JUNTO ESTAS LÍNEAS:
Última página del capítulo II de "Textos iberos" de Mario Gómez-Morán, en la que expone la dificultad de su interpretación, algo que de algún modo se debe a sus soportes de escritura. Siendo estos por lo común: Estelas, plomos y láminas de metal (oro, plata o bronces) -tanto como existen algunas inscripciones de menor importancia y extensión grabadas sobre trozos de vasijas o pintadas en piezas cerámicas-. Diciéndonos el libro que analizamos que este problema de plantea una situación similar a "como si en nuestos días se hubiera destruido toda la información existente en soportes perecederos -como el papel- y conservándose tan solo lápidas". Puesto que evidentemente, lo que quedaría para las generaciones venideras sería tan solo escritos conmemorativos o placas dedicadas a personajes y hechos ilustres, algo que para nada recogería la vida cotidiana, concediendo una dificultad extrema en su traducción (puesto que en su mayor parte contendrían fechas y nombres propios). Por lo demás, continúa exponiendo como estas inscripciones prerroromanas tienen un segundo problema, en base a su "brevedad de palabras"; puesto que pese a que algunos son de una mayor extensión -conteniendo varias lineas-, cuando pasamos a analizarlas el resultado puede ser que solo constituyan una simple lista de nombres propios (como sucede en los de Botorrita). Finalizando el capítulo con la idea de que tan poca es la información que dejan entender los escritos iberos, que la simple piedra de Rosetta contiene mucha más aportación filológica e idiomática que todos los textos prerromanos hispánicos juntos. En los que en su gran mayoría no se contienen más de dos o tres palabras y cuya comprensión puede hacerse imposible por tartarse de simples nombres y fechas (de topónimos, gentilicios, o de referencias a personas y dioses).
Finaliza con la página arriba incluida el segundo capítulo, en el que ya hemos visto en la anterior entrada cómo expone dos principales cuestiones para el estudio de la epigrafía ibérica:
Primero, la falta de textos y la brevedad de estos (tanto como su carácter formal o ritual). Segundo que el método del análisis que hasta hoy se ha seguido no ha dado apenas resultados, llegando a un "callejón sin salida", en el que el tema ha quedado en estado irresoluble. Desde estos parámetros, decide plantear una nueva hipótesis; teoría que iniciaríamos juntos él y yo hacia 1988, pero en la que por mi parte desisto tres años más tarde -al no coincidir plenamente con el camino seguido-. Ello, porque mi padre llega al convencimiento de que si los textos ibéricos están escritos en una lengua cercana al griego y a las de Anatolia (como pensábamos), nunca puede ser un idioma mucho más antiguo que los propios escritos. Tiempo que comprende desde el siglo VII al II a.C., en los que se deben fechar como más antiguo y reciente de entre las epigrafías . De ello, deduce que si planteamos la teoría de que aquellos escritos prerromanos están redactados en un idioma de la "rama helena" o auqueo-anatólica, esta debe cercana en época y contemporánea en uso a los años por los que se inicia el alfabeto ibérico.
En referencia a esta idea, yo por mi parte defendía una teoría muy distinta y que era en algún modo muy diferente (por no decir contraria) a aquella que mi padre ya comienza a escribir en la obra que analizamos. Puesto que aún creyendo que las inscripciones pudieran considerarse redactadas en una lengua cercana al griego, mi opinión era (y es) que aquel fue un idioma protonidoeuropeo y no indoeuropeo. Más claro: Que los textos iberos se habían escrito en un habla usada en tiempos muy anteriores al nacimiento y creación de la Hélade; tanto como por gentes que conocían o se expresaban con voces de tipo hititas, egeas antiguas, pre-aqueas (eteocretenses o chipriotas). Por lo que afirmaba entonces (tal como aún creo) que seguramente estaban redactados en idiomas procedentes del area delEgeo y más concretamente de Anatolia, con origénes en el Cáucaso. Considerando que principálmente podemos creer el idioma de los textos iberos como procedente de lugares cercanos a la orilla Sur del Mar Negro y sobre todo de las inmediaciones de la tróade, cuyas lenguas del II milenio a.C. como se ha podido demostrar que están emparentadas con el vascuence.
