viernes, 27 de enero de 2012

Final del III capítulo; comentarios y conclusiones.

AL LADO: Página 23 de TEXTOS IBEROS. Comienza en su primer párrafo disertando sobre las teorías del marqués de Algorfa (Pérez de Sarrió), de forma un tanto "dura", aunque añadiendo que fué un sabio. Sobre este último calificativo, estamos abosolutamente de acuerdo; pues en mi opinión el análisis de Pérez de Sarrió de los textos ibéricos, pretendiendo traducirlos desde el "fenico" (semíticas), no solo implica el conocimiento profundo del hebreo que Algorfa tuvo, sinó también una hipótesis inteligente (y "en algo" acertada, aunque sus conclusiones no fueran las verdaderas). Continúa con las teorías de Masdeu y Lorichs, quienes afirmaban también en el siglo XVIII y principios del XIX, que el idioma ibero era un simple latín "deformado", algo realmente lejano a toda realidad histórica. Finalmente termina hablando de la "idea itinerante" capitaneada por Doménico Sestini, la cual igualmente a principios del siglo XIX pensó que quizás los valores de los caracteres iberos tuvieran un significado diferente, conforme estuvieran al lado de otros signos (o frases).


Comenzaremos por dar nuestra opinión sobre las terías del marqués de Algorfa, del que siempre debemos pensar se trata de un sabio del siglo XVIII, donde la autodidáctica era norma común y la recién nacida "ciencia" luchaba contra todo prejuicio social (tiempos que dieron mentes tan preclaras como Newton, quien pese a su genialidad, se ha llegado a "superar" -desde el punto de vista teórico, no filosófico-). De tal modo, Algorfa es el claro ejemplo del ilustrado hispano de cultura inigualable y de gusto incomensurable. Un personaje en las ciencias y humanidades tal como lo fuera Jovellanos en la política. Quienes sufrieron el ostracismo junto a otros talentos "dieciochescos", debido al oscurantismo de Carlos IV, la ignorancia de Godoy y el analfabetismo radical de Fernando VII -llegando a ser torturados, denostados, y los más afortunados (como este) tan solo olvidados-. Dicho ello y aclarando que en el periodo fernandino se cerraban universidades, con cuyos fondos se abrían plazas de toros oficiales (cosos). Idea de aquel rey "deseado" y con el fin de que la corona se ganase el aplauso del pueblo; a quienes se les motivaba para que aplaudieran esta medida real y de paso "apedrearan" a los ilustrados (haciéndolos huir a otros paises). Exponemos algunas ideas sobre el tan denostado marqués de Algorfa, cuyos duros analistas y peores enjuiciadores creemos que leyó mi padre (y a quién confundieron en lo que expresan sobre aquel sabio, tratándole como un loco "obnubilado" que leía a Nabucodonosor entre los textos iberos...).







De tal modo -y muy por el contrario-, en mi opinión la hipótesis de Algorfa sobre el ibero afirmando que era de raices fenicias, tanto que hasta su alfabeto fuera púnico, es más que sabia (sobre todo teniendo en cuenta que se formula hace más de doscientos años). No solo porque los signos de escritura en "letras", tal como hoy los conocemos, comenzaron a crearse en la franja de Canaán y Siria (Fenicia). Donde primero desde los símbolos cuneiformes, partiendo desde el Ugarítico del siglo XV a.C.; se conformaron dos siglos más tarde estas "letras", partiendo del Protosiánico Anterior (caracteres importandos desde tierras egípcias y cercanas a la actual Israel). Conformando así un "alefato" que luego surge como "abecedario" y que se extendió por todo el Mediterraneo Norte; cuyos albores están en el siglo X a.C.. Signos que primero llegaron en forma de contabilidad o señales para entenderse comercialmente -entre fenicios y gentes de Anatolia, la Hélade y etc.-; pero que ya desde el siglo IX a.C comenzaron a tener un sentido pleno. Conformado finalmente las "letras" que crearon para escribir en lenguas arcaicohelenas; expandiéndose aquel "alfabeto" por toda la Grecia Arcaica y luego por el Oeste del Mare Nostum (especialmente hacia Etruria, Iberia y el Lacio). En todo este periplo, desde que nace en Bibos-Ugarit hasta que llega a Iberia y que debió durar al menos cuatro siglos (del X al VI a.C.), los caracteres iniciales fenicios se fueron mezclando con silabarios creto-chipriotas -o anatólicos-, conformando tal como dijimos y así, el conocido alfabeto griego arcaico (que tiene algunas variacones con el clásico y muchos parecidos con el púnico).

Posteriormente griegos, fenicios y egeos, llegaron hasta tierras occidentales, donde colonizaron nuevas tierras fundamentalmente en busca de sus metales y materias primas. Aquella expansión oriental, que se trajo desde el siglo VIII a.C. con grandes migraciones hacia el este desde las islas del Egeo y Fenicia, fundando Massilia (Marsella), Rhodetom (Rosas-Emporiom) o Gadir y Malaka (Cádiz y Málaga). A su vez fue aculturando primero las costas de Iberia y posteriormente el interior. Tanto que ya en el siglo VI a.C. comienzan a leerse escritos en un idioma (o al menos en unos caracteres) diferente a todos los otros del Mediteraneo. Estos son los llamados ibéricos, que tienen una unidad plena y que fundamentalmente se diferencian en que los del Sur (la Turdetania -Andalucía-, Alentejo y Algarve) se escriben comunmente en sentido semita: Habiendo leerse de derecha a izquierda. Por lo demás algunos signos ibéricos son diferentes según la zona, distienguéindose la Meseta del Sur y esta de la zona levantina, la aragonesa y la pirenaica. Pero en todo ello hay una pauta de unidad que obliga a pensar que los iberos tenían una cultura común en el siglo Vi a.C. y que hablaban (o al menos se entendían) en un mismo idioma (escrito o hablado).



AL LADO: Página 100 del magnífico libro sobre la exposición de "Los Fenicios", así intitulado y coordinado por Sabatino Moscati en 1988. Editado en Barcelona en ese mismo año y a quienes agradecemos nos permitan divugar esta su hoja 100, esta obra se trata de una de las mejores monografías sobre el mundo púnico publicadas -pese a sus casi veinticinco años de antigüedad- . En la imagen que recogemos, vemos cuales son las diferencias entre los alefatos fenicios originales (a la izquierda en el gráfico) y los alfabetos greco-arcaicos posteriores (a la derecha). Siendo tales sus similitudes que coinciden las letras: Quince, sin contar que otros muchos símbolos griegos, como: también tienen similitudes con sonidos cercanos en alfabetos fenicios antiguos (como ejemplo no hay que ver más que la Tet fenicia de la foto, que es casi igual a la Teta griega 



Tal como decimos, uno de lo problemas que plantea la existencia de un alfabeto característico, propio y distinto a todos los demás, existente en nuestra Peninsula (al menos desde el siglo VI a.C.), es que había una unidad cultural y seguramente idiomática ya en este tiempo. Más claro: Que los íberos conformaban un conglomerado de pueblos más que unidos y comunicados y con caracteres muy semejantes. Ello es un hecho que se puede demostrar con una base histórica tan simple como viendo que: Los helenos todos escribían en su alfabeto y lengua; tanto que cuando nos encontramos ante un cambio de caracteres e idiomas, pese a que sea en lugares muy cercanos, fronterizos o incluso dentro del territorio griego, ya sabemos que no se trata propiamente de helenos. Al igual que los íberos debían tener sus dialectos (eólio, jonio, ático, etc), con sus variaciones en caracteres de escritura (sobre todo en época arcaica). Pero allí donde hacen presencia los griegos, veremos escritura en su lengua. Pudiendo llegar a deducirse hechos históricos como el de que los frigios no eran helenos, porque usaban otro idioma, apareciendo a mediados del siglo VII a.C. el griego allí, lo que confirma que los sucesores en Frigia (los lidios) sí lo eran.

