lunes, 30 de enero de 2017

EL IBERO-HELENISMO EN MARIO GÓMEZ-MORÁN Y J.RAMÓN RIVERA (parte segunda).

PARA LEER LA PARTE PRIMERA, PULSAR EL SIGUIENTE ENLACE:
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Los capítulos se desarrollan en un texto escrito en negro y se acompañan de imágenes (con un comentario explicativo en rojo). Podrán leerse completos; pero si desea hacerlo entre líneas, bastará con seguir la negrilla o las letras rojas destacadas.
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EL BLOG TIENE OTRO ANEXO QUE CONTIENE DE MODO SINTETIZADO Y EXTRAÍDO: ALFABETOS, DICCIONARIO Y NOMENCLATOR.
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SOBRE ESTAS LINEAS: Iniciamos esta entrada con una fotografía que tiene más de cuatro décadas. Imagen tomada en Khsatsu (Japón) en el año 1976, en la que estoy junto a mi padre y mi hermano Mario -ellos, a la derecha y centro; yo a la izquierda (con apenas quince años)-. Tristemente, los dos fallecieron hace ya tiempo; por lo que he querido encabezar el presente capítulo con esta foto de recuerdo, debido al entusiasmo hacia el ibero-helenismo que ambos guardaban. En los días en que se tomó la imagen, nos encontrábamos los tres en Japón sin que yo pudiera imaginar por entonces que aquella iba a ser mi segunda nación (mi país de adopción, tras casarme con una japonesa). Una cultura que tiene cierta relación con la ibera, porque en ella también inventaron un sistema alfasilábico para simplificar y escribir los complejos ideogramas procedentes de la cultura china. Alfabeto japonés compuesto de vocales con sílabas y denominado Hiragana, a través del que transcriben fonéticamente los referidos “jeroglíficos” chinos (llamados kanji). Un hecho que -de algún modo- podíamos considerar semejante al sistema de signos ibéricos; ya que igualmente consiste en un alfasilábico para recoger una escritura importada.
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En el artículo anterior, hablábamos de mi reunión con Martín Sánchez Ruipérez (famoso catedrático de griego clásico); al que en 1991 le expuse la posibilidad de que el idioma ibérico fuese un dialecto jónico. Narrábamos cómo, tras una larga conversación con él, acerca del tema; este profesor me confirmó mis dudas sobre la teoría ibero-helenística. Expresando la enorme dificultad para escribir una lengua tan compleja como el griego, en un alfasilabario tan corto como era el ibérico. Acerca de todo ello, el profesor S.Ruiperez habló con mi mujer; especialmente sobre la Hiragana y de su posible coincidencia con los sistemas iberos. Determinamos que la diferencia en número de caracteres entre ambos alfasilábicos era tanta, que todo obligaba a pensar que el idioma de los iberos era muy “simple” (al menos en sonidos). Pues la Hiragana expresa 5 vocales y 25 consonantes; mientras los signarios peninsulares prerromanos recogían solo 5 vocales y 10 consonantes (aunque el alfabeto grecoibérico era más rico y tenía 5 vocales y 13 consonantes). Debido a ello, a mi juicio, el problema de esta teoría iberohelena es que considera los textos ibéricos como epigramas en griego (clásico) pero redactados con un alfasilábico muy limitado. Pues el idioma heleno tiene 18 consonantes y 7 vocales; de lo que se haría ilegible un idioma cuya fonética se hubiera simplificado de una forma tan reducida -quitándole más de la tercera parte de las letras-.
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BAJO ESTAS LINEAS: Otra imagen de mi padre en la presentación de uno de sus libros -Sociedad Sin Vivienda (editado por la Fundación Foesa en 1970)-. Fue profesor en la cátedra de doctorado sobre “Vivienda Social”, desde 1956 y hasta que se jubiló en 1987. Cuando tuvo que dejar sus clases en la politécnica de Madrid, se interesó por mi biblioteca y mis estudios de arqueología. Por aquel entonces me habían copiado un proyecto de tesis que llevaba preparando tiempo. Un “paper” con más de doscientas páginas y que presenté en la universidad -como inicio de un estudio más profundo-; pero que cayó en manos de “alguien” que lo calcó y publicó (sin darme siquiera tiempo a terminarlo). Unos hechos que me deprimieron bastante; tanto que dejé la carrera y de investigar sobre el Mundo Antiguo. Abandonando aquella tesis que escribía sobre Derecho protohistórico y cuyo “paper” había intitulado “Las leyes de Tarshish” . Así que muy disgustado y aprovechando la jubilación de mi padre, le pasé mis libros pidiéndole que siguiera investigando él, en base a lo que yo había ido recopilando e intuyendo.
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Decíamos en el artículo anterior que desde mediados de los ochenta, mi progenitor dedicó años a intentar interpretar el ibero, por medio del método “helenístico” -considerando griego clásico la lengua en la que escribieron los habitantes prerromanos peninsulares-. Un sistema que yo creí como el más indicado hasta 1990; pues finalmente desistí continuar con esta idea, y de considerar el idioma ibérico como un dialecto heleno -una fórmula importada a la Península por sus primeros colonizadores, venidos desde la Jonia-. Pese a ello, mi padre creyó en mi teoría -tal como se la expuse inicialmente, razonándola sobre el gran plomo de la Serreta de Alcoy- y siguió intentando descifrar los epigramas prerromanos desde el griego; algo que nos llevó a continuas discusiones... . Más de un decenio estuvo mi progenitor en esa labor; desde 1990 y hasta que falleció, en 2004. Las conclusiones que él obtenía -personalmente- no me satisfacían; todo lo que tristemente llevaba a cambios de impresiones (a veces “graves”) en los que yo intentaba mostrarle cómo, a mi juicio, no cuadraban la morfología, la sintaxis, o los hechos históricos que las traducciones describían.
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Por cuanto decimos, él continuó en el intento por demostrar que se trataba de una lengua helena, “aglutinada” y apenas modificada tras importarse a la Península. Así, en sus incansables estudios, dejó varios libros escritos, que resumió en uno llamado “Textos ibéricos” (sin concluir). Obra que hemos ido recogiendo, comentando y ampliando en el presente blog; aunque todavía no se ha presentado en su totalidad. Ya que junto al análisis de sus capítulos, he ido añadiendo mis ideas y mi visión sobre el tema, en estas entradas -al margen de muchas de aquellas páginas que él nos dejó-. Alternando capítulos en que recogimos lo escrito por mi padre, con otros en los que planteé mis conclusiones personales (muy diferentes a las suyas). Finalmente y con enorme sorpresa, hace unos años recibí el contacto de J.Ramón Rivera (Fussimanya); quien me hacía llegar sus estudios ibéricos y cuya tesis era también iberohelena. En sus traducciones y su modo de ver los textos ibéricos, Ramón de Fussimanya llega a fórmulas casi iguales a las de mi padre, algo que claramente se debe a haber entendido que estos epigramas de los iberos fueron escritos en idioma heleno. Una teoría que tal como veremos en este artículo, ya se había plantetado en el siglo XIX; aunque esa fórmula de traducir fue desechada hace más de cien años, tras comprobarse que muchas de las inscripciones que estaban interpretando desde el griego, eran falsificaciones hechas por un relojero de Yecla (el famoso estafador Amat).