En esta diferencia de pareceres hizo que yo desistiera hacia 1990 seguir con las hipótesis del griego puro como fuente de los idiomas prerromanos peninsulares y dejara de colaborar en "Textos iberos" con mi progenitor. A la vez, mi padre acerca de mi teoría eteoegea, se preguntaba cómo podían haber escrito hasta el II a.C. los iberos, utilizando unos idiomas anátolicos que habían desaparecido hacia el siglo XIV a.C. (además a cinco mil quilómetros del lugar de procedencia, la actual Turquía)... . A todo ello lecontestaba y razonaba yo, que la explicación se encuentra (a mi parecer) en las primeras colonizaciónes de la Península, llegadas desde aquellas tierras bañadas por el Egeo. Un hecho que históricamente parece indiscutible, puesto que gran parte de las culturas que emergen a comienzos del II milenio a.C. en nuestras tierras, proceden del Oriente Mediterraneo (de zonas muy cercanas a Turquía, Chipre, Creta y Asia Menor). En cuyos hechos existe una "clave" como lo fue la explosión del tremendo volcán Tera, hacia el 1600 a.C.. Una circunstancia que quizás no se ha considerado demasiado para pensar y considerar los motivos por los que pudieron venir en gran número aquellos colonizadores llegados desde Anatolia desde el 1600 a.C.. Aunque la verdad es que tal erupción devastó todo el área del Egeo y el Cicládico, destruyendo las culturas a Chipre y Creta y alcanzando las costas de Asia Menor y Oriente Medio. Por lo que ha de pensarse que tras el desastre de esta isla de Santorino (que dejó durante años sus proximidades arrasadas), debieron venir gentes desde el litoral de la actual Turquía en avalancha.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado,
Santorino tal como lo publica J.V.Luce en su libro "The end of Atlantis". Observemos en la imágen los acantilados de lava (cenizas o escorias) y sobre estos el pueblo, encima de las montañas nacidas por la erupción. La isla de Santorino surgió tras la explosión del volcán Tera, cuya virulencia no tuvo parangón en la Historia, pudiendo ser un desastre solo comparable (en algún modo) con el del Krakatoa, ocurrido a fines del siglo XIX. Pese a que la erupción de aquel volcán del Pacífico fue de muy menor importancia, aunque aquello produjo varios años sin verano (a causa de la nube de gases), lluvia de cenizas a miles de kilómetros de distancia (habiendo llegado hasta Europa) y la destrucción de todo cuanto a su alrededor existía (a centenares de kilómetros).
El profesor Angel Galanopuolos junto a J.V. Luce, en los años setenta investigaron el Tera hallando su tremendo cráter y la magnitud de la catástrofe, encontrando bajo los montes de escorias la antigua ciudad desaparecida (de época premicénica -minoica-). Por aquel entonces, ambos científicos creyeron que la explosión se produjo hacia el 1580 a.C., aunque actualmente y gracias a restos de maderas hallados bajo Santorino, se ha fechado exactamente la erupción sobre el 1650 a.C.. Por su parte, ya es absolutamente admitida la teoría histórica que explica como este desastre motivó la destrucción del Imperio Minoico; ya que Creta dista tan solo unas decenas de millas de esta isla del Tera. Abajo, en la imagen: Portada del libro de J.V. Luce, donde por primera vez se dío a conocer la importancia de aquella explosión volcánica y se expuso la hipótesis que explicaba como en el recuerdo de aquel desastre pudo generarse la leyenda-mito de La Atlántida (como memoria de la caida del Imperio Minoico, en el 1650 a.C.).
Un hecho similar al ocurrido en el reino de Minos y también a consecuencia del Tera, se piensa ocurrió en el Nilo, en las mismas fechas. Ello fué la caida del Imperio Medio, que tuvo consecuencias iguales a la catástrofe cretense y que hubo de tener fatales consecuencias entre las culturas del area mediterranea cercanas al volcán. Incluso entre las civilizaciones muy lejanas al Tera se sucedieron convulsiones, tanto como para que aquellas que se desarrollaban en la Península Ibérica en el siglo XVII a.C. sufrieran cambios. Sobre la repercusión de esta erupción en el imperio del faraón, la arqueología moderna ha encontrado motivos para conocer que sufrió un desastre que acabaría con el Imperio Medio, algo que muestran las innumerables piedras volcánicas llegadas desde el volcán (la mayoría por mar, aunque se considera que algunas fueron las arrojadas por el cráter, alcanzando por aire hasta Egipto). Del mismo modo, en estratos y capas del terreno, se ha descudierto que llovió durante meses cenizas y lavas; principalmente en la desembocadura del Nilo. Por su parte, el mar Mediterraneo estuvo prácticamente cubierto de cenizas y rocas flotantes durante años, permaneciendo enteramente intoxicado.