Este es un hecho tan indiscutible como cierto, por el que podemos aseverar y afirmar que nunca pudo escribirse en América lengua española, antes de 1492. Donde de hallarse algún texto hispano con fecha anterior al Descubrimiento, con seguridad se trata de "una antigüedad" hispana, llevada desde Europa en tiempos posteriores a Colón. De igual modo, allí donde llegaron los fenicios y desde esos siglos en que aparecen, proliferaron sus inscripciones; algo que precisamente se mantiene hasta la desaparición (o el exterminio) de su civilización. Ello supone que escritura y cultura son dos hechos tan unidos, como el analfabetismo y la barbarie. Por lo que hemos de deducir que si nos encontramos una unidad de alfabeto e idioma, desde el Norte de España (zona vascopirenaica) hasta el Sur (Andalucía -Tartessos- y el Algarve); ello significa que los íberos ya en esos siglos eran una civilización unida y con grandes caracteres en común.

Lo antes dicho es algo que no afirmamos nosotros, sinó que lo dictan todos los textos antiguos (griegos y romanos, desde el siglo V a.C. al II d. C.) quienes llaman iberos a los que vivían en el territorio comprendido entre: El actual Gibraltar, hasta Aquitania y desde el Cabo de Roca, hasta las Islas Baleares. Tanto que creemos como la palabra Iberia es un sinónimo de Hispania, nacida esta segunda por deformación de lo que significaba "Iberia" en griego arcaico (incluso en un idioma anterior: preaqueo o protoindoeuropeo). Debido a que Hesperia ; era voz cuyo significado es "Atardecer, Occidente" en griego y que seguramente se origina desde "esberia" - "Severia", que en indoariano es "occidente", "atardecer" ("Sol en el agua"). Voz que en semíticas pudo generar las palabras "Sefereria" (hoy Sefarad) y que se trasforma en fenicio por Spani-Spali, que produjo Hispania e Hispalis -para comprobarlo y no deseando extendernos más en este tema (que ya hemos tratado repetidamente), aconsejamos consultar nuestra entrada del blog Lo Invisible en el Arte:
http://loinvisibleenelarte.blogspot.com/2011_04_01_archive.html


AL LADO: Cuadro de Manuel Gómez-Moreno, en el que de manera interesantísima expone las similitudes entre el alfabeto ibero y otros como el fenicio, y los egeos (minoico y egipcio-egeo -cercanos al chipriota-). El interesante trabajo de este genio de la arqueología tristemente no culminó por conseguir traducir el ibero, algo que quizás hubiera conseguido hacer desde los idiomas que se relaciobanan con los lugares de los que procede su alfabeto (que vemos son fundamentalmente: Fenicia, Chipre, Creta y el Egeo). Ello porque cuando muere don Manuel Gómez-Moreno, aún no se habían conseguidido decifrar claves como la del lineal B (Minoico-cretense) o las del hitita. Creemos que si esta insigne personalidad de la historia hubiera vivido en nuestros días, seguramente hubiese avanzado muchísimo en sus estudios, al poder comparar las palabras iberas con las del minoico-chipriota, y con algunas comunes de origen fenicio, tanto como una gran mayoría anatólica. Una labor que tan solo pudiera hacer un genio como Gómez-Moreno, al cual solo "me acerco en el parecido" de su apellido y sobre todo por la admiración que guardo hacia su persona y su obra. Por lo que desde estas lineas, viéndome en la imposibilidad de traducir el hitita, menos para llegar a compararlo con el protoaqueo y las semíticas; animo a quienes de veras dominen la filología egeo-anatolia, minoica y chipro fenicia, a intentar descifrar de este modo el ibero, usando las fuentes que creo originaron la primera lengua que se escribió en nuestra Península (algo que en parte hizo mi padre, al pretender llegar a comprenderlo desde el griego arcaico, tal como en un principio intuíamos se podía hacer).


El cuadro anterior en el que vemos las similitudes enormes entre los alfasilabarios y alfabetos, fenicios, egeos e ibéricos; contiene un problema como es el de que los signos aún siendo los mismos, se han de leer de forma diferente. Ello por el simple hecho de que el de los iberos es silábico y tan solo puede coincidir con un alfabético, en sus vocales. El resto de caracteres al expresar sílabas, precisa una interpretación referida a "ba, be, bi, bo, bu"; ya que la "b" por si sola no existe en un silabario. Lo mismo sucede a la escritura egeoa (especialmente entre los creto-chipriotas y los anatolios); hecho este que debió hacer dejar en segundo plano u olvidar este interesante cuadro de Gómez-Moreno, en el cual se podía intuir que el idioma ibero pudo ser de origen fenicio-chipripriota-creto-egeo. Olvido de esta genial comparación intuitiva expresada por maestro entre maestros, más aun cuando el Lineal-B, los idiomas anatólicos y hasta los de Chipre, no se habían descifrado en los años en los que dibuja este gráfico que expresa la clara idea de la afinidad entre todas estas escrituras.

Máxime en una época en la que aún no se conocía la antigüedad del Minoico Lineal-B, anterir al fenicio y que podía dar la clave de que el origen del alfabeto de estos pueblos marineros estaba en el comercio marítimo. Un mercado que iba desde Ugarit a Chipre y de esta isla a la de Creta, en tan solo semanas de navegación. Lugares de gran mercado y puertos, que ya en el siglo XV a.C. tenían sistemas alfabéticos y silábicos de escritura, posiblemente porque esta se oiginó desde un método numérico. Más claro: En nuestra opinión, consideraamos que muy posiblemente el origen del alfabeto (por letras o sílabas) procede del momento en el que la escritura "cae" en poder de la casta de comerciantes. A quienes no les interesaba un método difícil, hierático, sagrado, ni menos incmprensible; como los fue el ideograma (pictograma o jeroglífico). Simplificando los sonidos por caracteres: A uno por letra o por sílaba (como si se trataran de números o cifras). De ello la hipótesis del origen fenicio del ibero que propuso el marqués de Algorfa hace ya más de docientos años, nunca debe ser infravalorada; más aún si tenemos en cuenta que en aquel tiempo ni se conocían las civilizaciones minóicas, hititas o protoindoeuropeas. Para comprobar lo que afirmamos incluimos la imagen siguiente, tras lo que seguiremos comentando el capítulo III del libro TEXTOS IBEROS, que analizamos:

AL LADO: Cuadro sinóptico que presenta el profesor M. López Pegna, donde podemos ver la similitud entre los alfabetos fenicio, hebreo, griego arcaico, etrusco y latín. Coincidencia que no se debe a que tan solo sus signos sean casi iguales, sinó que además tienen un mismo significado. De lo que podemos afirmar y deducir que los "padres" del alfabeto romano fueron el etrusco y el heleno, pero que ambos nacieron del fenicio (totalmente emparentado con el hebreo).



AL LADO: Última página del capítulo III que analizamos, donde Mario Góme-Morán continúa exponiendo las teorías anteriores al siglo XX, sobre el idioma ibérico, hablando de tratadistas como Merino, o Caignart. Tras ello explica como pese a la enorme capacidad y cultura de los múltiples estudiosos que sobre el tema hubo (ya desde el siglo XVI), no se ha conseguido resolver el enigma de los textos ibéricos.






miércoles, 25 de enero de 2012

CAPITULO III, primeros investigadores de la lengua ibera (exposición histórica sobre las teorías iniciales entorno a la epigrafía ibérica)

AL LADO: Página 19 del libro TEXTOS IBEROS -que venimos analizando- y principio del capítulo III, donde Mario Gómez-Morán recoge el comienzo de los estudios sobre escrituras peninsulares prerromanas. Teniéndose como inicador de aquellos y ya en el siglo XVI, al que fuera arzobispo de Tarragona: Antonio Agustín. Este insigne prelado, hombre típicamente renacentista dejó dos importantes obras analizando por primera vez el tema: Un tratado de medallas (monedas iberas) y otro sobre "Inscripciones y otras antigüedades". Su continuador sería Ximénez de Urrea, quien realiza su labor hasta mediados del siglo XVII; noble igualmente aragonés y perteneciente a la casa del posterior condado de Aranda. Ilustrado renacentista quien idénticamente deja algunas obras sobre medallas e inscripciones iberas. Tras aquellos, ya en pleno siglo XVII creció el interés por la epigrafía ibera y varios autores aparecen escribiendo acerca del tema (que hasta aquellos años hubo de ser casi esotérico, por no decir extravagante). Destacando entre aquellos los libros de Andrés de Uztárroz y del mencionado Francisco Ximénez de Urrea, entre los que se debe mencionar el estudio de la moneda Iacetana (de Jaca).

