consideré aquellos dos términos claramente helenos y comencé a suponer que el idioma ibérico era de la misma raíz. Todo lo que, además, explicaría que el texto de La Serreta estuviera escrito en alfabeto grecoibérico -con caracteres de origen jonio y en uno de los signarios prerromanos peninsulares-. Creyendo así que la clave de este idioma (por descifrar) estaba los dialectos de la Jonia; lo que explicaba esta primera palabra “IUNSTIR”, “a modo jonio”, expresando la forma en que estaba redactado el plomo. Afirmaba por entonces que la lengua ibérica era un tipo de griego arcaico. De tal manera y con tanta seguridad, que convencí a mi padre. A los pocos meses de estudio de “mi teoría” y tras observar que muchas voces contenidas en los textos prerromanos peninsulares podían ser helenos, pedí como favor a un amigo de casa -Manuel Ocaña Losa- que me pusiera en contacto con Martín S. Ruipérez (el prof. Ruipérez Sánchez). Concediéndome una entrevista este catedrático y especialista en griego; recibiéndome en su despacho del CESIC en primavera de 1991. Momento en que pude relatarle algunas ideas acerca de mi teoría del iberohelenismo.
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No deseando desilusionarme, el profesor S.Ruipérez me expuso la complejidad que contenía intentar traducir un idioma que no se escribía correctamente; tal como sucede con el ibero, que confunde las consonantes -en sus versiones turdetanas, en las del Noroeste, e incluso en su alfabeto grecoibérico muy “corto” en letras-. Para que lo entendiera y aprovechando el catedrático que estaba presente en la reunión mi mujer -por entonces, mi novia japonesa-. Nos puso como ejemplo la dificultad de interpretar un texto en idioma nippón, si lo tuviéramos tan solo escrito en “hiragana” o en “katakana” (sin “kanji”) y con errores. A lo que ella respondió que le sería casi imposible descifrarlo, ya que un mismo sonido -incluso una misma palabra- significan en japonés varios conceptos, según con qué ideograma se escriba y en qué lugar de la frase se encuentre un símbolo. Todo lo que me hizo desconfiar de mi idea acerca del iberohelenismo, pues los signarios ibéricos son muy escasos en fonética y tienen unos iguales caracteres para todas las dentales, las palatales o las guturales (sin distinguir “g”, “k”, “j”; ni diferenciar “p”,“b” y “f”; o “t”, “d” y “z”).
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SOBRE Y BAJO ESTOS PÁRRAFOS: Dos imágenes del libro-video de Juan Luis Román del Cerro: El desciframiento de la lengua ibérica en La Ofrenda de los Pueblos (editado por Colección Amalgama en 1990). Tal como hemos relatado, el estudio era un análisis del gran plomo de la Serreta de Alcoy, interpretándolo desde el vasco y considerando que se trataba de una ofrenda realizada por gentes de poblados o tribus ibéricas, cercanas a Alcoy (traduciendo fundamentalmente cada palabra por una posible gens o urbe antigua, de esta zona alicantina). En aquella inscripción en alfabeto greco-ibérico leí y reconocí rápidamente dos voces helenas: “IUNSTIR” y “BOISTI”, que ciertamente significan en griego “en forma jonia” ( Iwnisti ) y “a manera de bueyes” ( bousti ). Tras ello, consideré que el idioma ibero podía ser un dialecto jonio; algo que explicaría además la aparición de las inscripciones prerromanas en tierras cercanas a las colonizadas por helenos, a la vez que daría razón al por qué los alfasilabarios ibéricos estaban tan relacionados con los egeos -nunca con los semitas-.
Abajo, en imagen: Las páginas 16 y 17 del mencionado estudio de Juan L. Román del Cerro, en el que podemos ver el gran plomo de la Serreta de Alcoy y su transcripción. Sobre estas he marcado las voces IUNSTI-R y BOISTI-NGISDID (con azul y rojo, respectivamente).
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2) Abandono de mi teoría (finalmente recogida por mi padre):
Debido a la conversación tenida con el profesor S.Ruipérez, precisamente en fechas próximas a mi boda y marcha a Japón (que se produjo junio de 1991). Concluí que la idea del helenoiberismo no parecía factible; exponiendo a mi padre la imposibilidad de llevarla adelante. Pese a todo, él estaba convencido de que esta era una clave fundamental para el desciframiento de los textos prerromanos peninsulares, por lo que antes de irme a Japón dejé a mi progenitor parte de mi biblioteca. Prestándole principalmente libros en que se contenían los análisis de epigrafía; estudios que por entonces tenían una enorme dificultad para encontrarse. Aunque los pude adquirir en gran número, al tener la lista de regalos de boda en una librería llamada TIPO (de Madrid, que abastecía a las Universidades de Historia y a los Museos de Arqueología). De tal manera me hice con los treinta o cuarenta corpus principales, junto a los estudios más importantes de iberismo; todo lo que quedó en manos de mi padre mientras yo me iba a probar suerte con mi guitarra al otro lado del Planeta.
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A mi regreso, tiempo después, me encontré que mi progenitor había desarrollado una teoría al margen de mis ideas y ya considerando el idioma de los iberos, griego puro. Es decir, traduciendo cada epigrama tal como si fueran textos helenos; para lo que precisaba “moldear, modelar y cortar” las palabras que allí había inscritas, hasta convertirlas en voces helenas. Algo ciertamente sencillo de hacer, por cuanto la escritura ibérica es muy básica y tal como sabemos, no distingue entre la “B”, la “V”, la “F” y la “P”, no diferencia la “K” de la “G” y la “J”; ni puede saberse si un signo corresponde a una “T” o una “D” o una “Z”. Es decir, que como los alfasilabarios prerromanos peninsulares tienen series de consonantes, que todas se corresponden en equivalencia (tan solo distinguiendo si son labiales, guturales o dentales); bastará cambiar las letras unas por otras, hasta lograr hacer un verdadero puzzle con las palabras y obtener valores griegos. Haciendo ello posible que antes o después, una voz ibera -tras ser recortada, moldeada y modelada- tenga un término correspondiente en idioma heleno. Pues la lengua de Homero goza de tal riqueza en palabras, letras y sonidos; que resulta finalmente imposible no conseguir un término griega semejante a la que creemos haber encontrado escrita en los textos ibéricos.
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Lo que expongo lo explicaremos con un ejemplo; diciendo que cuando nos enfrentamos a la voz BERKUNETAKAM (escrita en signarios ibéricos). Esta puede leerse de las siguientes formas:
BERKUNETAKAM // BERGUNETAKAM // BERGUNETAGAM // BERKUNETAGAM
PERKUNETAKAM // PERGUNETAKAM // PERKUNETAGAM // PERGUNETAGAM
BERKUNEDAKAM // BERGUNEDAKAM // BERKUNEDAGAM // BERGUNEDAGAM
PERKUNEDAKAM // PERGUNEDAKAM // PERKUNEDAGAM // PERGUNEDAGAM
BERJUNETAKAM // BERKUNETAJAM // BERJUNETAJAM // BERJUNETAGAM etc.
FERKUNETAKAM // FERGUNETAKAM // FERGUNETAGAM // FERKUNETAGAM
FERKUNEDAKAM // FERGUNEDAKAM // FERKUNEDAGAM // FERGUNEDAGAM
FERJUNETAKAM // FERKUNETAJAM // FERJUNETAJAM // FERJUNETAGAM etc.