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A) CONCLUSIONES DEL ANTERIOR ARTÍCULO:
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Volveremos a repetir cuanto exponíamos al final del artículo anterior; donde expresaba como considero que la lengua escrita por los iberos no pudo ser griego clásico, al tratarse de un idioma muy corto en vocabulario y sonidos (tal como lo eran sus formas de escritura). Esta idea se explicaría y confirmaría en razón a los signarios autóctonos, que tan solo constaban de cinco vocales y diez consonantes. Usando un mismo carácter para la serie de “dentales” (d,t,z), otro para las “labiales” (b,p,f) y otro para las “guturales” (k,g,j). Pese a ello -tal como hemos señalado antes-, podríamos pensar que no sabían distinguir bien los sonidos y que esta ignorancia para interpretar la fonética en símbolos, pudo generar los reducidos alfabetos o silabarios. Pero no es así, pues entre sus consonantes “sueltas”, diferencian perfectamente la “R” de la “RR” y una “S” de “SH” (tanto como la “M” de la “N”). Todo lo que obliga a deducir que sus signarios son conforme el idioma que hablaban; confundiendo los sonidos “p”, “f” y “b” al conversar -debido a lo que escribirían así-. Porque, como decimos, distinguían con claridad la “R” de la “RR” y la “S” de la “”SH”; que no son fáciles de diferenciar ni de acotar alfabeticaménte (tal como podemos comprender oyendo a un extranjero pronunciar nuestra “CH” o la “RR” hispana -sonidos que seguramente se corresponden con estas letras iberas de las que hablamos-).
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De este modo, considerando que su idioma se ajustaba a lo que redactaban; la lengua ibérica nunca puede ser griego clásico, y ni siquiera una forma de latín. Ya que las palabras grecorromanas son riquísimas en vocales y consonantes (tal como hemos visto en sus extensos abecedarios). De ello, volviendo a la época de mi padre; le propuse como hipótesis más sencilla, considerar que los iberos pudieron escribir en una forma de “bajo-griego” (un dialecto muy breve y simplificado dialectal heleno). Quizás un reducto del jonio, mal conversado y peor redactado; introducido en la Península gradualmente y mientras nuestro territorio fue aculturado por colonos venidos del Egeo -desde el siglo VIII a.C.-. Aunque habríamos de tener en cuenta también otros dialectos, como el chipriota; pues las costas de Iberia fueron visitadas antes de la Edad del Hierro, por micenios y cretochipriotas (desde el Bajo Bronce, conforme atestiguan los hallazgos de vasijas y diferentes objetos originarios de Micenas, que se fechan al menos en el siglo X a.C.). A la idea que propongo, habríamos de unir la procedencia egea de los caracteres que utilizaban los iberos para escribir -en sus signarios autóctonos-, tan parecidos a los de Creta y Chipre; con sistemas de igual resolución a los cretochipriotas (alfasilábicos) y muy semejantes en símbolos (descendientes de los lineales cretenses). Todo esto, determinaría finalmente que pudieron hablar un dialecto muy simple de un idioma que importaron sus colonizadores. Lengua semejante a sus formas de escritura (micenias o minoicas, pero muy básicas); llegadas a Iberia por manos de gentes egeas. Pudiendo haber sido “aquello” que escribían los iberos, una simplificación del dialecto cretochipriota o del jónico arcáico.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos gráficos que ya habíamos publicado, en los que recogí comparativamente los diferentes signarios ibéricos junto a los egeos e hititas. En este caso hemos compuesto la imagen, para poder ver en dos planos, los alfasilábicos peninsulares, junto a los de Creta, Chipre y Anatolia. De tal manera, observamos los signarios Ibérico Meridional y Nororiental, junto al Tartessio (del Sudoeste) y abajo el Celtibérico. Comparando los caracteres de la imagen superior e inferior, no será fácil comprender la relación con los silábicos chipriota, minóico e incluso con los hititas.
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De ese modo, podemos demostrar que los signarios prerromanos peninsulares parten de Creta y Chipre (o del alfabeto de la Jonia en el caso del grecoibérico); por lo que también su idioma pudo ser un tipo de griego micenio -evidentemente muy sencillo y primario-. Última idea que añado, basándome en un hecho que más tarde explicamos; ya que partiendo de esta premisa (creyendo que fuera un idioma micénico o cretochipriota), se argumentaría su corta fonética. Considerando que debido al acento de los habitantes de Iberia, o a la simplificación necesaria de un griego convertido en básico -hablado por extranjeros-. Los iberos que realizaron esos epigramas que intentamos traducir, tan solo conocerían ciertas palabras esenciales para la comunicación (mal pronunciadas y que escribían al modo “suyo”). Un hecho común en importaciones idiomáticas y en las colonizaciones que extienden lenguas nuevas; donde es normal hablarlo mal, con un vocabulario reducido y llegando a desarrollar una ortografía propia (entre los nuevos parlantes). La idea propuesta, nos llevaría a concluir que quizás “aquello” que escribieron en la Iberia prerromana, no era la lengua -o lenguas- que hablaban. Redactando un idioma protocolario, importado y aprendido desde los colonizadores. Partiendo así de esta hipótesis, pensaríamos incluso que las distintas tribus iberas pudieron incluso usar esa lengua común y extranjera, para entenderse entre ellos (que inicialmente les sirvió para comunicarse con los colonos, pero más tarde fue una forma unificada de protocolo). Hipótesis que expongo, debido a que es algo que suele suceder en todo lugar aculturado y al que llega una nueva escritura. Tal como podemos ver en América o en La India; donde utilizaron el Español y el Inglés -respectivamente- como fórmula vehicular común, aunque sus lenguas primitivas (particulares y locales) eran muy diferentes (1) .