AL LADO: Imágen del jurisconsulto y Arzobispo zaragozano Antonio Agustín Albanell (1517-1586), tal como la tiene liberada Wikipedia en red, a los que agradecemos nos permitan divulgar su imágen (copyright libre: Grabado sin autoría protegible). Fué aquel obispo de Lérida y Arzobispo de Tarragona, ejemplo del humanista renacentista. Muy influido por las corrientes italianizantes que entonces imperaban en el Aragón -recién unificado a Castilla-, era hijo de uno de los principales Consejeros de Fernando el Católico. Educado con esmero y formado como jurista en Bolonia, escribió dos tratados sobre epigrafía y numismática ibérica al fin de su vida cuando es nombrado arzobispo de Tarragona; trabajos que se han perpetrado como el inicio de los estudios sobre aquella materia. El carácter de hombre culto y refinado del arzobispo Agustín, se completaba con el hecho de ser un políglota que dominaba las lenguas clásicas (latín, griego y arameo) y al menos otras tantes de las comunes a su época (castellano-aragonés, italiano, francés e inglés). Debido a ello, fué jurisconsulto y mediador entre el rey de Francia y España, expositor en Trento, redactor del Corpus de De Derecho Canónico y legado en Roma; tanto como Nuncio en Inglaterra, para concertar el matrimonio entre Felipe II y la hija de Enrique VIII.

Persona de extremada cultura, este sacerdote zaragozano que se recuerda como el primer estudioso de los textos iberos, es un "extraño personaje" que quizás la Historia ha olvidado y del cual podría escribirse una novela. No solo por las "peripecias" y acontecimientos que debió vivir en el Londres enfrentado poco antes a Carlos V, al que acude para conseguir en 1655 la unión de su princesa (nieta de los Reyes Católicos), con Felipe II; cuando el rey hispano se casa con su "tia" María Tudor. Sinó también por el carácter misterioso y casi esotérico que por aquel entonces guardaba el estudio de la epigrafía y de un idioma prerromano y desconocido como el ibero. Famoso coleccionista y "anticuario" como por entonces se decía, es el claro tipo de hombre italo-aragonés renacentista.


AL LADO: Portada del Tratado sobre medallas y de la moneda Jaquetana de Vicente Juan de Lastanosa y Baraiz de Vega (1607-1680), obra que en un principio de llamó "Piedra de toque de la moneda Jaquesa" y que más tarde se amplió como "Tratado de la Moneda Jaquesa y de otras de oro y plata del Reino de Aragón" -editado en 1681-. Muy significativo es el nombre que da a su primer estudio Vicente Juan de Lastanosa, puesto que la denominación de "Piedra de Toque" creemos que se debe quizás a que en la inscipción de aquella moneda de la antigua ciudad de Jaca -llamada "iaka" entre los iberos- se lee con algo de imaginación su nombre. Ello porque el símbolo latino y griego arcaico de la "A" es casi igual en el ibero. A lo que se suma que tan solo hay que deducir que la primera letra es una "J" o una "i", de lo que el siguiente símbolo ha de ser "KA", formando "iaka". Ello obliga ya a pensar que existe un alfa-silábico y que aparte tiene las vocales (a,e,i,o,u); y en base a esta palabra "IAKA" pudo intuirse el desciframiento e ir descubriendo a través de la numismática el alfabeto ibérico. Bastando observar cual era la moneda más común que se hallaba en cada cuidad (o ceca) y encontrar o localizar el nombre prerromano de aquel lugar.


AL LADO: Veremos con este denario iberorromano lo que hemos intentado explicar anteriormente al hablar de la moneda "Jaquetana" (de "iaca" prerromana). Para que lo entendamos rápidamente, tomamos como ejemplo esta moneda de SAKAISA y su leyenda inscrita; con ella es fácil observar cómo se fue descubriendo el alfabeto ibérico a lo largo de los siglos -a través de la localización de las cecas y yacimientos-. Así el denario que vemos al lado fue hallado en un lugar junto a Calatayud (Bílbilis) que se llama hoy en día Belmonte. Tras ello, estudiando las geografías más antiguas -o los textos clásicos- encontramos por ejemplo, que en ellos se citan varias "mansiones" prerromanas cercanas a Bílbilis. Hallando el dato de que a una distancia muy similar a la que mencionan y a la que hay actualmente entre Calatayud y Belmonte; precisamente en esta direción (Norte y en la ruta a Cesaraugusta), existía un lugar ibero con el nombre de SEKAISA.

Tras ello, estudiando abecedarios muy antiguos podemos intuir y sabemos que en griego arcaico (jonio) esta "M" inicial es una sigma fuerte, signo que posteriormente escriben igual pero en orizontal = . Sabiendo que la leyenda empieza por "S", podremos ver que el siguiente caracter es casi una "E" (escrita en alfabeto grecolatino arcaico), lo que ya nos dirá que pone "SE". Finalmente observamos como claramente la palabra inscrita en el exergo de la moneda termina con "S" , "A" ( "sigma alfa" iguales a las arcaicas de abecedarios heleno-romanos). Por lo que la conclusión es que pone : "SE ?? SA". Tras ello, y sabiendo que el lugar cercano a Calatayud hoy llamado Belmonte, se conocía por SEKAISA deduciremos  lo que pone en su centro como "KA" . Así que ello implica que esta escritura contiene un alfasilabario ya que hay dos símbolos intermedios, formando la sílaba "KA" y continuando con la letra "i".






 
Con todo ello, viendo que la "i" es seguramente la letra que hay antes de la "sigma", iremos a comprobar en otras monedas si aquel símbolo que parece una "N" con tildes puede ser la "i" que nos falta. Conclusión que podremos comprobar al ver que en los denarios de Jaca se puede corroborar todo ello. Puesto que empiezan por la "i", siguen por la "a" y acaban con esa sílaba que se parece a una "A" que ha de leerse "ka" (siendo además estas "i"  "a" iberas, muy similares a las arcaicas grecorromanas, nos será fácil entender en la moneda de Jaca "i-a-ka"). De lo que ya sabríamos al menos cuales son los símbolos de "S" (sigma fuerte escrita como una "M" = ), de la "s" (sigma normal o débil = s). Tanto como los de las letras "a", "e", "i" y el de la sílaba "KA". Pudiendo afirmar que aquel lugar hoy llamado Belmonte y donde se halló este denario, era la antigua "SHEKAISA" tal como en la moneda pone -Para finalizar, decimos que este método de desciframiento de la escritura ibérica que hemos explicado en tres párafos; tardó más de tres siglos en confirmarse y perfeccionarse-.


AL LADO: Página 20 del libro TEXTOS IBEROS, en la que expone como el primero que expone la teoría del vasco-iberismo fue el escritor vascofrancés Arlaldo de Oihenart, en su obra que trata de sobre las Vasconias (la ibérica y la aquitana) y data de mediados del siglo XVII. Autor cuyos conocimientos políglotas le permitieron editar uno de los primeros dicconarios sobre la lengua vasca -comparada y orientada hacia el las prerromanas peninsulares-. Habla en esta página igualmente del famoso Fray Manuel Cenáculo, Arzobispo de Évora, quien inició la colección del actual museo arqueológico, hoy junto a la preciosa catedral de la capital del Argarve. Curioso aficionado a la arqueología, Fray Manoel Cenáculo, a fines del siglo XVIII realizó múltiples excavaciones, llegando a estudiar y pintar gran parte de la epigrafía aparecida hasta entonces en la zona del suroeste peninsular a la que pertenecía su diócesis. Dibujos e inscripciones que se toman como modelo ya desde principios del siglo XIX, por los estudiosos hispanos, franceses y alemanes que ya orientan de un modo "científico" la investigación sobre la escritura ibérica. Termina esa página mencionando como extrañamente en el siglo XVII también suge la teoría de que los textos iberos son runas o una herencia de los godos (error que tan solo se debió al parecido entre algunos símbolos ulfilanos o visigodos y el alfasilabario prerromano de la Península).