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A la serie anteriormente señalada, habría que añadir además las posibles vocales, pues la “E” ibera puede ser “épsilon” y “eta” helenas; a la vez que una “A” podría corresponder con “alfa” y “eta” (en idioma eólio); mientras las “i” de los iberos, hay que considerarlas tanto “ipsilon” como “iota” griegas, a la vez que la “O” ibérica ha de tenerse como posible “omicron” y “omega”. Todo lo que supone que para una sola palabra (como esta de BERKUNETAKAM) pudiéramos tener mas de cincuenta posibilidades de lectura... . A ello, hemos de añadir la aglutinación; que supone que un término ibérico se componga de dos o más palabras. Si a todo lo antes dicho unimos los casos de declinación y los problemas de sintaxis, vemos que sus interpretaciones pueden llegar a cien o doscientas formas. Lo que hace imposible una “verdadera” traducción desde el griego, tal como la afrontó mi padre: Leyendo el término en epigrama ibero y transcribiéndolo conforme a hipótesis de concordancia fonética. Buscando una o varias palabras semejantes en idioma heleno, en base a sintaxis griega. Un sistema que tal como hemos dicho, se hace imposible de aplicar al ser la lengua ibera “aglutinante”, por lo que una voz podía contener varios términos unidos... . Es decir, que BERKUNETAKAM podía ser:
BER KUNE TA KAM // BERKUNE TA KAM // BER KUNETA KAM // BERKUNE TAKAM...
El método anets descrito nos llevaría a “un juego” de probabilidades, por el cual solo esta palabra (BERKUNETAKAM) puede llegar a las mil hipótesis de lectura diferente. Algo que unido a las modificaciones por sintaxis, hace imposible su traducción. Aunque también hemos de decir que esa fórmula de trabajo, posibilita que una voz signifique lo que nosotros deseamos -pues es tal el índice de probabilidades, que llegaremos siempre a encontrar el sentido que queremos darle a cada término-. Para simplificar y resumir los hechos que sucedieron a mi vuelta de Japón (hacia 1995); cuando mi padre llevaba muy avanzado su libro, realizado con esa forma de trabajo. Añadiré que ya no podíamos compartir una sola idea común.
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Pese a ello, hemos de decir que eran de gran interés algunos capítulos del mencionado libro de mi padre, ya recogidos en este blog. Y que incluso, su teoría sobre la fonética ibérica, parece perfectamente probable. Pues en uno de sus análisis realiza un estudio de las consonantes y vocales contenidas en los epigramas ibéricos; probando que se trata de una lengua muy cercana al griego (debido al porcentaje de vocales y consonantes que utiliza). Por lo demás, al igual que sucede con el trabajo de J.Ramón Rivera, debemos considerar “alta” la probabilidad de aciertos de términos iberos, en relación con voces griegas. Habida cuenta que hemos de creer que el idioma escrito por los iberos pudo ser una importación venida a la Península y traída por colonos (seguramente por navegantes muy cercanos a los helenos y procedentes de zonas próximas al Egeo). Sin tener que pensar que esa escrita en los epigramas, era la lengua que hablaban los habitantes peninsulares prerromanos; quienes quizás tenían muy distintos idiomas (de origen celta, fenicio, egeo e incluso neolítico). Aunque sí hay que considerar que quizás muchos iberos escribirían en un idioma común, importado por colonizadores y comerciantes. Colonos que les enseñaron la escritura y probablemente les aculturaron, para que mantuvieran algunos nexos de unión (como el de un mismo idioma, sagrado, jurídico o comercial).
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SOBRE ESTE PÁRRAFO: Imagen del profesor Martín S.Ruipérez (Sánchez Ruipérez), famosísimo catedrático y filológo de lengua griega, con el que hablé en 1991 acerca de mi idea del iberohelenismo. Conseguí que me recibiera en su despacho del CESIC a través de Manuel Ocaña, cuando apenas llevaba unos meses estudiando y comprobando esta teoría. Tras haberle explicado mis “sospechas” y la posibilidad de que el idioma escrito por los iberos fuera un dialecto jonio; me expresó la dificultad para interpretar los epigramas, habida cuenta las numerosas hipótesis en cada caso. Pues la reducida simbología de los signarios ibéricos, obligaba a combinar varias vocales y consonantes, hasta llegar a saber qué podían haber escrito. Un hecho que posibilitaba que un mismo término tuviera veinte o treinta lecturas diferentes (tal como hemos visto). A ello, habríamos de sumarle las dificultades de la sintaxis antigua -declinaciones, conjugaciones complejas, verbos irregulares etc.- y la aglutinación de palabras. Todo lo que hace muy difícil saber qué han escrito en cada caso los iberos, comparando sus voces con el alfabeto heleno, partiendo desde los alfasilabarios o abecedarios peninsulares tan cortos (en los que la “P” la “B” la “V” o la “F” se confunden; tanto como son indistinguibles las “D”, la “Z” y la “T”; ó la “K”, la “G” y la “J”.).
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BAJO ESTE PÁRRAFO: Plomos de La Serreta, tal como los muestra el Museo de Alcoy (al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen). En el centro de la imagen, el gran plomo del que hablamos donde se contienen las voces IUNSTI-R y BOISNTI -numerado como 1º-. Tal como mantengo, la primera palabra (IUNSTI-R) podría relacionarse claramente con el griego Iwnisti, que como hemos explicado significa “a la manera jonia” (aunque para su traducción plena habríamos de entender qué significa la “R” final y sobrante). Esta idea, me hizo creer que el idioma ibérico era enteramente heleno, y aunque ya desde 1991 dejé de considerar la lengua de los iberos plenamente helena; aún mantengo como acertado el significado de esa primera palabra del texto 1º (Serreta de Alcoy). En base a que el texto está escrito en alfabeto grecoibérico, que como sabemos es de origen jonio. Por lo que quizás este inicio nos puede hacer ver que el texto refiere: “A modo jónico”, escribimos -o dedicamos- este plomo... .
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B) EL IBERO-HELENISMO EN J.RAMÓN RIVERA:
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1) El origen de su idea desde las teorías de Gómez-Moreno:
Hace unos dos años, recibí en una de las redes sociales a la que pertenezco una petición de amistad de Ramón de Fussimanya (J.Ramón Rivera). La admití con agrado, debido al trabajo y gran esfuerzo que J.Ramón dedicaba a los textos iberos; aunque a decir verdad, no atendí demasiado a su sistema de traducción ni a lo que escribía -fundamentalmente por falta de tiempo-. A comienzos del verano pasado -más libre de cargas laborales- le pedí una de sus últimas obras sobre epigrafía ibérica (1) , para estudiarla detenidamente junto a otros dos libros publicados por él; que yo guardaba y no pude leer con detenimiento hasta entonces:
TARTESIOS, ÍBEROS Y CELTÍBEROS: SUS ESCRITURAS Y SU LENGUA (2)
DE TARTESSOS A IBERIA, ALREDEDOR DE SU EPIGRAFÍA RELIGIOSA (3)
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Con enorme sorpresa observé los paralelismos existentes con el método que mi padre había seguido y con algunas de las conclusiones que mí progenitor escribió y defendía durante años -desde 1992 hasta 2004-. Todo lo que dejó plasmado en un libro inédito e inacabado de unas doscientas paginas, que intituló y dio de alta como TEXTOS IBÉRICOS. Estudio que yo pude reproducir en parte en este blog (comenzado en enero de 2012) y en el cual recogemos la teoría del iberohelenismo tal como mi padre la veía: Considerando la lengua escrita por los habitantes prerromanos peninsulares un dialecto heleno, aglutinado. Me pregunté entonces si J.Ramón Rivera pudo haber tenido contacto con mi él y parece que siquiera lo conocía. Pues, según expone en sus libros, la idea del iberohelenismo, Rivera la toma desde lo que Manuel Gómez-Moreno afirmaba en muchas de sus obras; considerando este ilustre catedrático que la lengua (o lenguas) prerromanas de la Península tenían un enorme arraigo egeo.