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Desde esta premisa, podríamos suponer que los íberos habrían tenido muy distintos idiomas (de origen celta, de influencia fenicia o de raíz peninsular neolítica). Aunque posiblemente escribieron y se comunicaron en este otro, que les llegó del Egeo -junto a la enseñanza de signos para redactarlo-. Un hecho parecido a otros tantos habidos en la Historia; tal como sucedió en la Edad Media en toda Europa con el “bajo latín”. Circunstancias, que sin duda alguna son comunes en zonas colonizadas por una cultura más avanzada (como eran las peninsulares). Por lo que expongo, si pensamos que los iberos escribían en griego (aunque las tribus tuvieran distintas lenguas); a mi juicio nunca podemos creer que lo hacían de una forma perfecta, ni menos clásica. Sino de un modo primario, abreviado y semejante a un latín muy “bajo”. Recordando un idioma quizás enseñado por los jonios (o por los chipriotas), que les servía para comunicarse entre ellos, para entenderse comercialmente, o para realizar ceremonias religiosas. De ello, aquel “bajo-heleno” contendría palabras “comodín”, con varios significados y se resumiría en un vocabulario muy corto. Es decir, sería un griego muy simple, y casi sin conjugaciones ni declinaciones, careciendo de riqueza léxica. Cuanto expreso puede explicarse con un ejemplo histórico, como lo fue el bajo latín, cargado de abreviaturas. Un idioma usado entre los miembros de la Iglesia, que al final se simplifica y muchos comprendían; expresando conceptos que todos entendían con siglas o crasis.
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Pese a todo lo expuesto anteriormente y pensando que los iberos habían simplificado en palabras y fonética (consonantes y vocales) el idioma heleno. Aún nos quedaría por responder qué motivos les llevaban a confundir la “B” con la “F”, o la “K” con la “G”; mientras distinguían perfectamente otros sonidos tan difíciles de diferenciar, como la “S” y la “SH”, o la “R” y la “RR”. Es decir, si habían sintetizado la lengua helena en voces y fonética (simplificando palabras y signos); carece de sentido que mantuvieran, diferenciasen y escribieran letras tan complejas como son la “SH” y la “S”, o la “RR” y la “R”. Además esta última pregunta recorta de nuevo a ciertas áreas la hipótesis del heleno-iberismo; porque en alfabeto griego no existe normalmente la “RR”, a menos que acudamos a las formas arcaicas de abecedario de Tera y Creta. Es decir, que en principio quedaría acotado el lugar de origen del signario, lengua y acento de los iberos; habiendo de surgir de Creta o de la isla de Tera (muy próxima a Cnossos). Todo lo que se ratificaría a su vez con los sistemas de signos peninsulares: Alfasilábicos y por lo tanto con el mismo origen cretochipriota. Unos piélagos y zonas en pleno contacto con los fenicios; islas donde aquellos púnicos tuvieron enormes bases durante los siglos en los que se desarrollaron los sistemas de escritura ibéricos.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Otros dos gráficos en los que podemos ver comparativamente el origen creto-chipriota y anatólico de los signarios ibéricos. Lo que sugiere que el idioma recogido por los habitantes peninsulares prerromanos -con esos alfasilabarios-, sería una lengua cercana a la cretochipriota y a las anatólicas (próximas a las micénicas o a las hititas egeas).
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B) EL IBERO-HELENISMO EN J.RAMÓN RIVERA (análisis nuestro acerca de sus anotaciones sobre Gómez-Moreno, Alfredo Domínguez Monedero y etc):
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Pasamos a describir el modo en que expresa Ramón de Fussimanya las tesis heleno-ibéricas en sus libros. Comenzamos por el primero, que publicó en 2013 (3) y que intituló TARTESIOS, ÍBEROS Y CELTÍBEROS: SUS ESCRITURAS Y SU LENGUA. Donde desde su introducción expone cómo él sigue a Gómez-Moreno (en La escritura ibérica y su lenguaje, 1948), tras leer cuanto este autor decía sobre los textos prerromanos, al escribir D.Manuel: “Tardíamente, gracias a las inscripciones, conocemos algo de su lengua que, no obstante ser todavía ininteligible, parece de tronco indoeuropeo y más afín al griego que al latín”. A lo que J.Ramón Rivera añade: “Así pues la hipótesis que planteamos y pretendemos demostrar en este ensayo es corroborar si el tartesio, el ibérico y el celtibérico, o alguna de ellas, son lenguas de origen indoeuropeo y tal como intuyó Gómez-Moreno con el ibérico más cercanas al griego que al latín”. Tras la lectura de las frases anteriores, la hipótesis de partida es que el gran maestro Gómez-Moreno consideraba el idioma de los epigramas prerromanos, una lengua indoeuropea cercana al griego (y no tanto al latín). Siendo curioso cómo este sabio ni siquiera menciona la posibilidad de que pudiera relacionarse con las de tronco indoeuropeo celta. Es decir, que Gómez-Moreno niega de antemano toda relación del los textos prelatinos peninsulares, con hablas próximas al gaélico. Ello, pese a que gran parte de los iberos que los redactaron eran de raíz celta; y por ello, tanto o más indoeuropeos que los latinos y los griegos -cuyas civilizaciones tenían influjos de pueblos anteriores a las invasiones indoarianas; pues la lengua helena o la romana contuvieron un sustrato inicial con un alto componente que perteneció a sus antecesores (protoindoeuropeos, etruscos, micenios, hititas y etc.)-.
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Siendo así, es muy de destacar que Gómez-Moreno deseche toda idea de una influencia céltica en las escrituras ibéricas (pese al mundo celtibérico); algo que igualmente siguieron mi padre y Ramón de Fussimanya. Por todo cuanto hemos de plantearnos -si así fuera- qué motivos llevó a los habitantes peninsulares a escribir en una lengua tan ajena a su cultura; pues como hemos dicho, gran parte tenía una amplia raigambre celta (o gaélica). Un asunto que nos habla seguramente de una aculturación lingüística realizada desde el Egeo, por quienes les importaron la escritura; con un proceso semejante al que sufren muchos otros pueblos colonizados. Quienes al recibir la visita de comerciantes o de invasores -más civilizados y fuertes-, suelen adoptar el alfabeto e idioma de los que aparecen en sus tierras, como modo de integración. Algo que hemos podido ver a lo largo de la Historia y que se ha mantenido hasta épocas recientes; tal como sucedió en las colonias europeas de África, donde adoptaron el francés o el inglés como segunda lengua. Idiomas importados y que más tarde han servido como fórmula vehícular de entendimiento entre varios países africanos, e incluso entre las diferentes etnias que habitaban una misma nación. Todo lo que pudo pasar igualmente en nuestras tierras hace miles de años. Pues es probable que en el Sur de la Península se hablase de un modo cercano al fenicio, o al de los colonizadores egeos; mientras en el área celtibérica tendrían un idioma próximo al gaélico y al los indoeuropeos celtas (llegándose conservar incluso los neolíticos en otras partes más aisladas de la Iberia antigua -como el Pirineo o en zonas de pastoreo y montaña-).
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Por todo cuanto expreso -a mi juicio-, los escritos ibéricos pudieron redactarse en una de estas lenguas de colonización y que en cita (1) la profesora Ruiz-Gálvez clasifica como: “vehiculares”, “de comercio”, “de cultura” o de “comunicación franca”. Consistiendo todas ellas básicamente en un idioma importado por gentes más civilizadas, más ricas o más fuertes; lo que obligaba hablarla a todos aquellos que querían comerciar y entrar en contacto con esos poderosos colonos o mercaderes. Siendo ello lo que sucedió con el español, en la América pos-colombina; con el inglés en la India del Imperio o con el francés en las colonias africanas. Llegando a generarse pseudo-lenguajes, llamados “criollos”, tal como existen en muchas de las antiguas colonias de Portugal o en Sudamérica.