AL LADO: Página 21 del mismo libro en la que continúa con la extraña hipótesis sobre el origen rúnico de la escritura ibérica, incluyendo posteriormente otra idea más extravagante sobre el "asunto". Pese a ello, observemos como casi todos los estudios que se hicieron, intentando transcribir la lengua ibera (antiguos o modernos, certeros o trasnochados); se basaron en análisis comparativo de la numismática hallada en cada ceca y la identificación de los lugares con su topónimo prerromano -Método al que llaman comunmente hasta el siglo XIX: "tratados de medallas".
En su último epígrafe, esta página 21 ya habla del primer investigador que utilizó un método científico para el descifrmiento de los textos iberos, quien era el famoso marqués de Valdeflores. Este, más conocido como Jose Luis Velázquez; cuyos estudios y láminas hemos podido manejar cuantos nos hemos interesado por el ibero -habida cuenta de las múltiples ediciones que de ellas se hiceron durante fines del siglo XIX y principios del XX-. Pese a ello, Velázquez pertenecía a una época en que se deconocían los silabarios mediterraneos, por lo que buscaba un abecedario literal (es decir, un alfabeto en que cada signo fuera una letra). El hecho es que siguiendo este método solo pudo identificar con certeza en grafía ibera las letras: "A" ; "E" ; "L" ; "S" (todos ellos casi iguales a los del griego arcaico, en signos jonios -preferentemente-).








AL LADO: Recogemos un fragmento de cerámica griega (uno de los más antiguos hallados en nuestra Península), procedente de un yacimiento Tartessio de Huelva y perteneciente al Museo Arqueológico de esta ciudad (al que agradecemos nos permita divulgar la imagen). Veamos cómo en la inscripcion que data del 570 a.C. (aproximadamente) y fué hecha por el conocido pintor "Klitias" , pone claramente ATENEA; en alfabeto heleno con mayúsculas y no muy arcaico -(A). Pese a ello, sus caracteres son muy similares a los que tienen las incripciones iberas, aunque el valor de cada signo en el ibero es muy diferente. Los investigadores no repararon en ello hasta fines del siglo XIX y principios del XX; cuando el descubrimiento de los silábicos egeos hizo ya deducir que se trataba de una lengua escrita en alfasilabario (no en abecedario). De lo que es fácil comprender por qué hasta nuestros días no se han podido formular hipótesis ciertas para la transcripción y posible traducción de los textos prerromanos. Como decimos, Velazquez de Velasco pudo confundir cuaquier inscripción monetal ibera, con estas griegas (especielmente con las anteriores al siglo VI a.C.), ya que sus rasgos son muy similares.



AL LADO: Página 22 de TEXTOS IBEROS en la que nos habla del problema que los investigadores del siglo XVII tuvieron al otorgar caracteres latinos o griegos al alfabeto prerromano peninsular. Entre ellos, el que más fama parece que alcanzó con este método fué el Padre Flórez, quien concediendo valores similares a los del abecedario grecorromano a las incripciones iberas, llega a realizar varios tratados (que fueron bien acogidos entre los eruditos de fines del siglo XVIII). Finalmente cita al marqués de Algorfa, quien genera un sistema de lectura basado en el alfabeto fenicio, llegando a traducir los textos, encontrando en ellos personajes y nombres tan conocidos como Heracles o Nabucodonosor.



AL LADO: Estela votiva procede de Cartago, siglos III al II a.C. (propiedad del Museo de Cartago, al que agradecemos nos permita divulgar la imagen). Traemos aquí un ejemplo de epigrafía fenicia, para observar cómo el problema del valor y equivalencia de los símbolos del alfabeto ibérico fue ya en sí mismo una gran incógnita que la ciencia tardó centenares de siglos en resolver. Pese a ello y por ser un silábico que no distinge sonidos al escribir de manera igual un fonema de idéntico origen (solo diferenciando si es labial, dental o palatal. Es decir: "B" ="P" ="V" , luego PO = BO = VO); su traducción se hace increiblemente compleja. Por ello, y en nuestra opinión, la teoría del marqués de Algorfa pretendiendo que pudiera tener orígenes fenicios, no tiene nada de extraña, pareciéndome a mí (personalmente) inteligente. En la siguiente entrada comentaremos qué consecuencias pueden surgir al pretender incluir el alfabeto ibero entre los de "cierta raiz" fenicia. Algo que lo asimilaría a los más antiguos de Egeo -prescindiendo de los silabarios del III y II milenio a.C.-; relacionándolo con los de las costas de anatolia del siglo XI y VIII a.C., tanto como a otros muy cercanos y que permanecen aún cargados de incógnitas  en el Occidente mediterraneo (como el etrusco).












miércoles, 18 de enero de 2012

Conclusiones a los dos primeros capítulos y aproximación al posible origen de la lengua ibera.

JUNTO ESTAS LÍNEAS: Última página del capítulo II de "Textos iberos" de Mario Gómez-Morán, en la que expone la dificultad de su interpretación, algo que de algún modo se debe a sus soportes de escritura. Siendo estos por lo común: Estelas, plomos y láminas de metal (oro, plata o bronces) -tanto como existen algunas inscripciones de menor importancia y extensión grabadas sobre trozos de vasijas o pintadas en piezas cerámicas-. Diciéndonos el libro que analizamos que este problema de plantea una situación similar a "como si en nuestos días se hubiera destruido toda la información existente en soportes perecederos -como el papel- y conservándose tan solo lápidas". Puesto que evidentemente, lo que quedaría para las generaciones venideras sería tan solo escritos conmemorativos o placas dedicadas a personajes y hechos ilustres, algo que para nada recogería la vida cotidiana, concediendo una dificultad extrema en su traducción (puesto que en su mayor parte contendrían fechas y nombres propios). Por lo demás, continúa exponiendo como estas inscripciones prerroromanas tienen un segundo problema, en base a su "brevedad de palabras"; puesto que pese a que algunos son de una mayor extensión -conteniendo varias lineas-, cuando pasamos a analizarlas el resultado puede ser que solo constituyan una simple lista de nombres propios (como sucede en los de Botorrita). Finalizando el capítulo con la idea de que tan poca es la información que dejan entender los escritos iberos, que la simple piedra de Rosetta contiene mucha más aportación filológica e idiomática que todos los textos prerromanos hispánicos juntos. En los que en su gran mayoría no se contienen más de dos o tres palabras y cuya comprensión puede hacerse imposible por tartarse de simples nombres y fechas (de topónimos, gentilicios, o de referencias a personas y dioses).


Finaliza con la página arriba incluida el segundo capítulo, en el que ya hemos visto en la anterior entrada cómo expone dos principales cuestiones para el estudio de la epigrafía ibérica: Primero, la falta de textos y la brevedad de estos (tanto como su carácter formal o ritual). Segundo que el método del análisis que hasta hoy se ha seguido no ha dado apenas resultados, llegando a un "callejón sin salida", en el que el tema ha quedado en estado irresoluble. Desde estos parámetros, decide plantear una nueva hipótesis; teoría que iniciaríamos juntos él y yo hacia 1988, pero en la que por mi parte desisto tres años más tarde -al no coincidir plenamente con el camino seguido-. Ello, porque mi padre llega al convencimiento de que si los textos ibéricos están escritos en una lengua cercana al griego y a las de Anatolia (como pensábamos), nunca puede ser un idioma mucho más antiguo que los propios escritos. Tiempo que comprende desde el siglo VII al II a.C., en los que se deben fechar como más antiguo y reciente de entre las epigrafías . De ello, deduce que si planteamos la teoría de que aquellos escritos prerromanos están redactados en un idioma de la "rama helena" o auqueo-anatólica, esta debe cercana en época y contemporánea en uso a los años por los que se inicia el alfabeto ibérico.