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Sea como fuere, el hecho cierto es la coincidencia plena entre ambos, y la existencia previa de este estudio muy parecido en linea a los que publica unos diez años después J.Ramón Rivera. Trabajo que llevó a cabo mi padre entre los años 1992 y 2004 y en parte divulgado por mí, desde enero del 2012 -momento en que iniciamos este blog-. Pese a ello, consideramos perfectamente posible que otro autor hubiera llegado a la misma conclusión que mi progenitor, sin conocer su obra; ya que muchos ha sido quienes pensaron que el origen de los textos ibéricos estaba cercano al idioma heleno -tal como veremos más adelante en este artículo-. Yo mismo, al leer los epigramas peninsulares escritos en alfabeto grecoibérico, consideré en 1990, que eran muy próximos a una lengua griega. Y es que esta teoría del iberohelenismo; a más de poder ser muy aproximada a la verdad, parece la más sensata. Debido a dos motivos fundamentales: Primero en base al origen y tipología de los caracteres que utilizaban los iberos para escribir (de clara influencia egea y nunca semita). En segundo lugar, porque al leer los epigramas ibéricos (por encima) se observan palabras muy semejantes a las helenas. Dos motivos suficientemente razonables como para considerar que la teoría ibero helena es la más sensata y probable... . Pese a ello; las traducciones desde el griego, tal como se han venido haciendo, no han dado los “frutos esperados” (al menos, a mi entender).
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SOBRE Y BAJO ESTOS PÁRRAFOS: Dos imágenes ya publicadas anteriormente en este blog. En la superior, el alfabeto grecoibérico (usado en la Serreta de Alcoy) tal como lo recogía mi padre en su libro TEXTOS IBERICOS. Abajo: Un análisis mío en el que vemos comparativamente los signos de diferentes alfabetos arcaicos (Tera, Creta, Fenicia y Grecia). Junto a estos, los alfasilabarios peninsulares y el signario grecoibérico. He marcado en azul los de tipo heleno, pues como podemos comprobar rápidamente, el alfabeto grecoibérico es prácticamente igual al jonio y a los helenos arcaicos. Habiendo de destacar que hay muy pocos parecidos entre los caracteres grecoibéricos y el sistema de escritura tartessio, el ibero oriental o el meridional. Ello se debe fundamentalmente a que estos otros tres signarios peninsulares, son alfasilábicos y tan solo escriben en un carácter -a modo de letra-, las vocales (a,e,i,o,u) y algunas consonantes -como la M, N, L, la R y la RR). Este sistema de escritura alfasilábico es típico del Egeo y de Anatolia, hasta el siglo X a.C. -desapareciendo con la expansión de los dorios, aunque permanece en Chipre hasta la llegada de Alejandro Magno-. Habiéndose desarrollado alfasilabarios entre los luwios, en Creta y en Chipre; perviviendo ese modo de escritura en la última isla, hasta el siglo IV a.C. (todo lo que obliga a suponer que el origen de los alfasilabarios ibéricos es cretochipriota -o en todo caso neohitita-).
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Por cuanto expreso, la otra forma de signos que hallamos en el Levante penisular; es muy diferente a los alfasilabarios iberos y fue desarrollada desde un corto alfabeto, denominado greco-ibérico. Tiene su origen en los caracteres de la Jonia arcaica (circa s. VII a.C.). Coincidiendo los símbolos jonios y estos grecoibéricos en las siguientes letras: “a”,“b”, “g”, “d”, “e”, “i”, “k”, “l”, “n”, “o”, “r”, “s”, “t”, “y”. Además es de señalar que este alfabeto grecoibérico que aparece en Levante tiene dos signos muy curiosos: Una doble “S” en forma de Sigma mayúscula volcada (S) que a mi entender se trata de una “sigma” helena muy arcaica y que podemos leer por “ss” (ss ) o bien como “sh” -aunque quizás hubiera de considerarse “st” (st), ya que en ciertos dialectos la doble “s” es una “t” (tt)-. Además, contiene un extraño caracter, semejante a una “R” y que se considera una doble “rr”. Siendo una particularidad que se da en todos los alfasilábicos de los iberos, contener siempre dos tipos de “R” : “R” simple -“ere”- y doble “RR” -“erre”-, tal como existe y es característico en nuestro idioma actual. Debido a ello, quizás esa “SS” (S) quizás se trate del sonido “CH” también común en nuestra lengua peninsular.
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Tras las ideas antes expuestas y al observar las imágenes superiores, podremos comprender que la hipótesis más sencilla es considerar al ibero descendiente o emparentado con la familia helena. Más concretamente, con los dialectos jonios o chipriotas; cuyos alfabetos son los que inspiraron aquellos en que escribían los habitantes prerromanos de nuestra Península. Aunque prescindiendo de estos datos (en parte deducidos en mis investigaciones), parece que hay motivos suficientes para poder concluir la misma teoría. Tal como J.Ramón Rivera explica (al comienzo de su primer libro sobre iberismo); donde afirma que la idea del iberohelenismo se intuye “leyendo a Gómez-Moreno en La escritura ibérica y su lenguaje (1948)”. Recogiendo a continuación frases de este famoso historiador y académico; que se expresa del modo siguiente acerca de los epigramas prerromanos peninsulares: “gracias a las inscripciones, conocemos algo de su lengua que, no obstante ser todavía ininteligible, parece de tronco indoeuropeo y más afín al griego que al latín”. Añadiendo J.Ramón Rivera a estas palabras de Gómez-Moreno lo siguiente: “la hipótesis que planteamos y pretendemos demostrar en este ensayo es corroborar si el tartesio, el ibérico y el celtibérico, o alguna de ellas, son lenguas de origen indoeuropeo y tal como intuyó Gómez-Moreno con el ibérico; más cercanas al griego que al latín” (4) .
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2) El problema de traducir un idioma tan complejo como el griego, desde alfabetos tan simples como los ibéricos:
Por todo lo anteriormente expuesto, parece que la teoría del iberohelenismo es la más sensata, aunque hemos de decir que no resuelve el enigma (tal como se hace evidente en las traducciones de mi padre o en las de J.Ramón Rivera). A mi juicio, porque los textos prerromanos peninsulares no están escritos propiamente en un dialecto heleno; ya que de haber sido así, con toda seguridad los habría descifrado el mismo Gómez-Moreno. Pudiendo haberlos comprendido también otros profesores de la época y con la talla de Miguel de Unamuno (que hablaba perfectamente la lengua de Homero). Tanto como los habría entendido su sucesor en la cátedra salmantina de filología helena: Martín S.Ruipérez. Anteriormente mencionado y al que visité cuando tuve “sospechas” acerca del idioma inscrito en esos textos; creyendo también yo (en 1990) que el ibero era simplemente un dialecto de la Hélade. Por cuanto expreso, aún considerando como mejor idea situar en El Egeo el origen de la lengua escrita por los íberos. Si consideramos sus epigramas sencillamente redactados en griego; no llegaremos más a que a forzar los vocablos que encontramos, hasta hacer coincidir lo que leemos, con lo que queremos que expresen. Pues tal como hemos visto, las posibilidades de interpretación de una misma voz -sometiéndola a los cambios en consonantes y vocales intercambiables- permite que un término se lea en infinidad de formas distintas.