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Tras lo expuesto y regresando a la posible “raíz primigenia” de aquel idioma de colonización que escribieron los iberos, sentimos discrepar con las hipótesis de Gómez-Moreno (antes expresadas). Todo lo que supone a su vez no estar de acuerdo con lo que mi padre consideraba (o con lo que J.Ramón Rivera piensa acerca del origen del ibero redactado). Pues no creemos que fuera un indoeuropeo cercano al latín, ni al griego, ni menos al celta; sino un protoindoeuropeo próximo al creto-chipriota. Algo que corroborarían sus signos de escritura, que son todos de raigambre cretochipriotas y muy cercanos también a los hititas. Un hecho que nos llevaría a deducir que posiblemente el idioma que usaron en los textos ibéricos fue la lengua que hablaban los marineros y gentes de la Creta Minóica y del Chipre Arcaico; posiblemente también mantenido en las costas cercanas de Anatolia y en algunas islas del Egeo. Una lengua micénica y que tras la invasión de los indoeuropeos (con la difusión del Hierro y la expansión doria después del siglo XI a.C.), sería prácticamente reducida a Chipre. Isla donde se sabe que huyeron los habitantes de Creta y del Egeo, tras la conquista de los dorios y la destrucción del mundo micénio y minóico. Momento en que los cretenses, los habitantes de la más antigua Hélade o de tierras próximas a las costas de Anatolia, buscaron refugio en estas zonas cercanas a Fenicia (como Chipre o Palestina). Huyendo hasta ellas para conformar nuevas comunidades, que en el caso de la isla chipriota, permaneció lejos de invasiones y sin modificarse culturalmente -al menos hasta la llegada de Alejandro Magno-.
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SOBRE ESTAS LINEAS: Fotografía compuesta; a la izquierda (en blanco y negro) dos leones neohititas de tell Tainat, fechados en el siglo VIII a.C. -propiedad del Museo de Antakya, al que agradecemos nos permita divulgar la imgen). A la derecha, montaje con dos leones del Monumento funerario de Pozo Moro (Albacete); también neohitita, pero en ese caso ibérico y fechado hacia el siglo V a.C.. Los motivos que traerían arte neohitita hasta nuestra Península se hacen evidentes estudiado lo sucedido en Anatolia entre los años 710 al 547 a.C.. Principalmente con el más famoso monarca de los reinos neohititas: Midas de Gordion, cuyos dominios fueron los mayores, más prósperos y ricos de Anatolia; al comerciar todo tipos de metales (incluso el estaño "negro" del Atlántico). Este rey Midas, fue atacado por los salvajes cimmerios en este año de 710 a.C., logrando rechazarlos gracias a la ayuda de Sargón. Pese a ello, tan solo catorce años después (en el 696 a.C.) se ve obligado a huir o a suicidarse, quedando su reino frigio en manos de los asirios. Un territorio cuyas desgracias no acabaron allí, pues en el 620 a.C. los lidios (helenos) invadieron y arrasaron esta zona de Anatolia, acabando definitivamente con Frigia, condenando a la esclavitud a toda la población autóctona que no logró escapar. Finalmente, los persas atacaron de nuevo a esta parte principal de la actual Turquía -que por entonces se denominaba Lidia- y lograron hacerse con ella hacia el 547 a.C., denominándola de nuevo Frigia y situando ora vez su capital en Gordion. Tres enormes tragedias e invasiones sucedidas en los años 710, 696 y 547 a.C., que obligarían a huir a toda su población hacia tierras extranjeras. Unos frigios de los que sabemos, muchos eran marineros, comerciantes o piratas; que se refugiaron en el extremo Oeste del Mediterráneo, donde exportaron sus religiones (propagando aquellos huidos de Frigia, el culto a Attis o a Cibeles y los cruentos ritos de Artemisa).
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BAJO ESTAS LINEAS: Otra imagen compuesta. A la derecha, la famosa tumba de Pozo Moro, de rasgos neohititas; tal como la exhibe el Museo Arqueológico Nacional (al que agradecemos nos permita divulgar la fotografía). A nuestra izquierda, otro león neohitita, en este caso de Marash y pleno de inscripciones en sus patas, fechado en el siglo VIII a.C. (propiedad del Museo arqueológico de Estambul, al que agradecemos nos permita divulgar la imagen). Observamos en la fotografía esa similitud entre los leones neohititas de Anatolia, los de Pozo Moro y los de otros monumentos ibéricos; pero además -en este caso- podemos ver asimismo las inscripciones que tiene la estatua del museo de Estambul. Entre las que se distinguen signos semejantes a los del alfasilabario ibérico y a algunas marcas o señales características de piezas como el tesoro de El Carambolo. Cuyo collar presenta un símbolo parecido a dos “C” entrelazadas; ideograma que en idioma hitita significaba “dios”. Más abajo estudiaremos esta marca que analicé en el tesoro de El Carambolo y que también podemos ver inscrita en las patas del felino de Estambul -para su mejor observación, las he recortado a un lado en la imagen bajo estas líneas-.
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Como anteriormente hemos visto, todos los indicios analizados nos llevarían a deducir que el idioma en que escribieron esos textos ibéricos, fue un proto-indoeuropeo; al igual que lo serían las gentes que lo trajeron. Ello implica la hipótesis de una lengua cercana a la hablada por Minos (semejante al griego más arcaico descubierto por Ventris y Chadwick), o a la que se conservó en Chipre hasta el siglo IV a.C.. Un idioma micénico, cuyos orígenes protoindoeuropeos no lo situarían tan lejos del vascuence; pues -como sabemos- las fuentes más remotas del euskera debemos buscarlas en el Cáucaso y en etapas anteriores a la Edad del Hierro. Todo lo que obliga a emparentar la lengua de los vascos, con la de los hititas y las de otros pueblos que ancestralmente habitaban las zonas ricas en metales de Anatolia. Gentes anteriores a la expansión del hierro y por lo tanto, predecesoras a las celtas -gaélicas-, helenas, latinas y etc.. Por cuanto me atrevo a afirmar que el idioma de los epigramas ibéricos no sería un indoeuropeo, sino proto-indoeuropeo. Aunque pudiera ser en parte verdad aquello que el gran maestro Gómez-Moreno afirmaba, cuando decía que esos textos estarían escritos en una lengua cercana al griego... . Pero no al griego clásico, sino a formas muy anteriores. Es decir, a las lenguas micenias, a las hititas y -sobre todo- a las cretochipriotas o minóicas.