En referencia a esta idea, yo por mi parte defendía una teoría muy distinta y que era en algún modo muy diferente (por no decir contraria) a aquella que mi padre ya comienza a escribir en la obra que analizamos. Puesto que aún creyendo que las inscripciones pudieran considerarse redactadas en una lengua cercana al griego, mi opinión era (y es) que aquel fue un idioma protonidoeuropeo y no indoeuropeo. Más claro: Que los textos iberos se habían escrito en un habla usada en tiempos muy anteriores al nacimiento y creación de la Hélade; tanto como por gentes que conocían o se expresaban con voces de tipo hititas, egeas antiguas, pre-aqueas (eteocretenses o chipriotas). Por lo que afirmaba entonces (tal como aún creo) que seguramente estaban redactados en idiomas procedentes del area delEgeo y más concretamente de Anatolia, con origénes en el Cáucaso. Considerando que principálmente podemos creer el idioma de los textos iberos como procedente de lugares cercanos a la orilla Sur del Mar Negro y sobre todo de las inmediaciones de la tróade, cuyas lenguas del II milenio a.C. como se ha podido demostrar que están emparentadas con el vascuence.

En esta diferencia de pareceres hizo que yo desistiera hacia 1990 seguir con las hipótesis del griego puro como fuente de los idiomas prerromanos peninsulares y dejara de colaborar en "Textos iberos" con mi progenitor. A la vez, mi padre acerca de mi teoría eteoegea, se preguntaba cómo podían haber escrito hasta el II a.C. los iberos, utilizando unos idiomas anátolicos que habían desaparecido hacia el siglo XIV a.C. (además a cinco mil quilómetros del lugar de procedencia, la actual Turquía)... . A todo ello lecontestaba y razonaba yo, que la explicación se encuentra (a mi parecer) en las primeras colonizaciónes de la Península, llegadas desde aquellas tierras bañadas por el Egeo. Un hecho que históricamente parece indiscutible, puesto que gran parte de las culturas que emergen a comienzos del II milenio a.C. en nuestras tierras, proceden del Oriente Mediterraneo (de zonas muy cercanas a Turquía, Chipre, Creta y Asia Menor). En cuyos hechos existe una "clave" como lo fue la explosión del tremendo volcán Tera, hacia el 1600 a.C.. Una circunstancia que quizás no se ha considerado demasiado para pensar y considerar los motivos por los que pudieron venir en gran número aquellos colonizadores llegados desde Anatolia desde el 1600 a.C.. Aunque la verdad es que tal erupción devastó todo el área del Egeo y el Cicládico, destruyendo las culturas a Chipre y Creta y alcanzando las costas de Asia Menor y Oriente Medio. Por lo que ha de pensarse que tras el desastre de esta isla de Santorino (que dejó durante años sus proximidades arrasadas), debieron venir gentes desde el litoral de la actual Turquía en avalancha.

JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, Santorino tal como lo publica J.V.Luce en su libro "The end of Atlantis". Observemos en la imágen los acantilados de lava (cenizas o escorias) y sobre estos el pueblo, encima de las montañas nacidas por la erupción. La isla de Santorino surgió tras la explosión del volcán Tera, cuya virulencia no tuvo parangón en la Historia, pudiendo ser un desastre solo comparable (en algún modo) con el del Krakatoa, ocurrido a fines del siglo XIX. Pese a que la erupción de aquel volcán del Pacífico fue de muy menor importancia, aunque aquello produjo varios años sin verano (a causa de la nube de gases), lluvia de cenizas a miles de kilómetros de distancia (habiendo llegado hasta Europa) y la destrucción de todo cuanto a su alrededor existía (a centenares de kilómetros).

El profesor Angel Galanopuolos junto a J.V. Luce, en los años setenta investigaron el Tera hallando su tremendo cráter y la magnitud de la catástrofe, encontrando bajo los montes de escorias la antigua ciudad desaparecida (de época premicénica -minoica-). Por aquel entonces, ambos científicos creyeron que la explosión se produjo hacia el 1580 a.C., aunque actualmente y gracias a restos de maderas hallados bajo Santorino, se ha fechado exactamente la erupción sobre el 1650 a.C.. Por su parte, ya es absolutamente admitida la teoría histórica que explica como este desastre motivó la destrucción del Imperio Minoico; ya que Creta dista tan solo unas decenas de millas de esta isla del Tera. Abajo, en la imagen: Portada del libro de J.V. Luce, donde por primera vez se dío a conocer la importancia de aquella explosión volcánica y se expuso la hipótesis que explicaba como en el recuerdo de aquel desastre pudo generarse la leyenda-mito de La Atlántida (como memoria de la caida del Imperio Minoico, en el 1650 a.C.).





Un hecho similar al ocurrido en el reino de Minos y también a consecuencia del Tera, se piensa ocurrió en el Nilo, en las mismas fechas. Ello fué la caida del Imperio Medio, que tuvo consecuencias iguales a la catástrofe cretense y que hubo de tener fatales consecuencias entre las culturas del area mediterranea cercanas al volcán. Incluso entre las civilizaciones muy lejanas al Tera se sucedieron convulsiones, tanto como para que aquellas que se desarrollaban en la Península Ibérica en el siglo XVII a.C. sufrieran cambios. Sobre la repercusión de esta erupción en el imperio del faraón, la arqueología moderna ha encontrado motivos para conocer que sufrió un desastre que acabaría con el Imperio Medio, algo que muestran las innumerables piedras volcánicas llegadas desde el volcán (la mayoría por mar, aunque se considera que algunas fueron las arrojadas por el cráter, alcanzando por aire hasta Egipto). Del mismo modo, en estratos y capas del terreno, se ha descudierto que llovió durante meses cenizas y lavas; principalmente en la desembocadura del Nilo. Por su parte, el mar Mediterraneo estuvo prácticamente cubierto de cenizas y rocas flotantes durante años, permaneciendo enteramente intoxicado.

Ssta situación  ha llevado a los arqueólogos a concluir cómo la caida del Imperio Medio egipcio se debió a la explosión del Tera. Pues tras ella parece que huyeron a resguardarse y hacia el Sur del Nilo gran parte de la población faraónica; unos por temor y otros ante la imposibilitad de habitar entre los restos que llegaban del volcán (que permaneció meses en erupción). En este trance y con el delta desprotegido o desocupado, entrarían en Egipto tribus y gentes ajenas (por mar y por tierra), perteneciente a las multitudes que vagaban sin hogar ni futuro, desde las costas del Egeo y de Oriente Medio. Mientras, el Tera siguió en actividad durante más de un año, al igual que no cesaron las lluvias ácidas, de cenizas, gases y piedras de lava. Consecuentemente, todos los que habitaban en las cercanías del desastre, hubieron de refugiarse hacia zonas apartadas y donde al menos se viera la luz (entre las nubes de cenizas). Situación esta y hechos que confudirían a las grandes civilizaciones próximas y hundirían en el temor, la superchería y la pobreza a algunas más lejanas (como la del Nilo). Por todo lo que sería esta una oportunidad inmejorable para atacar a los pocos ejèrcitos del faraón que defendían la zona Norte de Egipto; lo que se considera actualmente, produjo la invasión Hicsa y la caida del Imperio Medio (entorno al 1650 a.C.). Algo que llevó a la entrada de idiomas protoindoeuropeos en el Nilo, tanto como para que la nueva capital  -hicsa-  fuera llamada AVARIS que en indoeurpoea significa (en el agua A-VARI en sánscrito).

De un modo "extrañamente coetaneo y exactamente coincidente" en las mismas fechas, la Península Ibérica se ve sometida a tremendas convulsiones y desestabilizaciones sociales. Así, desde mediados del siglo XVII a.C. desaparece paulatinamente la cultura más importante que existía en Iberia y que se había originado unos cuatro siglos antes. Era esta la de El Argar, con su centro asentado fundamentalmente en la zona de Almería, aunque con proyección hacia toda la Península y que se sabe, procedía del Oriente Mediterraneo.

Civilización dominante ya en el Sureste Peninsular desde comienzos del II milenio y que se dedicaba fundamentalmente a la extracción de metales preciosos -en especial a la plata y el estaño (casireita), esencial para fundir el bronce, metal en cuya "Edad" se debatía el mundo mediterraneo de entonces-. Pero que tras el 1650 a.C. entra en decadencia, tanto que aproximadamente un siglo y medio después, desaparece practicamente. Quedando entonces nuestras tierras bajo el dominio de las tribus o culturas interiores y mesetarias, a las que se denomina Cogotas (por tener en este yacimiento avulense uno de sus centros más importantes de desarrollo). Anque poco después, y ya por el siglo XV a.C., comienzan a llegar nuevos colonizadores orientales a nuestras costas, de donde surgirían otras civilizaciones y ciudades, tales como lo fue Tartessos. Cuyos origenes se remontan al siglo XII a.C.. Nacidas como síntesis entre los restos que se conservaron de la Cultura del Argar, mezclados con otras civilizaciones autóctonas más antiguas (en especial con las megalitistas tardías). Pero realmente iniciadas y creadas por nuevos colonizadores venidos desde Oriente tras el desastre del volcán. Generando aquellos en las costas hispánicas y en el Sur Peninsular, nuevas "civilizaciones" y hasta una Edad del Hierro (llegada por mar).