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De cuanto describo, aún hoy nos enfrentamos a un “enigma” sin poder concluir todavía si algún día llegarán a descifrarse los textos iberos (habida cuenta sus posibilidades y combinatoria, en letras sustituibles). Aunque el camino para lograrlo -a mi juicio- no es otro más que: Crear una sintaxis, una morfología y sobre todo, un diccionario de términos. Vocabulario y formas de idioma que, de aplicarse en unos y otros casos, siempre den como resultado una traducción equivalente. Ya que no podemos admitir un sistema de traducir que permita cortar las palabras por donde se “necesite”; y tras ello, probar si hay voces similares en griego (o en cualquier otra lengua). Sin observar unas reglas, ciertas y comunes a toda lengua, basadas en sintaxis, morfología y radicales. Pues al interpretar cualquier idioma, ante la aparición de un mismo término o de una raíz común; esta se ha de considerar una voz igual o similar a la ya traducida. Existiendo lógicamente palabras homónimas, aunque sean pocas y normalmente con un origen etimológico común. De ello, si en un epigrama ibero interpretamos una palabra de una forma; hay que mantener ese valor para casi todos los casos que encontremos en otras inscripciones (explicando el caso de algunas homonimias y sus por qués).
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Para que entendamos mejor lo anteriormente dicho, pondremos un ejemplo con los dos términos antes comentados: De tal manera, si determinamos que “IUNSTI-R” es una voz de origen griego, que se corresponde con “IwVISTI” ( Iwnisti ), traduciéndose como “en la forma jonia”. O bien, si consideramos “BOISTI” equivalente al heleno (bousti), interpretándolo como ”a manera de bueyes”. Cada vez que aparecen esas palabras o estos radicales en todo epigrama ibérico; hemos de darles el mismo significado. Pues de lo contrario no estaríamos traduciendo, sino generando un “puzzle” de hipótesis, en lecturas e interpretaciones.
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IMAGEN ARRIBA: Estudio comparativo mío de las vocales y consonantes iberas y los alfabetos arcaicos de Oriente Medio y El Egeo. Marcados en rojo los alefatos semitas (AHIRAM, MESHA y ECHMUNAZAR) de Fenicia; comenzando por el más antiguo -del siglo XIII a.C.- muy anterior a los siguientes, que son del IX y VIII a.C.. Desde este tipo de signarios fenicios descenderían los alfabetos griegos; que comienzan a surgir en el siglo VIII a.C., por influencia y llegada de los púnicos al egeo. Sistemas de escritura helena que podemos ver en la imagen destacados en negro (GRIEGO ARCAICO, DE CRETA, TERA Y CORFÚ). Finalmente, incluimos los signarios iberos, sabiendo ya que tan solo el Greco-ibérico es un alfabeto, pues los restantes son alfasilábicos (escribiendo los sonidos por sílabas; a excepción de las cinco vocales y de las consonantes: “M”, “N”, “R”, “RR”, “S” y “SH”). He marcado en azul estos cuatro tipos de ibéricos (GRECOIBÉRICO, TARTESSIO, IBERO NORORIENTAL, IBERO MERIDIONAL Y CELTIBÉRICO) en los que podremos ver los parecidos con los alfabetos anteriores, de los que habrían surgido -principalmente de los helenos, como el de Creta y Tera; que son sus antecedentes más cercanos-.
Comentamos el cuadro y diagrama en imagen, de derecha a izquierda:
-“U” (Y): Es común a todos y se escribe de forma casi igual entre los semitas y los helenos, pareciéndose tan solo al tartessio y al grecoiberico. L
-“O”: Nuevamente de origen semita, se mantiene en los helenos como “omicron” y en el grecoibérico (cambiando en el resto de los de Iberia, que tiene una “O” completamente distinta a los antecesores).
-“I”: La “i” ibérica nada tiene que ver con las de alfabetos anteriores y tan solo la mantiene como “iota” el grecoibérico.
-“E”: En los alfabetos iberos es muy parecida a las del Egeo (Tera, Creta etc), pero no se identifica con la de otros ejemplos más antiguos -nos referimos a la “E” de alefatos fenicios-. Por su parte, la “E” grecoibérica es igual a una “eta” helena mayúscula.
-”A”: Ibéricas descienden directamente de los alfabetos egeos, sin tanto parecido con las semitas, más antiguas.
-”SS”, “SH” o bien “X”: En forma de una “M” es una letra mantenida en todos los sistemas de escritura ibérica y claramente surgida de los alfabetos egeos (la “Sh” semita apenas se parece a las griegas o a las ibéricas). A mi juicio se trataría de una “sigma” mayúscula girada (S) .
-“S”: Las “sigmas” ibéricas tienen muy diversas formas, algunas sin relación con alfabetos del Egeo o de Fenicia. Pese a ello, la “S” grecoibérica, la nororietal y la celtibérica, es prácticamente igual a una “sigma” arcaica griega.
-”RR”: Es una letra que tan solo aparece en Tera y en Creta, y escrita con un carácter muy semejante al que usan posteriormente casi todos los signarios iberos (a excepción del grecoibérico, que al ser jonio probablemente”inventó” un símbolo semejante a la “R” jónica).
-”R”: Son comunes o muy parecidas las semitas y las griegas arcaicas; también se mantienen con un símbolo semejante entre los iberos (a excepción del ibérico meridional).
-”N”: Es común en casi todos los alfabetos, descendiendo las griegas de las semitas y las iberas de las helenas.
-”M”: No las tenemos documentadas en alfabetos arcaicos semitas o del Egeo, aunque las ibéricas son en algún modo parecidas a las “mi” helenas; que además, se semejan la “SS” antes citadas -recordemos que las “M” griegas clásicas son en mayúscula y minúscula: (M ) (m) -.
-”L”: Es una letra cuyo origen es semita, pero al escribirse en sentido contrario entre los griegos, a mi juicio “se le dio” la vuelta (como pasó con otros tantos caracteres fenicios, que al llegar al Egeo y ponerse en textos leídos de izquierda a derecha; se invirtieron). Las “L” ibéricas descienden claramente de los alfabetos griegos arcaicos (que guardan el mismo sentido de lectura; aunque los iberos escribían indistintamente en cualquier órden, según su área: De derecha a izquierda, de izquierda a derecha e incluso en bustrófedon)
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IMAGEN ABAJO: Un cuadro muy semejante al anterior, simplificado y en vertical. En este tenemos los alfabetos antes recogidos, pero ordenados en una manera más sencilla de ver. De izquierda a derecha, vemos los alefatos AHIRAM, MESHA y ECHMUNAZAR. Tras este el GRIEGO ARCAICO (todos en rojo, para distinguirlos de los ibéricos). A su lado el GRECOIBÉRICO, IBERO ORIENTAL Y EL MERIDIONAL (en azul y en un recuadro de este color, para destacarlos). A continuación otros alfabetos egeos antiguos, como el de CRETA y TERA (del siglo VIII a.C.) junto al de NAXOS y CORFÚ (del VIII a.C.); al final el de BEOCIA (también arcaico y del VIII a.C.). En el diagrama en imagen nos será fácil observar que los alfabetos ibéricos descienden de los arcaicos de Grecia y más concretamente del de Creta y Tera (islas muy cercanas y del círculo cretochipriota, al que aludimos siempre como origen de los alfasilabarios y signos utilizados por los iberos).