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Tras estas afirmaciones personales, regresamos a la idea sobre el ibero-helenismo del autor que estudiábamos (J.Ramón Rivera -Ramón de Fussimanya-); quien continúa diciendo: Los caminos que se han seguido hasta nuestro siglo para intentar descifrar la misteriosa lengua ibérica no parecen haber dado los resultados anhelados por todos, permaneciendo, por el momento, absolutamente incomprendida”Citando nuevamente a Gómez-Moreno sobre el método a seguir en las traducciones, con estas palabras: “El problema de interpretar los textos hispánicos prelatinos sigue lejos de resolverse” (...) “Probablemente, la causa esencial del atasco radica en hallarse mal planteado el problema; convendrá, pues, remover sus bases” (3) . Seguidamente afirmará Fussimanya que el primero en identificar el griego y el ibero fue Gómez-Moreno; y el continuador de esta fórmula de traducción (ibero-helena) sería Jaime Siles. Unos datos que en un caso y otro no concuerdan con los hechos históricos, pues -como veremos más adelante- ya interpretaron los textos iberos desde el griego hacia 1875, autores con la talla de Juan de Dios de Rada. Ilustre académico y catedrático, que fuera director del Museo Arqueológico Nacional y que tristemente se vio involucrado en un turbio asunto que le obligaría a dejar la tesis del iberohelenismo -cuando un relojero de Yecla (llamado Amat), le vendió varias estatuas con inscripciones apócrifas; epigramas tallados por el malvado falsificador y que el sabio académico publicó como verdaderos textos ibéricos, traducidos desde el griego-.
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Tras esta mención -errónea-, considerando que fué Gómez-Moreno el primero en traducir desde el griego los textos iberos; pasa J.Ramón Rivera en el apartado segundo de este libro, a tratar sobre el vascoiberismo. Recogiendo entorno a ello la siguientes palabras: Cabe recordar a Gómez-Moreno cuando sustentaba en su obra -De epigrafía ibérica: El plomo de Alcoy (1922)-: `Basta considerar el abismo que media entre el latín primitivo y el italiano de hoy, para no hacerse muchas ilusiones, respecto de interpretar el plomo de La Serreta por el vascuence´” (4) Evidentemente, la idea que expresa Gómez-Moreno es muy inteligente si no tuviera un problema que plantearnos; pues los textos iberos son epigramas (seguramente con un uso ritual, jurídico o protocolario), mientras el italiano se trata de un idioma hablado moderno. Una lengua que no tuvo literatura ni textos publicados hasta la aparición de la imprenta. Es decir, que aquello que deberíamos comparar para valorar el idioma epigráfico ibérico y el vascuence, no sería el italiano con el latín; sino cuanto se escribía antes de inventarse la imprenta, con el idioma de los romanos. De tal manera, veremos que previamente al siglo XVI, todo aquello que se redactaba en pliegos de notarios, clérigos, juristas y copistas; era recogido en latín. En una lengua casi igual a la que hablaba Julio César y que tan solo se diferenciaba en algunas simplificaciones; modificaciones que durante siglos se habían realizado para que toda Europa se pudiera comunicar en el idioma del Imperio.
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Consecuentemente, hemos de considerar si el vascuence ha sufrido o no grandes alteraciones desde sus inicios. Pues si en verdad ha cristalizado desde tiempos inmemoriales, quizás sirva en parte para traducir el ibero. Ya que toda lengua que se ha conservado como “vehícular” y “culta”; o bien como aislada y apartada, evolucionaron muy poco a lo largo de milenios. Siendo así, si el vascuence apenas ha sufrido grandes cambios en los últimos veinte siglos, se podría usar como fórmula comparativa para los estudios de iberismo; ya que sus raíces y sus formas serían muy cercanas a las de lenguas proto-indoeuropeas.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes mías ya publicadas (en Tartessos y lo invisible en el arte), donde vemos la traducción que dí a los símbolos del collar del tesoro de El Carambolo. Arriba, los sellos del collar; y a la derecha -sobre estos- un texto traducido del hitita en cuya última fila vemos como esos signos significan: “Dios” y “KUBABA”. Siendo la palabra “dios” la que se expresa en ideogramas hititas o luwios con el símbolo de las dos “C” entrelazadas; mientras el nombre de la diosa Kubaba (la Kybele helena) se escribe con dos triángulos enfrentados. En la imagen a la izquierda, un ortostato de Karkemish en el que se representa la Kubaba hitita (la posterior Cibeles romana). La vemos sobre el característico trono del león, en este bajorrelieve fechado en el siglo IX a.C., perteneciente al museo arqueoloógico de Ankara (al que agradecemos nos permita divulgar la imagen). Abajo, ampliación de las notas que tomé acerca de los símbolos del tesoro de El Carambolo y su traducción desde ideogramas hititas; junto a ellos, la Dama de Cehegin a la que considero una representación de la Kubaba neohitita (portando con ambas manos los atributos de esta diosa; que eran, el espejo y la flor de adormidera).
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Continuando con el vascoiberismo en el libro que analizamos, expone Fussimanya que “Jürgen Untermann opinaba como: `está fuera de duda el que la lengua ibérica tiene algo que ver con la lengua vasca, y aumentan cada vez más los indicios positivos en favor de ello´” (5) Añadiendo que: “Por otro lado, Jesús Rodríguez Ramos, en su obra La hipótesis del vasco-iberismo escribirá: `Puedo adelantar que, en mi opinión, sí que existe un parentesco entre la lengua íbera, de un lado, y la vasca y aquitana, de otro, pero que dicho parentesco no es directo. Es decir, que el íbero no es proto-vasco sino una lengua de la misma familia´” (6) . Evidentemente, cuanto están expresando son hipótesis, habida cuenta que aún no han podido traducirse los epigramas prelatinos hispanos. Pese a ello, observando la morfología y la fonética de aquellos escritos ibéricos, todo los hace “en parte” cercanos al vascuence, que también es protoindoeuropeo (aunque -como ya dije- en mi opinión se aproximarían mucho más al griego arcaico, o al micénico).
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Pasa J.Ramón Rivera en su capítulo tercero -que titula “El sistema helenístico”- a recoger ideas de Domínguez Monedero; quien explica cómo existen evidencias de un intercambio documental durante el influjo comercial griego, en sus colonias de Occidente. Donde aparecen extranjeros firmando transacciones con los helenos, con plena  capacidad legal, incluso para representarles. Todo lo que implica pactos y un Derecho común estipulado entre colonos y gentes autóctonas; quienes llegarían a acuerdos y a firmas perfectamente reguladas. Escribiendo Domínguez Monedero: “es la presencia, como testigos de las diferentes partes de la transacción de toda una serie de individuos cuyos nombres muestran a las claras que no son griegos y, sin embargo, deben de tener la capacidad jurídica suficiente (y el conocimiento necesario del griego) como para poder actuar de testigos en una transacción comercial con entrega de garantías” (7) Tal como expresa este autor, el comercio acordado por escrito, entre indígenas y colonos; obliga a deducir que algunos de los iberos debían conocer perfectamente el idioma heleno. A su vez -a mi juicio- además habríamos de suponer que muchos de esos griegos que viajaban hasta la Península, dominarían con soltura la lengua (o lenguas) autóctonas. Unos hechos sin los cuales se hace impensable que pudiera establecerse en los puertos de nuestras costas un mercado permanente y estable -entre visitantes e indígenas-. Tanto como sería absolutamente inviable que los helenos fundaran colonias en el litoral ibérico.