Ssta situación ha llevado a los arqueólogos a concluir cómo la caida del Imperio Medio egipcio se debió a la explosión del Tera. Pues tras ella parece que huyeron a resguardarse y hacia el Sur del Nilo gran parte de la población faraónica; unos por temor y otros ante la imposibilitad de habitar entre los restos que llegaban del volcán (que permaneció meses en erupción). En este trance y con el delta desprotegido o desocupado, entrarían en Egipto tribus y gentes ajenas (por mar y por tierra), perteneciente a las multitudes que vagaban sin hogar ni futuro, desde las costas del Egeo y de Oriente Medio. Mientras, el Tera siguió en actividad durante más de un año, al igual que no cesaron las lluvias ácidas, de cenizas, gases y piedras de lava. Consecuentemente, todos los que habitaban en las cercanías del desastre, hubieron de refugiarse hacia zonas apartadas y donde al menos se viera la luz (entre las nubes de cenizas). Situación esta y hechos que confudirían a las grandes civilizaciones próximas y hundirían en el temor, la superchería y la pobreza a algunas más lejanas (como la del Nilo). Por todo lo que sería esta una oportunidad inmejorable para atacar a los pocos ejèrcitos del faraón que defendían la zona Norte de Egipto; lo que se considera actualmente, produjo la invasión Hicsa y la caida del Imperio Medio (entorno al 1650 a.C.). Algo que llevó a la entrada de idiomas protoindoeuropeos en el Nilo, tanto como para que la nueva capital -hicsa- fuera llamada AVARIS que en indoeurpoea significa (en el agua A-VARI en sánscrito).
De un modo "extrañamente coetaneo y exactamente coincidente" en las mismas fechas, la Península Ibérica se ve sometida a tremendas convulsiones y desestabilizaciones sociales. Así, desde mediados del siglo XVII a.C. desaparece paulatinamente la cultura más importante que existía en Iberia y que se había originado unos cuatro siglos antes. Era esta la de El Argar, con su centro asentado fundamentalmente en la zona de Almería, aunque con proyección hacia toda la Península y que se sabe, procedía del Oriente Mediterraneo.
Civilización dominante ya en el Sureste Peninsular desde comienzos del II milenio y que se dedicaba fundamentalmente a la extracción de metales preciosos -en especial a la plata y el estaño (casireita), esencial para fundir el bronce, metal en cuya "Edad" se debatía el mundo mediterraneo de entonces-. Pero que tras el 1650 a.C. entra en decadencia, tanto que aproximadamente un siglo y medio después, desaparece practicamente. Quedando entonces nuestras tierras bajo el dominio de las tribus o culturas interiores y mesetarias, a las que se denomina Cogotas (por tener en este yacimiento avulense uno de sus centros más importantes de desarrollo). Anque poco después, y ya por el siglo XV a.C., comienzan a llegar nuevos colonizadores orientales a nuestras costas, de donde surgirían otras civilizaciones y ciudades, tales como lo fue Tartessos. Cuyos origenes se remontan al siglo XII a.C.. Nacidas como síntesis entre los restos que se conservaron de la Cultura del Argar, mezclados con otras civilizaciones autóctonas más antiguas (en especial con las megalitistas tardías). Pero realmente iniciadas y creadas por nuevos colonizadores venidos desde Oriente tras el desastre del volcán. Generando aquellos en las costas hispánicas y en el Sur Peninsular, nuevas "civilizaciones" y hasta una Edad del Hierro (llegada por mar).
Siendo muchos de aquellos huidos del Tera y de las convulsiones que se produjeron desde fines del siglo XVII a.C. en el Oriente Mediterraneo (llegando hasta en Egipto), los que fueron viniendo paulatinamente hasta Iberia. Gentes que en oleadas sucesivas y hasta el siglo X a.C., aculturaron nuestras costas (para posteriormente, hacer lo mismo en zonas del interior). Marineros (pescadores, mineros o guerreros) que llegarían principalmente desde el Egeo, el Sur de Anatolia y Oriente Medio. Habiendo sido los más destacados y "afamados" -de entre los hasta aquí venidos- los fenicios. Pese a que los púnicos llegaron con bastante posterioridad al tiempo del que hablamos y seguramente siguiendo a los primeros pioneros y los iniciales colonizadores de Occidente (procedentes de áreas más cercanas al Tera y a la actual Turquía, cuando cayeron en la mayor crisis social y cultural imaginable a causa de esa catástrofe volcánica).