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Pese a lo antes apuntado, este sistema iberoheleno, que siguió mi padre y que también utiliza J.Ramón Rivera; debería tener un porcentaje bastante alto de aciertos en las traducciones. Aunque -a mi juicio- adolece de un defecto: La creencia absoluta de que el idioma prerromano allí escrito, es literalmente griego. Pensando que en cada caso, han usado el corto alfabeto -o silabario- que tenían los iberos, para recoger en el complejo idioma de Homero. Es decir, que habrían reducido a unos pocos signos en la Península, las siete vocales y las dieciocho consonantes helenas. Usando sistemas “abreviados” o simplificados, que el caso del alfabeto grecoibérico tendría cinco vocales y trece consonantes; mientras en los alfasilábicos (tartessio, meridional, celtibérico etc) contendría solo cinco vocales y diez consonantes -tres silábicas y siete con signo propio-. El hecho antes descrito nos dejaría quince letras para recoger todo el idioma heleno, entre los iberos del Oeste, del interior o el Sur. Mientras los habitantes prerromanos del Levante, lo redactarían en sistema grecoibérico, que contaba con dieciocho caracteres. Siendo así, a los primeros (turdetanos, meriodionales y occidentales) les faltarían tres vocales y ocho consonantes, para completar el alfabeto griego. Tanto como los levantinos, carecerían de tres vocales y cinco consonantes, para poder llegar a redactar bien las palabras en ese idioma egeo.
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Los hechos antes presentados obligan a replantearse la hipótesis del helenoiberismo. Ya que es difícil considerar que los iberos hubieran creado alfabetos propios, para escribir en griego, reduciendo además los signos a quince o dieciocho caracteres. Primeramente porque en la Península aparecen numerosos restos de cerámicas y objetos, que contienen inscripciones en la lengua de Homero -citamos por ejemplo el Kilis de Medellín, fechado en el siglo VIII a.C.-. Algo que obliga a pensar que los iberos conocían y habían visto el alfabeto griego. En segundo lugar, porque sería extraño inventar un nuevo modo de escribir reduciendo tanto los sonidos; ya que ello haría incomprensible lo redactado. Para entender cuanto digo, imaginemos leer un texto en castellano que prescindiera de vocales y mezclase varias consonantes. Por ejemplo, teniendo solo las “A”, “I”, “O”, “U”; y confundiendo la “G”, con “K” y “J”; la “B” con “P” y “F”; tanto como la “T” con “D” y “Z”. Pareciendo lógico pensar que aunque hablásemos perfectamente el español, se nos haría imposible entender una sola frase redactada así; ya que su lectura sería todo un reto. Pues atendiendo a las reglas que manifiesta la teoría del heleno iberismo, la palabra primera de la frase anterior -“pareciendo”- se podría escribir como: BARECIENDO, FARECIENDO, BARACIENDO, FARACIENDO, PERACIENDO, BERACIENDO, FERACIENDO, PARECIENTO, BARECIENTO, FARECIENTO, BARACIENTO, FARACIENTO, PERACIENTO, BERACIENTO, FERACIENTO. Por cuanto expreso, si se nos hace imposible entender nuestra lengua materna escrita de este modo. ¿Qué será intentar una traducción del complejísimo idioma griego, recogido en unos alfabetos que lo simplificasen de un igual modo?.
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Pese a ello, continuaremos teorizando con la hipótesis que ha del helenoiberismo. Considerando que pudo ser posible la reducción de signos en Iberia prerromana -quizás debida al acento de los habitantes, o a su pronunciación del griego-. En este caso, sucedería algo semejante a lo ocurrido en Japón cuando simplificaron la escritura procedente de China. Creando los nippones “la hiragana”; para que aquellos que no supieran o no recordasen un ideograma, pudieran escribirlo con signos fonéticos. De tal manera inventaron el sistema alfasilábico -que abajo recojo (en imágenes)-, en el que se contienen todos los sonidos que existen en japonés. Aunque la Hiragana tiene “la friolera” de ciento nueve signos, con los que sí se pueden escribir de un modo bastante aproximado los ideogramas (kanjis), tal como se pronuncian. Pese a que realmente hay graves problemas de comprensión, si redactamos un texto totalmente en hiragana,; habida cuenta la existencia de múltiples homonimias en japonés -que no pueden resolverse de un modo tan sencillo como en los idiomas occidentales-. Ya que si en español nos encontramos ante la voz “luna”; sabremos que con mayúscula se refiere al satélite y con minúscula, al cristal o a un escaparate. De igual forma sucede en otros tantos casos en castellano o inglés, algo que no es tan sencillo de resolver en idioma nippón; aunque la hiragana tenga más de cien signos.
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IMAGEN ARRIBA: La Hiragana japonesa, que consta unos ciento nueve signos alfasilábicos y que fueron “inventados” para escribir los símbolos kanji chinos (cuando alguien no sabía o no recordaba esos ideogramas). Muy semejante a los alfasilabarios ibéricos, ya comenté que el profesor Martín S.Ruiperez habló con mi mujer acerca de esta y de su coincidencia alfasilábica con los sistemas iberos. Aunque determinaron que la diferencia en número de caracteres era tanta, que obligaba a pensar que el idioma ibérico era muy “corto” de sonidos. Pues la Hiragana expresa 5 vocales y 25 consonantes; mientras los alfasilábicos peninsulares recogerían solo 5 vocales y 10 consonantes (a la vez que el alfabeto grecoibérico tendría 5 vocales y 13 consonantes consonantes). El problema del iberohelenismo nace al considerar que los textos prerromanos peninsulares fueron redactados totalmente en griego (clásico); pues como hemos visto, el idioma heleno tiene 18 consonantes y 7 vocales. Llegándose a hacer ilegible un idioma redactado de forma tan reducida -quitándole más de la tercera parte de las letras-.
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IMAGEN ABAJO: Escultura del ilustre profesor, académico y gran maestro: D.Manuel Gómez-Moreno (tal como se muestra en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, a la que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen). Como decimos y tal como comenta el libro de mi padre (TEXTOS IBÉRICOS) y los de J.Ramón Rivera: Manuel Gómez-Moreno es un referente en el estudio de los epigramas ibéricos, habiendo sido su enfoque quizás el más acertado de la historia del iberismo (concluyendo que el origen de los signarios prerromanos peninsulares está en los alfabetos más antiguos del Egeo y que por tanto, el idioma allí escrito podía tener una misma raíz).