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Debido a cuanto decimos y sabiendo que al menos desde el siglo VIII a.C. los griegos mantuvieron ciudades como Emporion, Hemeroskopeión, Alonis o Mainake -utilizadas durante más de trescientos años para embarcar sus mercancías hacia Grecia-. Creo personalmente que debemos suponer un sistema perfectamente estructurado y pactado entre iberos y colonos. Lo que implica unos acuerdos de fundación y unos derechos estipulados sobre ese territorio franco; reconocidos por los habitantes autóctonos como un dominio de los colonos. Necesitando asimismo una organización defensiva común, para que esa colonia no pudiera ser asaltada por indígenas ajenos a quienes habían pactado aquellas cláusulas -gentes de otras zonas y que decidieran atacar a los extranjeros de la ciudad “satélite”-. Incluso hemos de pensar en la existencia de un mundo “criollo”, tal como se denominó en Ibero-América; donde los nacidos entre colonos y colonizados componían una clase social que ejercía de puente cultural. Siendo esos mestizos, quienes mejor actuarían desde un principio como intérpretes e intermediarios entre ambos mundos y las dos culturas. Debiendo pensarse que una gran parte de los ciudadanos asentados en aquellas colonias griegas del extremo Occidente (Marsella, Ampurias, Alonis, Mainake y etc) tuvieran ese origen mestizo. Lo que les capacitaba para integrarse y entenderse con los habitantes autóctonos; evitando además que los iberos de zonas lejanas, se llegaran hasta la costa para atacarles o robarles.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes mías también publicadas (en Tartessos y lo invisible en el arte), conteniendo los datos históricos de los siglos IX al VI a.C.; en los que podemos ver los motivos que obligarían a huir a las gentes de Anatolia, del Egeo y de Oriente Medio hacia tierras muy lejanas (llegando muchos de ellos hasta nuestras costas). Arriba, junto a un cuadrito del Profeta Jeremías (pintado por Correa de Vivar y propiedad del Museo de Santa Cruz de Toledo al que agradecemos nos permita divulgar la imagen). He puesto los sucesos acontecidos en Anatolia, en Fenicia y en Israel y Judá, durante los siglos IX al VII a.C..
-FRIGIA: Comienza por el triste final de Frigia, el reino de Gordion gobernado por Midas, que fue asediado en el 710 a.C. y posteriormente destruido, en el 696 a.C. cuando es ocupado por Asiria. Tras ello, en el 620 a.C. de nuevo los lidios (griegos) atacaron y devastaron Frigia; acabando y esclavizando a su población, para pasar a llamarla Lidia. Finalmente, en el 547 a.C. los lidios son de nuevo expulsados de esta tierra por los persas, quienes vuelven a apoderarse de ella y la denominaron otra vez como reino de Frigia.
-FENICIA: Acontecimientos principalmente sucedidos en Tiro y Sidón, que desde el 814 a.C. se veía asediada por los asirios; de ello gran parte de su población que habitaba tierra adentro decide emigrar en barco y fundar Cartago (en Túnez). Durante los siglos VIII y VII a.C. sufre nuevamente una gran presión asiria, conformando un solo reino Tiro y Sidón. Desde el 672 al 667 a.C. estos puertos fueron asediados por Esharhaddon y Salmansar (quienes no llegan a conquistarlos). Desde el 591 al 572 a.C. nuevamente son sitiadas, y finalmente fueron doblegadas por Nabucodonosor; que las sometió, obligando a los fenicios a pagar impuestos bajo una de sus satrapías.
-ISRAEL Y JUDÁ: En el 722 a.C. Sargón derrota la capital de Israel y hace cautiva a gran parte de su población. Lo mismo que sucede con Judá en el 582 a.C. (que tras la caída de Asiria, se ve ocupada por Babilonia, donde llevan a cautiverio a la mayoría de su población).
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En la imagen bajo estos párrafos, los mismos hechos descritos de manera más detallada y recogidos al lado de un dibujo mío de Sevilla. En ellos podemos ver los datos de Frigia (Gordion) en azul; los de Fenicia (Tiro y Sidón) en rojo; en negro, los de Israel; en morado los de Judá y en negrilla mayúscula los de Tartessos.
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C) PRIMEROS COLONIZADORES; NECESIDAD DE UN IDIOMA PARA COMERCIAR Y ESTABLECERSE (importado o autóctono):
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Regresando a los pactos descritos por Domínguez Monedero, donde vemos transacciones comerciales entre individuos de la Hélade y habitantes de la antigua Galia o de nuestras costas. A mi juicio, estas notas epigráficas suponen las primeras pruebas argumentales del modo en que comenzaría la escritura ibérica. Debido a la necesidad de redactar los acuerdos mercantiles (los encargos y pagos de mercancía). Pero además, hemos de pensar que sin unos tratados perfectamente estipulados y firmados, se haría imposible el establecimiento de colonias. Algo que afirmo personalmente, después de años exportando productos españoles al lejano Oriente; sabiendo que sin un gran conocimiento del idioma, es imposible establecer un mercado continuado (más aun, para abrir franquicias). De tal manera, para poder comprar o vender productos de tierras y culturas tan distantes; lo primero que se necesita es confiar y comunicarse perfectamente (algo que implica comprender ambas lenguas). Todo lo que he podido comprobar tras más de veinte años vendiendo al Japón; sabiendo que es imprescindible el dominio pleno del habla de ambos lugares. Siendo imposible sin un conocimiento profundo de los idiomas, comerciar con frecuencia, o mantener un mercado permanente. No digamos ya, abrir un puerto franco (como Massilia, Emporion o Hemeroskopion); para lo cual se necesitan tratados fundacionales, pactos de no agresión con los habitantes de la zona y un larguísimo etcétera de documentos estipulados.