Siendo muchos de aquellos huidos del Tera y de las convulsiones que se produjeron desde fines del siglo XVII a.C. en el Oriente Mediterraneo (llegando hasta en Egipto), los que fueron viniendo paulatinamente hasta Iberia. Gentes que en oleadas sucesivas y hasta el siglo X a.C., aculturaron nuestras costas (para posteriormente, hacer lo mismo en zonas del interior). Marineros (pescadores, mineros o guerreros) que llegarían principalmente desde el Egeo, el Sur de Anatolia y Oriente Medio. Habiendo sido los más destacados y "afamados" -de entre los hasta aquí venidos- los fenicios. Pese a que los púnicos llegaron con bastante posterioridad al tiempo del que hablamos y seguramente siguiendo a los primeros pioneros y los iniciales colonizadores de Occidente (procedentes de áreas más cercanas al Tera y a la actual Turquía, cuando cayeron en la mayor crisis social y cultural imaginable a causa de esa catástrofe volcánica).

Por su parte, hemos de tener muy en cuenta para el estudio de la colonización de Iberia (a fines del II milenio a.C.), igualmente a los que llegarían a la Península Ibérica tras la caida del Imperio Hitita. Un hecho seguramente ocurrido por consecuencia de la erupción volcánica y de las enormes consecuencias económicas y climatológicas que trajeron las lluvias ácidas y los años sin verano sucedidos tras el cataclismo. Comprendiéndose así cómo desde el siglo XIV a.C. ya el Bajo Guadalquivir y gran parte de la Península hubo un contacto permanente con gentes llegadas desde las orillas de la actual Turquía.


JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, incripción en pictográfico-cuneiforme neohitita, tal como lo recoge J.W. Ceram en su obra "El misterio de los Hititas". Esta lengua del imperio que dominaba Anatolia -precisamente en los mismos años que florecía en España la Cultura de El Argar -, se mantuvo viva tras la caida del gran reino. Ello porque con la destrucción del mundo Hitita antiguo, nacen nuevas monarquías que imitaban y conservaban la vida del anterior. Estados neohititas que se extendieron y mantuvieron "asociados" por toda la actual Turquía hasta bien entrado el siglo VII a.C.. Quienes mantuvieron vivo, entre otros carácteres, el de su antiquísima y compleja lengua. A ella consideramos puede pertenecer la que escribieron los iberos, y que quizás vino hasta nuestra península entre los siglos VII y VI a.C.; cuando los Reinos neohititas fueron atacados por los babilonios y más tarde por los aqueménides. Quienes en algo más de un siglo destruyeron toda su cultura y ciudades, arrasando y esclavizando a estos herederos de aquel antiguo imperio de Anatolia (con la ayuda de otros pueblos fronterizos por el norte).

Abajo: León ibérico fechado hacia el siglo VI a.C., perteneciente a Pozo Moro (excavado en Chinchilla, Albacete actualmente en el MAN al que agradecemos nos permita divulgar su imágen). Su modelo es de tipo Hitita o Neohitita por lo que actualmente se admite en la teoría arqueológica más especializada, la existencia de una estatuaria de raiz anatólica, que se da en todo el Sur Peninsular. Leones iguales a los utilizados por los Hititas hasta el siglo XV a.C. y luego por sus herederos hasta el VI a.C. en la actual Turquía; que se repiten más tarde en tierras de Iberia. Ello hace pensar que tras la destrucción por los Aqueménides de los restos del mundo Neohitita, aquellos hubieron de huir hasta zonas lejanas. Seguramente alcanzando las costas de Iberia, donde esculpieron con profusión este tipo de estatuaria exactamente igual a las que habían hecho en Anatolia hasta su marcha. Un igual origen creemos que pudo tener el idioma en el que escribieron los iberos sus "textos".


Todo lo que confirma, como a cosecuencia del desastre del Tera-Santorino y después de vagar por el Mediterraneo gentes huidas de aquella hecatombe, muchísimos vinieron a parar al Occidente Mediterraneo (a Iberia). Un lugar que entonces era "tierra de nadie", riquísimo en metales y donde podrían asentarse en el XV a.C., sin apenas problemas. Por su parte y en estos siglos, la zona del Egeo-Turquía tuvo movimientos de población que afectaron a todo el Mare Nostrum; producidos por gentes invasoras y migratorias, como fueron los llamados "Pueblos del Mar". Quienes saliendo de las costas de la Anatolia y Grecia, llegaron a atacar y casi a vencer en Egipto (en tiempos de Ramses III). Pretendiendo durante siglos ir asentándose por todo el litoral de Oriente Medio, en sucesivas oleadas invasoras y de los que se sabe, que finalmente colonizaron en gran parte Occidente (en especial Iberia). "Pueblos del Mar" que en su mayor parte eran gentes huidas de Anatolia y del Egeo (tras la caida del Imperio Hitita), que vagaban en barcos intentando establecerse en territorios, luchado en razzias; aunque comunmente eran expulsados y rechazados en Oriente Medio, por lo que debieron llegarse hasta el nuestras tierras.

Como decimos, gran parte de aquellos "nómadas del mar", no pudiendo encontrar territorios en el Este del Mediterraneo terminarían viniendo a colonizar el Oeste; civilizando así la parte central de la Península Itálica, tanto como grandes zonas de la Ibérica. Estas poblaciones huidas tras el Tera Santorino, la caida del Imperio Hitita y las "migragiones del Mar", son los que en mi opinión aculturarían posteriormente nuestras tierras y quienes les dieron un idioma. Una lengua cercana al griego (al aqueo) pero de carácter protoindoeuropeo y mucho más similar a los hititas. Idiomas estos nacidos de los anatólico-caucásicos, que se mezclaban hasta en sus alfasilabarios y pictogramas con los del Egeo, e incluso con los mesopotámicos (semitas). Dificilísimas lenguas que se mantuvieron habladas y escritas perfectamente hasta el siglo VII a.C. cuando (tal como hemos dicho) tras la caida del Imperio Hitita , resurgen en Anatolia lo que se llamaron los reinos Neohititas. Estados que se aglutinaron bajo la antiquísima lengua de la anterior nación desaparecida (ya en el siglo XIV a.C.) y que sus sucesores sigueron hablando y escribiendo su perfectamente -usándola al menos como idioma religioso y entre sus élites-.

JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, denario iberorromano de Shekaisa, con las letras "SHE" en exergo, bajo la cabeza del "guerrero" con torques. Las letras y signos del alfasilabario ibérico son una "mezcla" de signos que unen algunos usados por los más antiguos alfabetos griegos (de los siglos VIII y VII a.C.), junto a otros fenicios. No debiendo olvidar nunca que los "inventores" -o al menos divulgadores- del alfabeto fueron los fenicios, se ha de considerar como los púnicos debieron tener una función preponderante en la creación del sistema de escritura ibérico. Aunque en el caso de nuestra Península, lo usado es un alfasilabario, que no se corresponde con un alfabeto (propiamente) sinó más bien a un tipo de escritura muy común entre los pueblos del Egeo, Creta, Chipre y costas de Anatolia. Ello nos hizo suponer que este pudo ser el origen del idioma escrito por los iberos y que realmente pudo estar emparentado con el vascuence (en su rama protoindoeuropea, junto a las lenguas de Anatolia).