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Continuando con la Hiragana, este sistema nippón vimos que era “en algún modo” semejante al de los iberos; pero podía escribir toda lengua japonesa, gracias a la enorme cantidad de caracteres que contiene. Algo que no sucedería en el caso ibérico aplicado a la teoría del helenismo; ya que el griego es mucho más extenso en fonética y letras, que los signarios peninsulares. Consecuentemente, tal como explico en las imágenes superiores, cuando hablé con el profesor Martín S.Ruipérez -hace ya más de veinticinco años- comentaba que a su juicio era imposible recoger y comprender el idioma heleno, con un sistema tan corto en letras o sonidos -como el de los iberos-. Además, el griego en sí es muy complejo (en sintaxis y fonética), pero sobre todo riquísimo en vocabulario; conteniendo decenas de miles de palabras. Lo que haría imposible simplificarlo del modo en que redactaron los iberos sus epigramas: Sin diferenciar la “tau” de la “delta”, la “teta” o de la “zeta”. Sin distinguir la “beta” de la “fi”, de la “pi” (y hasta de la “psi”) ; siendo iguales la “kappa”, la “gamma” e incluso la “ji” (y hasta la “xi”). Confundiendo las vocales; usando para la “omicron” y “omega” una misma letra y sin poderlas distinguir del todo de la “upsilon”. Al igual que sucedería con la “eta” y la “épsilon”; o con la “iota” y la “upsilon”. Un laberinto alfabético, que unido a la enorme dificultad de la lengua de Homero, hace imposible creer que los habitantes peninsulares lo hubieran simplificado en cinco vocales y diez -o trece- consonantes.
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Tal como decimos, no es un problema que solo sucedería con el griego; pues hemos demostrado que se haría incomprensible cualquier idioma escrito de ese modo: Prescindiendo o confundiendo sus consonantes y mezclando alternativamente sus vocales. Aunque en el caso de la lengua helena, aumentaría su inteligibilidad, dada la complejidad de su estructura morfológica, sintáctica, de declinaciones y conjugaciones. Ya que siguiendo el sistema de traducción usado por mi padre y luego por J.Ramón Rivera; una palabra tan sencilla en idioma heleno como eteos (que significa “verdadero”); puede escribirse en signarios iberos del siguiente modo, indistintamente y correspondiendo en griego con: edeos; edhos; hdhos; hdeos; edews; edhws; hdhws; ezeos; ezhos; hzhos; ezews; ezhws; hzhws; eqeos; hqeos; hqhos; eqews; eqhws; hqhws.
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A todo ello hemos de sumar que el idioma ibérico es aglutinante (algo muy común entre las lenguas del Norte de Europa y no tanto en las del Mediterráneo); por lo que podremos encontrar infinidad de palabras compuestas. Todo lo que hace casi imposible buscar en aquel puzzle de letras y signos, unos verdaderos radicales comunes y una sintaxis lógica. Pues si a “ETEOS” hay que unir una siguiente voz que se aglutina, como -por ejemplo- heleno (ellhno) y que conformaría la palabra “eteoheleno” eteoellhno (“verdadero griego”). La dificultad de interpretar tan solo ese término, según las diferentes posibilidades combinatorias, es enorme. Ya que a la vez hemos de tener en cuenta los distintos dialectos -(ático, jonio, chipriota, eólio etc) junto a las crasis y contracciones. Es decir que eteo-ellhno puede escribirse en este idioma como eteollhno, etoellano, etoellhno, etoullhno, eteoullhno, etellano etc. Todo ello unido a que las palabras ibéricas claramente están aglutinadas (contienen varios términos en uno); el planteamiento nos obliga a pensar que un idioma así redactado, es imposible de traducir -siquiera de escribirse y luego poder entenderlo-. Todo lo a que mi pesar nos hace deducir que la teoría de la que hablamos, es un “indeterminado” -por no decir un imposible-. Método, que por los motivos que explico, fue desechado por mí en 1991; aunque quiso seguirlo mi padre. Sistema de traducción casi igual al que ha utilizado J.Ramón Rivera; partiendo desde la idea de que los iberos escribían en griego clásico puro. Debido a ello, al enfrentarse a los epigramas prerromanos peninsulares, buscaron una equivalencia exacta a cada término; incluyendo la aglutinación de varios en una misma palabra (que en cada momento suponen, cortándolas en la forma que “casen” con voces helenas).
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ARRIBA: Alfasilabarios peninsulares, tal como los recogía mi padre en su libro TEXTOS IBERICOS. Distinguía tan solo dos tipos: El del Norte y el Tartessio (también llamado del Sudoeste). Aunque normalmente se suelen diferenciar tres formas de signarios alfasilábicos en Iberia: Meridional (Suroriental u occidental del Sur); Nororiental (occidental del Norte ó celtíbero) y Tartessio (o del Sudoeste). Pudiendo de algún modo llegar a distinguirse dentro del Nororiental otro tipo que denominan “celtibérico” (propiamente); con algunas diferencias y en algo distinto de este alfasilabario Occidental del Norte.
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IMAGEN ABAJO: Alfabetos iberos (escritura por “letras”), como los publicaba mi padre. Existen dos variantes: El greco-ibérico, del que ya hemos hablado y conocemos. Junto a uno muy tardío usado en época que los latinos ya habían entrado en la Península, denominado ibero-romano. En la imagen inferior tenemos estos dos ejemplos de abecedarios, que junto a los alfasilabarios nos hacen intuir que los iberos escribían “su” lengua en caracteres propios, pero basados en signos importados. No distinguiendo mucho los antiguos habitantes de nuestras tierras si los símbolos que usaban para redactar sus epigramas eran autóctonos o extranjeros. Ya que indistintamente aparecen sistemas alfasilábicos (celtibéricos o tartessios) con caracteres de tipo egeo, tanto como escriben con alfabetos griegos e incluso con uno casi latino (que vemos abajo).
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Todos los sistemas de redacción ibéricos tienen como característica común, una cortísima fonética; así, el abecedario ibero-romano es de solo ocho consonantes y cinco vocales -semejante en simplicidad a los alfasilábicos de cinco vocales y diez consonantes y menor que grecoibérico, de cinco vocales y quince consonantes-. Acerca de sus pocos signos y su reducida fonética pudiéramos pensar que los habitantes de la Península -por entonces- no conocieran más caracteres que los que recogen. Algo que es imposible creer ya que habían recibido la visita e invasión de griegos, fenicios, cartagineses y romanos (existiendo epigrafía peninsular en las lenguas de todos estos colonizadores). Llegando a transcribir y marcar las monedas con alfabeto latino, combinado con señas iberas; con un abecedario romano que usaban en numismática (junto al ibérico) y que contiene diecinueve consonantes y cinco vocales. De ello, hemos de entender que conocían muchos más signos y formas fonéticas, pero que el idioma ibérico era tan simplificado en sonidos como lo son sus signarios. Pues de lo contrario, es absurdo que sus alfasilábicos o abecedarios (como el greco-ibérico o el ibero-romano) no tengan más consonantes o vocales.