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Por cuanto hemos dicho, parece obvio que desde de las primeras colonizaciones en nuestra Península, se necesitaba que algunos de los indígenas entendiesen el idioma de los visitantes; y que esos venidos del Oriente mediterráneo, tuvieran a su vez traductores entre los de su tripulación. Unos contactos entre colonos y colonizados que para imaginar cómo fueron, bastará estudiar el testimonio de lo sucedido durante la conquista europea de América. Donde podemos ver como para asentarse inicialmente, los viajeros debían ir estableciendo lazos con algunos lugareños; a los que se aculturaba y enseñaba (eligiendo principalmente jóvenes y a ser posible mujeres). El método más sencillo ya se ha explicado y solía consistir en el rapto de algunos adolescentes, o en la “compra” a familiares de estos niños indígenas. Quienes viviendo algún tiempo entre los colonizadores, aprendían su idioma y costumbres. Tras ello, al regresar a su tierra natal, aquellos jóvenes reeducados dominarían la lengua y cultura ajena, reconociéndola como más próspera a la suya. Así entraban de nuevo en contacto con sus familiares o amigos, ganándose la confianza de unos y de otros, pudiendo ya desembarcar los colonizadores para realizar tratos. Llegando paulatinamente a integrarse hasta lograr autorización para levantar pequeños poblados en tierra, bajo acuerdo con los indígenas. Estableciendo primero intercambios comerciales, más tarde lazos de amistad y posteriormente hasta enlaces familiares. Debiéndose pensar que muchas de las reinas o gobernantes de aquella Iberia antigua (sometida a las primeras colonizaciones), serían mujeres de este origen extranjero. Bellas féminas traídas desde tierras de los colonizadores, con el fin de que se casaran con los reyezuelos indígenas. Generando de ese modo estirpes de gobernantes mestizos; todo lo que posibilitaría el establecimiento de puertos francos (ciudades comerciales como las que tuvieron los helenos y los fenicios).
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Los hechos antes descritos son comunes a todo asentamiento de extranjeros en territorio lejano, para establecer comercio y no tanto para conquistarlo (pues las técnicas de invasión son diferentes e implican avances de ejércitos -tal como harían los cartagineses y los romanos en la Península-). Por lo tanto, cuanto hemos descrito narra de algún modo lo que hubo de acontecerse en nuestras tierras, desde la aparición de los primeros colonizadores. Algo que vendría sucediendo al menos desde el 2700 a.C., cuando los visitantes orientales comenzarían a asentarse en nuestras costas para explotar minas de cobre (como las de Rio Tinto en Huelva). Unos buscadores de metales del tercer milenio a.C. que procederían de Oriente Medio o de islas como Creta o Chipre; apareciendo en la Península durante una etapa muy anterior a la eclosión de las grandes civilizaciones que allí florecerían (la minóica, micénica, chipriota, eblita, hitita, israelita, canaanita etc). Por lo que siquiera estarían suficientemente organizados, como para generar una verdadera colonización. Debiendo pensarse que durante aquel remoto tiempo, establecerían unos contactos puntuales (aunque posiblemente permanentes); viajando hacia la Península en los meses de verano. Viniendo en sus barcos en busca de estaño y cobre (imprescindible en la Edad de Bronce), localizando posteriormente las grandes minas de oro y plata existentes en el Atlántico. Llegando pronto a descubrir la casiterita de Galicia, los metales preciosos de zonas como el Duero y Orense. Todo lo que provocaría una enorme aculturación, que unida al megalitismo, forjaría la Cultura del Vaso Campaniforme (que se difunde desde el Sur de España, por toda la Europa Atlántica, desde el 2800 al 1500 a.C. -aproximadamente-).
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ARRIBA Y ABAJO: Varias imágenes mías también publicadas (en Tartessos y lo invisible en el arte). Sobre estas lineas, mapa mio sobre la difusión de los megalitos y del Vaso Campaniforme. Con zonas rayadas, he marcado la expansión del megalitismo, señalando a su vez los milenios en los que se va difundiendo. En amarillo vemos las áreas del Vaso Campaniforme; que se inicia hacia el 2800 a.C. en la Península y va difundiéndose por gran parte de Europa, hasta mediados del segundo milenio a.C. (claramente expandido por los buscadores de estaño y cobre, durante la Edad del Bronce).
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Bajo este párrafo, mapa mío con los principales yacimientos de oro, plata, cobre y estaño en la antigüedad; junto a las fechas en que se inicia el Calcolítico y Edad del Bronce en cada zona. Observemos en este mapa la escasez de minas de cobre en el Mediterráneo Oriental durante la Antigüedad, y que se reducen a Chipre o el Egeo. La práctica ausencia de estaño y de yacimientos cúpreos, les obligaría a llegar primeramente a Cerdeña (donde existen explotaciones de cobre y casiterita -plúmbea y de baja pureza-); debiendo encaminarse finalmente hasta el Atlántico peninsular, para lograr grandes cantidades de estos metales y de una buena calidad (es este el momento en que se iniciarían las explotaciones de minas como las de Rio Tinto, que se sabe fueron abiertas por colonos orientales entorno al 2700 a.C.).
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ABAJO: Mapa mío con los yacimientos, destacando ya las rutas de los metales y del ámbar, llevadas a cabo durante miles de años. Observemos como desde los primeros buscadores de ámbar, nacerían vías del oro y de la plata, expandiendo el primer megalitismo por el litoral atlántico europeo (entre el 5000 y el 3000 a.C.). Más tarde, los hombres del bronce realizarían los mismos caminos en barco, llegando hasta las minas de Galicia, Bretaña y de las Islas Británicas. Difundiendo así “el segundo megalitismo” y el Vaso Campaniforme (desde el 2800 a.C., hasta mediados del segundo milenio a.C.). Posteriormente, el Egeo se vería azotado y devastado tras el estallido del Volcán Tera-Santorino (sucedido hacia el 1650 a.C.); debiendo huir al remoto occidente muchos de los antiguos minóicos y los pobladores de Oriente Medio.
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Finalmente, hacia el 1200 a.C. se expande el Hierro y los pueblos armados con ese nuevo metal (procedentes de Anatolia) también expulsarían a las gentes asentadas en Oriente y que pertenecían a civilizaciones del Bronce. Todo ello generó un flujo de inmigración y viajes hacia la Península o el Atlántico, que culmina cuando nacen las nuevas civilizaciones marineras del Hierro: Fenicia y Grecia. Quienes vienen desde el siglo VIII a.C. a nuestras tierras, en busca de los metales que antaño aquí obtuvieron otras culturas más antiguas -asentándose en ciudades satélite-; hasta que siglos más tarde llegarán a conquistar los cartagineses gran parte de lo que iba a ser la posterior Hispania romana. Los hechos antes referidos se corresponden a miles de años de “visitas comerciales”, colonizaciones e invasiones peninsulares; lo que convertiría a nuestras tierras en un “rincón final” del Mediterráneo, donde casi todos llegarían y muchos se quedarían.