Por su parte, hemos de tener muy en cuenta para el estudio de la colonización de Iberia (a fines del II milenio a.C.), igualmente a los que llegarían a la Península Ibérica tras la caida del Imperio Hitita. Un hecho seguramente ocurrido por consecuencia de la erupción volcánica y de las enormes consecuencias económicas y climatológicas que trajeron las lluvias ácidas y los años sin verano sucedidos tras el cataclismo. Comprendiéndose así cómo desde el siglo XIV a.C. ya el Bajo Guadalquivir y gran parte de la Península hubo un contacto permanente con gentes llegadas desde las orillas de la actual Turquía.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Al lado, incripción en pictográfico-cuneiforme neohitita, tal como lo recoge J.W. Ceram en su obra "El misterio de los Hititas". Esta lengua del imperio que dominaba Anatolia -precisamente en los mismos años que florecía en España la Cultura de El Argar -, se mantuvo viva tras la caida del gran reino. Ello porque con la destrucción del mundo Hitita antiguo, nacen nuevas monarquías que imitaban y conservaban la vida del anterior. Estados neohititas que se extendieron y mantuvieron "asociados" por toda la actual Turquía hasta bien entrado el siglo VII a.C.. Quienes mantuvieron vivo, entre otros carácteres, el de su antiquísima y compleja lengua. A ella consideramos puede pertenecer la que escribieron los iberos, y que quizás vino hasta nuestra península entre los siglos VII y VI a.C.; cuando los Reinos neohititas fueron atacados por los babilonios y más tarde por los aqueménides. Quienes en algo más de un siglo destruyeron toda su cultura y ciudades, arrasando y esclavizando a estos herederos de aquel antiguo imperio de Anatolia (con la ayuda de otros pueblos fronterizos por el norte).
Abajo: León ibérico fechado hacia el siglo VI a.C., perteneciente a Pozo Moro (excavado en Chinchilla, Albacete actualmente en el MAN al que agradecemos nos permita divulgar su imágen). Su modelo es de tipo Hitita o Neohitita por lo que actualmente se admite en la teoría arqueológica más especializada, la existencia de una estatuaria de raiz anatólica, que se da en todo el Sur Peninsular. Leones iguales a los utilizados por los Hititas hasta el siglo XV a.C. y luego por sus herederos hasta el VI a.C. en la actual Turquía; que se repiten más tarde en tierras de Iberia. Ello hace pensar que tras la destrucción por los Aqueménides de los restos del mundo Neohitita, aquellos hubieron de huir hasta zonas lejanas. Seguramente alcanzando las costas de Iberia, donde esculpieron con profusión este tipo de estatuaria exactamente igual a las que habían hecho en Anatolia hasta su marcha. Un igual origen creemos que pudo tener el idioma en el que escribieron los iberos sus "textos".
Todo lo que confirma, como a cosecuencia del desastre del Tera-Santorino y después de vagar por el Mediterraneo gentes huidas de aquella hecatombe, muchísimos vinieron a parar al Occidente Mediterraneo (a Iberia). Un lugar que entonces era "tierra de nadie", riquísimo en metales y donde podrían asentarse en el XV a.C., sin apenas problemas. Por su parte y en estos siglos, la zona del Egeo-Turquía tuvo movimientos de población que afectaron a todo el Mare Nostrum; producidos por gentes invasoras y migratorias, como fueron los llamados "Pueblos del Mar". Quienes saliendo de las costas de la Anatolia y Grecia, llegaron a atacar y casi a vencer en Egipto (en tiempos de Ramses III). Pretendiendo durante siglos ir asentándose por todo el litoral de Oriente Medio, en sucesivas oleadas invasoras y de los que se sabe, que finalmente colonizaron en gran parte Occidente (en especial Iberia). "Pueblos del Mar" que en su mayor parte eran gentes huidas de Anatolia y del Egeo (tras la caida del Imperio Hitita), que vagaban en barcos intentando establecerse en territorios, luchado en razzias; aunque comunmente eran expulsados y rechazados en Oriente Medio, por lo que debieron llegarse hasta el nuestras tierras.