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C) CONCLUSIONES A ESTA PRIMERA PARTE:
Previamente a finalizar el artículo de hoy -cuya segunda parte publicaremos en breve- desearía anotar que no querría sufrir con J.Ramón Rivera el mismo proceso que sucedió con mi padre. Una situación generada por nuestros distintos pareceres acerca de los iberos, y en la que cada idea contrastada era al final una idea confrontada. Tanto que cualquier modo de comparación de pareceres, llegó a hacerse una hipótesis de enfrentamiento; y cada reunión con mi padre para hablar sobre los epigramas prerromanos, era una fuente de problemas. Porque aunque la idea partió de mí; al final, mi parecer y el suyo fueron totalmente distintos; resultando imposible ponerse de acuerdo en casi nada. Por todo ello, antes de concluir estas lineas, deseo expresar que espero que J.Ramón encaje bien mis palabras y no quede decepcionado, ya que le guardo cariño -porque su trabajo se parece mucho al que hizo mi padre-.
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Tras lo anteriormente expuesto diremos que -tal como vengo repitiendo- personalmente considero que la lengua de los iberos debió ser muy corta en vocabulario y sonidos (tal como lo eran sus formas de escritura). Esta idea explicaría y confirmaría las razones de los signarios autóctonos, que tan solo constaban de cinco vocales y diez consonantes. Sin diferenciar algunas del mismo tipo y usando un mismo carácter para la serie de “dentales” (d,t,z), “labiales” (b,p,f) y “guturales” (k,g,j). Pese a ello -tal como hemos señalado antes-, podríamos pensar que no sabían distinguir bien los sonidos y que esta ignorancia para interpretar la fonética en símbolos, pudo generar esos reducidos alfabetos o silabarios. Pero no es así, pues entre sus vocales “sueltas”, diferencian perfectamente la “R” de la “RR” y una “S” de “SH” (tanto como la “M” de la “N”). Todo lo que obliga a deducir que sus signarios son conforme el idioma que hablaban; confundiendo los sonidos “p”, “f” y “b” al conversar -debido a lo que escribirían así-. Porque, como decimos, diferenciaban con toda claridad la “R” de la “RR” y la “S” de la “”SH”; que no son fáciles de distinguir ni de acotar alfabeticamente (tal como podemos comprender oyendo a un extranjero pronunciar nuestra “CH” o la “RR” hispana -sonidos que seguramente se corresponden con estas letras iberas de las que hablamos-).
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De tal manera, considerando que su idioma se ajustaba a lo que redactaban; la lengua ibérica nunca puede ser griego clásico, y ni siquiera una forma de latín. Ya que las palabras grecorromanas son riquísimas en vocales y consonantes (tal como hemos visto en sus extensos abecedarios). De tal manera, y volviendo a la época de mi padre; le propuse como hipótesis más sencilla considerar que los iberos pudieron hablar una forma de “bajo-griego” (un dialecto muy breve y simplificado del idioma heleno). Quizás un reducto del jonio, mal conversado y peor redactado; introducido en la Península gradualmente y mientras nuestro territorio fue aculturado por colonos venidos del Egeo -desde el siglo VIII a.C.-. Aunque habíamos de tener en cuenta también otros dialectos, como el chipriota; pues las costas de Iberia fueron visitadas mucho antes por micenios y cretochipriotas (desde el Bajo Bronce, conforme atestiguan los hallazgos de vasijas y diferentes objetos originarios de Micenas, que se fechan al menos en el siglo X a.C.). A ello habíamos de unir a la procedencia egea de los caracteres que utilizaban los iberos para escribir -en sus signarios autóctonos-, tan parecidos a los de Creta y Chipre; con sistemas de igual resolución a los cretochipriotas (alfasilábicos) y muy semejantes en símbolos (descendientes de los lineales cretenses). Todo ello, determinaría finalmente que pudieron hablar un dialecto muy simple de un idioma que importaron sus colonizadores. Lengua semejante a la sus fórmulas de escritura (helenizante, pero muy básico y sin complicaciones); llegadas a Iberia por manos de gentes egeas. Pudiendo haber sido “aquello” que escribían los iberos, una simplificación del dialecto cretochipriota o del jónico.
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Pues si aplicamos la lógica, llegaríamos a la conclusión de que hablaban tal como escribían. De ese modo, pudiendo demostrarse que sus signarios parten de Creta y Chipre (o del alfabeto de la Jonia en el caso del grecoibérico); también su idioma hubo de ser un tipo de griego, pero evidentemente muy sencillo y primario. Una última idea que añado basándome en un hecho que más tarde explicamos; ya que partiendo de esta premisa (creyendo que conocieran un idioma heleno abreviado y muy reducido) se argumentaría su corta fonética. Considerando que debido al acento de los habitantes de Iberia, o a la simplificación necesaria de un griego convertido en básico al hablarse por extranjeros. Los iberos que realizaron esos epigramas que intentamos traducir, tan solo conocerían ciertas palabras esenciales para la comunicación (mal pronunciadas) y que escribían al modo “suyo”. Un hecho común en importaciones idiomáticas y en las colonizaciones que extienden lenguas nuevas; donde es normal hablarlo mal, con un vocabulario reducido y llegando a desarrollar una ortografía propia (entre los nuevos parlantes).
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Tres imágenes -ya publicadas- con un estudio mío sobre los alfasilábicos ibéricos y su comparación con los sistemas de escritura cretochipriotas y anatólicos. Arriba, los sonidos “BA”, “BE”, “BI”, “BO”, “BU” y “TA” , “TE” en los albasilábicos de Iberia y otros. Recogemos las coincidencias con los signos en Chiprominóico, Lineal A (pictográfico), Silabario chripriota, Lineal A-B (silábico), Luwita e Hitita. También hemos incluido los signos que Gómez-Moreno marcaba como Egeos (minóico y creto egeo), aunque las identificaciones y caracteres descritos por este profesor no son correctos; ya que en su época todavía no se habían determinado del todo (ni siquiera habían traducido el Lineal B). Observemos en los cuadros que presentamos, las coincidencias entre los silábicos de Chipre y Creta, con los ibéricos. Recordemos una vez más que el alfasilábico chipriota se siguió utilizando en esta isla hasta la llegada de Alejandro Magno (que la convierte en territorio heleno).
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ARRIBA: Continuación del mismo estudio comparativo, en este caso con los sonidos: “TI”, “TO”, “TU”, “KA”, “KE”, “KI”. Observemos nuevamente las coincidencias entre los signos cretochipriotas y los ibéricos.
ABAJO: Parte última del estudio mío que ya habíamos dado a conocer, donde en sus tres cuadros podemos ver que el modo en que escribían los iberos (con signarios autóctonos) es claramente cretochipriota. Esta hoja tercera recoge las sílabas “KO”, “KU” y las vocales (sueltas). Es de destacar que entre los alfasilábicos peninsulares, al igual que sucede en los sistemas de escritura de Chipre y Creta; siempre tiene las vocales separadas y con un signo propio. Probablemente por la necesidad de usarlas para terminaciones, conjugaciones y declinaciones; o para utilizarlas como artículos e intersecciones.