Abajo: Sello inscrito en un escarabeo de "agata", para un entalle de anillo -hallado en Tharros, fechado en el siglo IV a.C.; pertenece al museo arqueológico G. N.Sanna, al que agradecemos nos permita divulgar su imágen-. En este caso la escritura fenicio sí usaba un alfabeto propiamente dicho, dando un valor a cada signo. De tal manera en el sello que vemos al imprimirlo en cera o arcilla, se leerían las letras fenicias de izquierda a derecha: R.C. (arriba) y estrella + K. Sin duda alguna debe tratarse de iniciales de un nombre y posiblemente, abajo contenga una fecha que se especifica con la estrella (que también pudiera traducirse como "T" fenicia). Los tres signos que vemos en este entalle de Tharros, los contiene el alfabeto ibérico, pero con diferente valor al de Fenicia.






Tal como venimos explicando, de los lugares cercanos a Turquía y de un origen relacionado con pueblos que desde allí huyeron hasta iberia, creo yo personalmente que nace el idioma escrito ibérico (que pudo no ser igual al hablado). Por lo que en mucho hubo de parecerse a las lenguas egeas y quizás a las neohititas. De tal manera hubo de compartir una gran cantidad de vocablos con las aqueas del siglo XV a.C., de las que luego nacería el griego clásico (en sus diferentes dialectos). Tanto como de un mismo origen consideramos pude ser el vascuence, que si hoy no nos sirve para traducir el ibero seguramente es porque en sus más de tres mil años de historia ya se haya podido deformar y aceptando vocablos de muchas otros idiomas vecinos o cercanos (que le han ido influyendo en su inicial estructura y vocabulario).




 
Por ello, y con este planteamiento, quedaba un tanto desechada la hipótesis de que el ibero pudiera ser puramente griego, aunque mi padre prefirió considerar que así lo era y por ello escribió este libro que aquí vamos analizando. Yo por mi parte, consideraba (y creo aún) que el ibero es originariamente anatólico-caucásico procedente de áreas cercanas a Creta y Chipre, y que las claves son mucho más dificultosas de hallar, sin poder reducirlas a una traducción desde los dialectos helenos. Pese a ello, sin duda alguna debió de compartir muchísimos vocablos con el griego, de lo que el estudio de las traduciones tal y como las dejó mi padre hechas, creemos que es de gran importancia y convendría estudiarlas. Máxime cuando tiene una profundo análisis gramatical. De tal modo si su libro no explica la transcripción de las palabras del todo, sí expone las reglas idiomáticas con las que los iberos escribirían (cercanas a las de los idiomas egeos, tales como el aqueo). De ello, nace este blog con el fin de difundir aquel libro que tituló "Textos iberos".










domingo, 15 de enero de 2012

Presentación y primer capítulo



JUNTO ESTAS LINEAS: Portada del libro inédito de Mario Gómez-Morán y Cima que analizaremos. Fue terminado hacia el año 2000 y desconozco si al darlo de al alta en Registro utilizó este título de "Escritos iberos" o bien lo llamó "Escritos ibéricos"; ya que en su ejemplar último al que accedimos, la obra se intitula "Textos Iberos". Algo importante a destacar, puesto que desde que lo termina por primera vez hace unos doce años, vuelve a rehacerlo y corregirlo en varias ocasiones (durante los cuatro años más que vivió). Reescribiendo algunas partes y dando anotaciones o traducciones muy diferentes. De ello, nos serviremos para la guía y análisis del libro, de este último ejemplar que tituló "Textos ibéricos"; aunque comprobaremos de continuo si lo escrito en las primeras ocasiones se corresponde exactamente a lo que concluyó en su ejemplar último. Ya que de no ser así, añadiremos las diferencias entre la primera y la segunda versión (fundamentalmente en sus traducciones, debido a que pudieran tener importancia las variaciones de interpretación).



Tal como hemos dicho, en este blog iremos recogiendo cada página del libro que comenzamos a preparar juntos hacia 1989 mi padre y yo, pero que dos años después desistí en continuarlo. Ello porque consideré que la hipótesis de transcribir los textos ibéricos desde el griego antiguo (recurriendo a sus dialectos más arcaicos), no era viable tal como se había planteado. Pese a ello mi padre decidió permanecer en esta linea y teoría, tanto que desde 1991 hasta el año 2000 -aproximadamente- estuvo preparando la traducción de las inscripciones ibéricas desde el idioma heleno. Finalmente, dejó este libro que hoy comenzamos a dar a conocer, puesto que tras su fallecimiento -en el 2004- quedó inédito. En él se expresa una forma de trabajo absolutamente relacionada con su formación y su manera de entender las humanidades, quizás "excesivamente perfectas". Algo que mencionamos y creemos es de importancia resaltar, porque todas las traducciones que realiza atienden fundamentalmente a dos principios: Primero hallar una voz helena que sea igual a la ibera escrita. Y segundo: Que aquella tenga una exacta declinación, conjugación o situación en la frase (a modo griego y gramaticalmente correcta).

De tal manera, para él de nada valía encontrar palabras parecidas a las que leemos de ibero, en otras lenguas (muertas o vivas) y en base a ello ir traduciendo -la técnica que más se ha ido aplicando-. Puesto que consideraba que no significaba nada hallar una voz similar en distintos idiomas; debido a que si aquellas carecían de una gramática, o de una razón etimológica y semántica, no podían compararse, ni menos servían para traducir. Para entenderlo, pondremos el ejemplo de un mismo fonema que goza de muy diferentes sentidos en distintos idiomas: Eligiendo la voz "TE" (que en leunguas romances significa "TU", en las anglosajonas es el nombre de una bebida -el té- y hasta en japonés se puede traducir por "mano").

Consecuentemente, expresaba que para poder traducir una frase, los vocablos han de tener un significado pleno; pero sobre todo han de haber un sentido gramatical. Así partía de la idea de que si aquellas palabras que encontramos carecían de una perfecta construcción idiomática, no tenía ningún sentido intentar traducirlas. Ello quizás correspondió un tanto a su modo de pensar "demasiado técnico" debido a su formación. Ya que al haber estudiado exactas (primero) y más tarde arquitectura -siendo especialista y profesor de urbanismo-, sus planteamientos y teorías eran -al menos a mi modo de ver- "excesivamente científicas". Por ello, en todas sus transcripciones veremos un análisis "perfecto"; indicando palabras, declinaciones y conjugaciones exactas (correspondidas al griego antiguo).

AL LADO: Frase de Julio Caro Baroja y con la que presenta el libro en sus primeras páginas, antes del comienzo. En esta, el sabio y sobrino de Don Pio, habla del problema de los textos ibéricos y de su traducción; expresando que se trata del tema con mayor transcendencia, entre todos los de estudio en la arqueológica hispánica.




Pese a ello, en mi opinión, es muy difícil llegar a pensar que una inscripción realizada sobre una piedra o una placa de metal, pueda tener la misma función que un texto escrito en pergaminos. De tal modo, creo personalmente que la gramatica que se aplica en un texto clásico (pongamos por ejemplo: La Odisea), no es la misma con la que se inscribe una conmemoración, una losa, o un pacto. Ello porque he podido comprobar cómo en la Antigüedad, los griegos y romanos redactaban las estelas, (inscripciones o tablillas), sin mucha perfección; ni menos atendiendo a normas gramaticales. Es decir, que para inscribir sobre soportes de gran valor (piedra, bronce, e incluso oro y plata) se usaban centenares de fórmulas, que les permitieran aglutinar o abreviar palabras. Quizás por el gran coste económico de la frase, o porque muchas palabras consistían en rezos, invocaciones, títulos, fechas, o nombres reducidos a crasis. -Algo que ha venido sucediendo hasta bien entrado el siglo XVIII y que podemos ver en todo escrito (o cartela) que se pusiera sobre un edificio, una joya, una placa conmemorativa, o una lápida-.