Como decimos, gran parte de aquellos "nómadas del mar", no pudiendo encontrar territorios en el Este del Mediterraneo terminarían viniendo a colonizar el Oeste; civilizando así la parte central de la Península Itálica, tanto como grandes zonas de la Ibérica. Estas poblaciones huidas tras el Tera Santorino, la caida del Imperio Hitita y las "migragiones del Mar", son los que en mi opinión aculturarían posteriormente nuestras tierras y quienes les dieron un idioma. Una lengua cercana al griego (al aqueo) pero de carácter protoindoeuropeo y mucho más similar a los hititas. Idiomas estos nacidos de los anatólico-caucásicos, que se mezclaban hasta en sus alfasilabarios y pictogramas con los del Egeo, e incluso con los mesopotámicos (semitas). Dificilísimas lenguas que se mantuvieron habladas y escritas perfectamente hasta el siglo VII a.C. cuando (tal como hemos dicho) tras la caida del Imperio Hitita , resurgen en Anatolia lo que se llamaron los reinos Neohititas. Estados que se aglutinaron bajo la antiquísima lengua de la anterior nación desaparecida (ya en el siglo XIV a.C.) y que sus sucesores sigueron hablando y escribiendo su perfectamente -usándola al menos como idioma religioso y entre sus élites-.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Al lado, denario iberorromano de Shekaisa, con las letras "SHE" en exergo, bajo la cabeza del "guerrero" con torques. Las letras y signos del alfasilabario ibérico son una "mezcla" de signos que unen algunos usados por los más antiguos alfabetos griegos (de los siglos VIII y VII a.C.), junto a otros fenicios. No debiendo olvidar nunca que los "inventores" -o al menos divulgadores- del alfabeto fueron los fenicios, se ha de considerar como los púnicos debieron tener una función preponderante en la creación del sistema de escritura ibérico. Aunque en el caso de nuestra Península, lo usado es un alfasilabario, que no se corresponde con un alfabeto (propiamente) sinó más bien a un tipo de escritura muy común entre los pueblos del Egeo, Creta, Chipre y costas de Anatolia. Ello nos hizo suponer que este pudo ser el origen del idioma escrito por los iberos y que realmente pudo estar emparentado con el vascuence (en su rama protoindoeuropea, junto a las lenguas de Anatolia).
Abajo: Sello inscrito en un escarabeo de "agata", para un entalle de anillo -hallado en Tharros, fechado en el siglo IV a.C.; pertenece al museo arqueológico G. N.Sanna, al que agradecemos nos permita divulgar su imágen-. En este caso la escritura fenicio sí usaba un alfabeto propiamente dicho, dando un valor a cada signo. De tal manera en el sello que vemos al imprimirlo en cera o arcilla, se leerían las letras fenicias de izquierda a derecha: R.C. (arriba) y estrella + K. Sin duda alguna debe tratarse de iniciales de un nombre y posiblemente, abajo contenga una fecha que se especifica con la estrella (que también pudiera traducirse como "T" fenicia). Los tres signos que vemos en este entalle de Tharros, los contiene el alfabeto ibérico, pero con diferente valor al de Fenicia.
Tal como venimos explicando, de los lugares cercanos a Turquía y de un origen relacionado con pueblos que desde allí huyeron hasta iberia, creo yo personalmente que nace el idioma escrito ibérico (que pudo no ser igual al hablado). Por lo que en mucho hubo de parecerse a las lenguas egeas y quizás a las neohititas. De tal manera hubo de compartir una gran cantidad de vocablos con las aqueas del siglo XV a.C., de las que luego nacería el griego clásico (en sus diferentes dialectos). Tanto como de un mismo origen consideramos pude ser el vascuence, que si hoy no nos sirve para traducir el ibero seguramente es porque en sus más de tres mil años de historia ya se haya podido deformar y aceptando vocablos de muchas otros idiomas vecinos o cercanos (que le han ido influyendo en su inicial estructura y vocabulario).
Por ello, y con este planteamiento, quedaba un tanto desechada la hipótesis de que el ibero pudiera ser puramente griego, aunque mi padre prefirió considerar que así lo era y por ello escribió este libro que aquí vamos analizando. Yo por mi parte, consideraba (y creo aún) que el ibero es originariamente anatólico-caucásico procedente de áreas cercanas a Creta y Chipre, y que las claves son mucho más dificultosas de hallar, sin poder reducirlas a una traducción desde los dialectos helenos. Pese a ello, sin duda alguna debió de compartir muchísimos vocablos con el griego, de lo que el estudio de las traduciones tal y como las dejó mi padre hechas, creemos que es de gran importancia y convendría estudiarlas. Máxime cuando tiene una profundo análisis gramatical. De tal modo si su libro no explica la transcripción de las palabras del todo, sí expone las reglas idiomáticas con las que los iberos escribirían (cercanas a las de los idiomas egeos, tales como el aqueo). De ello, nace este blog con el fin de difundir aquel libro que tituló "Textos iberos".
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