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La idea propuesta antes de las imágenes, nos llevaría a concluir que quizás el “aquello” que escribieron en la Iberia prerromana, no era la lengua -o lenguas- que hablaban. Que redactaban en un idioma protocolario, importado y aprendido desde los colonizadores. Partiendo así de una hipótesis propia, que afirmaría como las distintas tribus iberas pudieron incluso usar esa lengua común y extranjera, para entenderse entre ellos (venido de muy lejos y que les serviría también para comunicarse con los colonos). Hipótesis que expongo, debido a que es algo que suele suceder en todo lugar aculturado y al que llega una nueva forma de escritura. Tal como podemos ver en América o en La India; donde utilizaron el Español y el Inglés -respectivamente- como idioma común, aunque sus lenguas primitivas (particulares y locales) eran muy diferentes. Desde esta premisa, los íberos podrían haber tenido muy distintos idiomas (de origen celta, de influencia fenicia o de raíz peninsular neolítica). Aunque posiblemente escribieron y se comunicaron en este otro, que les llegó seguramente del Egeo -junto a la enseñanza de signos para redactarlo-. Un hecho perecido a otros tantos habidos en la Historia; tal como sucedió en la Edad Media en toda Europa con el “bajo latín”. Utilizando este “latinajo” como único idioma escrito, al menos hasta la llegada de la imprenta; ya que las lenguas autóctonas no se usaron para la literatura, libros, leyes o inscripciones, hasta la llegada del Renacimiento. Un hecho que sin duda alguna es común en zonas colonizadas por una cultura más avanzada, organizada y civilizada (como sucedía entre los iberos y los egeos). Generando una situación que en muchos los casos históricos es similar, por la cual el aparecer un nuevo idioma; pasa a ser oficial, para uso religioso, de justicia y comercial. Llegando la lengua de los colonos (escrito en sus signos) a una forma para entenderse todos. Bastando comprobar lo que decimos, recordando cómo adoptó toda Sudamérica el español, o el modo en que los territorios anglófonos hablan el inglés (tal como gran parte del Norte de África adquiere el francés de idioma oficializado).
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Por lo que expongo, si pensamos que los iberos escribían en griego (aunque las tribus tuvieran distintas lenguas); a mi juicio nunca podemos creer que lo hacían de una forma perfecta, ni menos clásica. Sino de un modo primario, abreviado y semejante a un latín muy “bajo”. Recordando un idioma quizás enseñado por los jonios (o por los chipriotas), que les servía para comunicarse entre ellos, para entenderse comercialmente con los visitantes o para realizar ceremonias religiosas. De ello, aquel “bajo-heleno” contendría palabras “comodín”, con varios significados y se resumiría en un vocabulario muy corto. Es decir, sería un griego muy simple, y casi sin conjugaciones ni declinaciones, careciendo de riqueza léxica. Cuanto expreso puede explicarse con un ejemplo histórico, como lo fue el bajo latín, cargado de abreviaturas. Un idioma usado entre los miembros de la Iglesia, que al final se simplifica y muchos comprendían; expresando conceptos que todos entendían con siglas como IHS (Jesús Salvador de los Hombres) o R.I.P. (descanse en paz); o con frases y palabras litúrgicas como “Ave”, “Amén” etc.
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Del mismo modo puede buscarse un ejemplo actualizado, explicando que el heleno-ibero pudo ser semejante a los idiomas que usan los pilotos, o los comerciantes portuarios; donde se utiliza un inglés básico y abreviado, que todos dominan. Algo similar a lo que sucede hoy en día con la terminología de los jóvenes, en sus mensajes. Pues si tenemos constancia de que la fonética ibérica era muy corta, ello nos lleva a deducir que si escribieron en griego, este debió ser también muy simplificado. Tanto como para ser redactado sin confundirse con apenas letras. De un modo semejante al bajo latín que entendía el pueblo (con sus abreviaturas) y que en mucho se parece al que envían los jóvenes hoy en día por mensaje para comunicarse. Un lenguaje radicalmente aglutinado, sin acentos ni riqueza de palabras; en el que se puede escribir “x,k”, para decir “por qué”; ó “k t psa, t spro ac 1 h.” para expresar “que te pasa, te espero hace una hora”. Pero en el que no se recogen frases ni palabras complejas.
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Por cuanto expongo, creo personalmente que si los iberos escribían en griego, lo harían en una lengua abreviada, corta y muy simple. Debido a ello, para entender sus epigramas primeramente habríamos de realizar un vocabulario y luego llevar a cabo una sintaxis y una morfología; ya que sin diccionario y sin un sistema sintáctico y morfológico, el idioma realmente no existe (menos si está cargado de aglutinaciones, crasis y abreviaturas -como considero el caso de los epigramas iberos-). Pese a todo lo expuesto anteriormente y pensando que los iberos habían simplificado en palabras y fonética (consonantes y vocales) el idioma heleno. Aún nos quedaría una pregunta por responder: Pues no se entiende que si llegaban a confundir la “B” con la “F”, o la “K” con la “G”. ¿Por qué distinguían perfectamente otros sonidos tan difíciles de diferenciar, como la “S” y la “SH”, o la “R” y la “RR”?. Es decir, si habían sintetizado la lengua helena en voces y fonética (simplificando palabras y signos); carece de sentido que mantengan, diferencien y escriban dos letras tan complejas de distinguir como la “SH” y la “S”, o la “RR” y la “R”.
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Por último añadiremos, que además esta última pregunta recorta de nuevo a ciertas áreas la hipótesis del heleno-iberismo; porque en alfabeto griego no existe normalmente la “RR”, a menos que acudamos a las formas arcaicas de abecedario de Tera y Creta. Es decir, que en principio quedaría acotado el lugar de origen del signario, lengua y acento -de los iberos- habiendo de surgir de Creta o de la isla de Tera (muy próxima a Cnossos). Todo lo que se ratificaría a su vez con los sistemas de signos peninsulares: Alfasilábicos y por lo tanto con el mismo origen cretochipriota. Unos piélagos y zonas en pleno contacto con los fenicios; islas donde aquellos púnicos tuvieron enormes bases durante los siglos en los que se desarrollaron los sistemas de escritura ibéricos.
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BAJO ESTE PÁRRAFO: Portada del último libro de J.Ramón Rivera sobre iberismo: MISCELÁNEA EPIGRÁFICA IBÉRICA.
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CITAS:
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(1): "Miscelanea epigráfica ibérica" Editado por Círculo Rojo en marzo de 2016
(2): Editado por Círculo Rojo en julio de 2013 (primera Edición)
(3): Editado por Círculo Rojo en agosto de 2015 (primera Edición)

(4): Op. Cita (2) cap. 1 -INTRODUCCIÓN-; pag 19.
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Con motivo de celebrar que este blog casi ha superado los treinta mil lectores (con más de 29.800 lecturas), aprovechamos incluir mi música para quienes quieran escucharla.
En primer lugar podremos oir PLÉYADES, sexto movimiento de los doce que tiene mi ballet TARTESSOS, compuesto y terminado cuanto estaba en La Mili en Sevilla, en 1982 (grabación en semidirecto en Japón 1991). PULSAR SOBRE:
https://www.youtube.com/watch?v=Nw1g-OKTqyQ
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Tras ello invito a mis lectores a oir, la primera parte de MAEBASHI (LUZ); una de mis últimas obras. Suite de guitarra que también consta de doce movimientos, compuesta entre 2010 y 2011, dedicada a la ciudad en la que vivo (en Japón). En grabación semidirecta en Japón, pueden escuchar las tres piezas de la primera parte: LUZ (Atardecer, Amanecer y Luz de Maebashi).
PULSAR SOBRE SUS ENLACES:    
https://www.youtube.com/watch?v=NV8uqxKW434
https://www.youtube.com/watch?v=oM_vIP7Ryyk
https://www.youtube.com/watch?v=oM_vIP7Ryyk