Para que entendamos mi idea sobre este problema, la expresaremos brevemente en algunos ejemplos: Si encontramos una plancha metálica de época romana, en la que leemos "S.P.Q.R."; sabemos aún hoy que se trata de un objeto militar perteneciente al Senado y Pueblo de Roma. Pero ello tan solo porque se ha mantenido en el recuerdo su "abreviatura" (SPQR). Del mismo modo, si en el dintel de una puerta antigua observamos las letras "IHS", todos conocemos que son las siglas de "Jesús Salvador de los Hombres"; tanto como si leemos en una lápida "R.I.P." o "I.N.R.I.", nadie ignora su significado. De igual forma, si nos enseñan una alianza de oro moderna, en la que hay inscrita una fecha y al lado el nombre de un hombre y de una mujer; todos sabemos que se trata de un anillo matrimonial que marca la fecha de la boda de aquellos que así se llaman.
¿Pero qué pasa con las inscripciones de hace casi milquinientos años, realizadas en soportes similares?. Nos referimos a palabras escritas en ibero, sobre placas de metal, en joyas, bajo figuras de bronce, o sobre lápidas (tal como están conservadas la imensa mayoría de los textos peninsulares prerromanos) . La lógica nos dice que de algún modo hubo de suceder "lo mismo"; ya que nadie puede ajustarse a reglas gramaticales para realizar una inscripción en la que tan solo se dispone de muy pocas lineas y en la que han de incluirse el máximo de datos posibles. De ello, surgieron mis primeros problemas para poder continuar con la traducción, tal como la habíamos planteado hacia 1990 (partiendo del griego puro). Tantos que, uno o dos años después, desistí sobre aquella idea y dejé que ya mi padre intentara hacerlo como él estaba convencido se podía (bajo un análisis gramaticalmente perfecto y desde el idioma heleno puro -partiendo desde algunos de sus dialectos más antiguos-).

Tras explicar lo antes expuesto, daremos paso a lo que siguiendo esta teoría llegó a traducir y escribió recogiendo las páginas del libro (pueden leerse aumentando la foto "pulsando" sobre aquellas).



AL LADO: Comienza con una "Presentación (cap. I)" en la que podemos leer como expresa al principio que uno de los motivos que le llevan a realizar el libro es ver que en esa época -hablamos de principios de los años noventa-, ya todos los caminos para intentar traducir los textos ibéricos, se habían agotado. De ello se busca un sistema que no fuera continuista, intentando lograr la transcripción por una fórmula completamente distinta a las anteriores. Para hacer comprender cual es el estado de los intentos por traducir el ibero explica que tan solo veinticinco años después de encontrarse la "Piedra de Rosetta" (en 1924) ya Champollion había escrito su primer tratado que conformaría el sistema para traducir el egipcio clásico (pasa a hoja siguiente).


AL LADO: Sigue narrando que Chadwik y Ventris apenas tardaron unos años en descifrar el Lineal B cretense que había hallado Arthur Evans (a fines del siglo XIX). Pese ello, las traducciones ibéricas llevan casi cinco siglos sin haber avanzado casi nada, ni encontrarse soluciones. Ello considera que tan solo puede deberse a tres motivos: 1-Que no tuvieran traducción los textos prerromanos peninsulares. 2-Que no se haya trabajado suficientemente. 3-Que las hipótesis seguidas para transcribirlos hayan sido erronea. De tal manera y sabiendo que ya Champollión comenzó descifrar el jeroglífico al poco de conocer la Rosetta, tanto como Ventris lo hizo con el Lineal B; hemos de partir de la base que quizás la teoría sobre su traducción y la forma de trabajo en los textos ibéricos hayan podido ser erróneas. Comenzando a enumerar en la siguiente página una serie de motivos que han llevado a trabajar en una linea u otra, para intentar descrifrar el ibero desde una lenguas predeterminadas (sin un fin realmente científico).


AL LADO: Expone que son innumerables los científicos que han intentado la traducción de los textos sin haberlo conseguido. Llamando la atención que entre ellos se encuentran los más ilustres de la Historia de la arqueología española (y extranjera), pese a lo que los resultados han sido muy pequeños (limitádose a la simple transcrición del alfabeto). Debido a ello, inicia un nuevo camino diferente y sin apenas precedentes.


AL LADO: Dá comienzo el "capitulo II" que trata de la escritura como concepto histórico, exponiendo que es el más transcendente de todos los inventos de la Humanidad. Algo que se originó para resolver la contabilidad; aunque hemos de entender que lo que desea decirnos es que el comercio dió origen a la escritura (según teoría de C.B.F. Walker).



AL LADO: En esta página explica que entre los iberos, aquellos que conocieron la escritura debió ser una minoría más que selecta y exclusiva. De ello se hace obvio que ningún texto prerromano debió escribirse para ser entendido por las gentes normales. Sinó que pertenecía a una docta clase de escribas o sacerdotes quienes fueron los que las inscribieron y los que las interpretaban. Por lo que expone que si encontráramos la frase "se prohibe el paso" en uno de estos textos, nunca sería una advertencia a las gentes de que no traspasaran un lugar, sino que se referiría a algo transcendente y que solo entendería una élite (por ejemplo: sSe prohibe pasar a otra dimensión, o a un lugar donde se percibe lo inexplicable... ). Continúa la hoja aludiendo de nuevo que se han traducido idiomas de una dificultad inimaginable (como los mesopotámicos y semíticos), mientras el prerromano de Hispania sigue sin solucionarse.



AL LADO: Expone que los textos que han llegado ibéricos son absolutamente breves y en soportes que llevan a pensar que se trata de inscripcione rituales. Ello se corresponde igualmente con lo que se conoce sobre historia de los iberos, que se limita a hechos heróicos, pasajes bélicos y ceremonias o sucesos apenas cotidianos. Tal como habíamos dicho, los soportes sobre los que se realizaron los textos son muy costosos y difíciles de inscribir (sin existir tablillas de cerámica u otro material sencillo en que se pudieran contener alusiones a la vida común de los pobladores prerromanos de nuestras tierras). Pese a ello, él piensa que seguramente también existieron tablillas y escritos sobre cuero, pero se perdieron. No así ocurrió en otros lugares como por ejemplo Creta, donde por efecto de los incendios se cocieron y perduraron las tablillas de barro hechas cerámica; al igual que en el desierto estas se conservaron gracias al calor y a la sequedad del ambiente.

Pero plantea al final de esta página ya un problema serio y en el que debemos reflexionar. Este es el de: ¿Por qué los iberos crearon su propio alfabeto?. Evidentemente es un tema en el que casi nadie ha entrado, pero que nada más comenzar a estudiar los textos fuimos pensando. Puesto que parece absurda la idea de crear un alfabeto propio, teniendo ya los colonizadores uno suyo. Más claro: ¿Entendería alguien que los Ibero-Americanos, tras la conquista y durante el dominio español hubieran creado su alfabeto propio?. O bien podemos plantearnos la pregunta de otro modo: ¿Puede comprenderse que los hispanorromanos crearan una forma peculiar e ilegible para los latinos de escribir, mientras tuvieron contacto con Roma? . Pues creemos que no y tan solo comienza a aparecer en la Península alfabetos diferentes cuando llegan los visigodos, que traen rasgos Ulfilanos y herencias godas en las letras que importan con influencias centroeuropeas.


Sigue concluyendo que el significado de esta falta de textos comunes (escritos en tablillas o en pieles), tanto como la existencia de un alfasilabario casi hermético y tan complejo -ajeno totalmemte al de los colonizadores-, para él indica que se trata de un idioma de tipo religioso o ritual. De lo que cree que muchos de los textos contendrán frases esotéricas o solo comprensibles para la élite que las inscribió.



Dejamos aquí esta primera parte, en su capítulo segundo; puesto que debemos reflexionar a partir de la afirmación que nos hace, en la que expresa como el ibero conservado en las inscripciones se trataría de un idioma ritual y muy exclusivo (catalogándolo incluso de "esotérico"). Reflexión y exposición que se precisa para hallar la importancia de tal hipótesis, tanto como para valorar la posible veracidad de lo que nos dice con esta idea.




JUNTO ESTAS LINEAS: Corpus de inscripciones ibéricas de Valencia publicado por el Dr.Fletcher Vals en 1985, y editado por su Diputación Provincial. Fueron este tipo de textos los que manejábamos hace ya casi treinta años, quienes nos interesábamos por el tema de las transcripciones del ibero. Aunque hemos de decir que por aquel entonces no eran pocos los aficionados y arqueólogos profesionales, que intentaban traducirlos. Siendo ese tema y en estos años, un apasionado motivo de discusión y debate en todo el mundo cultural español. Existiéndo infinidad de interesados por conocer cualquier teoría diferente o novedad.