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Cuanto hemos descrito en los párrafos anteriores (a pie de fotos), deja claro que desde al menos el 3000 a.C., hubo un continúo flujo que trajo naves y gentes hasta el extremo Occidente, en busca de metales. Generando obligatoriamente un intercambio comercial o cultural, entre los habitantes de Iberia y estos pueblos marineros capaces de llegar en barco hasta la Península -para regresar a su lugar de origen cargados de cobre, estaño, plata y oro-. En unos viajes que podían realizar ya perfectamente desde el cuarto milenio a.C. los egeos cicládicos, cretenses, chipriotas, caananitas, egipcios o bibliotas (tras el manejo del cobre). Debiendo admitir la arqueología que culturas que supieron cortar losas y crear edificios pétreos -como los megalitos, las pirámides o los cenotafios y ciudades de Oriente Medio-; estaban perfectamente capacitados para construir grandes naves en astilleros. Pudiendo viajar con embarcaciones a vela apoyadas con remeros a una velocidad media superior a cinco nudos (recorriendo más de 100 millas al día); en barcos que cuando superaban los quince metros de eslora, servían para transportar más de veinte toneladas de carga.
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Acerca del modo de navegar, habríamos de plantearnos primeramente el cabotaje por el Mediterráneo y más tarde el establecimiento de rumbos conocidos de altura (ayudándose de los astros y de la suelta de aves -para orientarse-). En unas singladuras que ya en época de griegos y fenicios precisaban unas dos semanas para viajar desde desde Tiro (o del Egeo), hasta Gibraltar. Necesitándose -a mi juicio- cambiar de barco tras cruzar el Estrecho, habida cuenta la diferencia de olas y vientos (entre el Mediterráneo y el Océano)Posteriormente, desde Cádiz hasta las minas de Galicia, habría otra semana de navegación; y de allí a las Islas Británicas o a la Bretaña francesa (también muy ricas en metales preciosos), se estima que podían tardar unos siete días más. Viajes que tan solo realizarían durante los meses de gran bonanza (verano), debido a la peligrosidad de las aguas atlánticas. A ello habría de unirse la ferocidad, de las gentes que poblaban esas costas occidentales ibéricas, las cantábricas, las de Francia y las británicas (y la falta de contacto con extraños)Todo lo que hace comprender, dejasen a los pobladores autóctonos peninsulares, organizar el comercio interno a su modo; mercadeando entre indígenas y transportando aquellos los metales por tierra, hasta el litoral (preferentemente a puertos cercanos a Portugal). Pasando posteriormente los colonos del hierro a establecerse en zonas como Málaga o Cádiz (si eran púnicos) y en Cataluña o el Levante (de ser helenos). Abriendo así los primeros puertos francos -Gadir, Malaka, Alonis o Emporion-; donde comprarían los metales a los iberos, para embarcarlos desde allí hacia sus tierras de origen.
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Por todo cuanto decimos, tuvo que haber un comercio interno peninsular y una organización autóctona (bien instituida) dedicada a los metales. Una sociedad de castas perfectamente gobernadas y establecidas, que permitieran la obtención, transporte y venta, de aquellas materias primas obtenidas en los yacimientos (actuando de un modo semejante como los pastores crearon sus caminos y sus derechos de trashumancia desde tiempos ancestrales). Todo lo que hubo de organizarse desde que llegaron los primeros colonos en busca de las minas de cobre y estaño. Siendo así, hemos de pensar que quienes crean y difunden la cultura del Vaso Campaniforme, eran estas gentes a las que nos referimos; llegadas desde el Oriente mediterráneo y que irían estableciéndose en nuestras tierras. Hombres de la Edad plena del Bronce, para los que era vital obtener mineral cúpreo y casiterita -que tanto escaseaba en sus lugares de origen-. Unas conclusiones que se obtienen observando los mapas anteriores; donde veremos que apenas hay minas de cobre, salvo en Chipre y Grecia; existiendo tan solo estaño en Cerdeña (de muy mala calidad). Por lo que se deduce que primeramente hubo de ser obligado ir hacia la Cólquida (la tierra del Cobre, situada en el Cáucaso, al final del Mar Negro); aunque el paso estaba cerrado por los hititas y principalmente por los dueños del Bósforo (todo lo que concedía la enorme fuerza estratégica a la legendaria Troya; vigilante sobre la entrada a este estrecho). Debido a ello, el único medio de encontrar cobre y estaño en abundancia, era poner pie en tierras de Iberia, donde había minas de plata y casiterita en Almería. Unos metales se hallaban en enorme cantidad y calidad, después de cruzar el Estrecho (desde Huelva al Algarve, el Alentejo y Extremadura; y del Duero al Cantábrico).
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AL LADO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos imágenes del cromlech de LOS ALMENDROS (en las cercanías de Évora -Portugal-). Se trata de un observatorio astronómico megalítico compuesto por centenares de menhires. Su parte más antigua data de finales del sexto milenio a.C. y consta de veinticuatro menhires. Alrededor su zona exterior, comprende una ampliación realizada hacia el 4500 a.C. con unos noventa y cinco cipos más. Finalmente, en el centro se colocaron otros tantos (como el que vemos) en los que hicieron grabados y marcas y que se datan hacia el 3000 a.C.. Se trata de uno de los monumentos más antiguos de Europa y uno de los observatorios astronómicos con más siglos del Planeta.
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Cuanto explicamos hace evidente que durante los milenios IV, III y II a.C.; hubo un flujo continuo desde Oriente mediterráneo, hasta la Península. Algo que de algún modo se convirtió en una primera colonización; principalmente tras el auge del mundo Minóico y sobre todo con los hechos acontecidos hacia el 1650 a.C.. Cuando la caldera del Tera-Santorino estalla, destruyendo gran parte de Creta y Ebla; afectando la explosión del volcán a toda Anatolia y llegando sus consecuencias hasta a Egipto. Un momento en que los habitantes del Egeo, Creta, Chipre y las costas anatólicas emigrarían hacia otras tierras. Llegando muchos hasta el Nilo, en un éxodo masivo que a mi juicio genera el periodo Hicso; habida cuenta que estos exiliados de las zonas afectadas por el Tera-Santorino se encuentran la desembocadura del río sagrado casi despoblada (cuando gran parte de los súbditos del faraón habrían huido hacia el Sur, asustados por las nubes de polvo y gases volcánicos procedentes del Tera). Siendo así, se establecerían en el delta del Nilo aquellos venidos del Egeo y alrededores; quienes escapaban del horror provocado por la enorme explosión -generando esta migración el periodo conocido como Hicso-. Por su parte, otros muchos egeos, minóicos y anatólicos, huirían en barcos hacia tierras más lejanas; marchando a lugares donde habían navegado en sus singladuras más largas, para buscar metales.
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Sería este un momento en que llegaría hasta la Península una gran masa de exiliados procedentes de zonas próximas a Creta; promoviendo enormes cambios en las estructuras sociales y culturales de nuestras tierras. Una etapa en que debemos fechar la aparición de los menhires-estela, los ídolos guijarro y de las losas alentejanas; esculturas y cipos que se expanden en la Península Ibérica (principalmente en la zona Oeste y desde el sigo XV a.C.). Proliferando en esa etapa Media del Bronce, esos bajorrelieves grabados en piedras, que serían el antecedente directo de cuantas más tarde esculpieron durante la cultura del Sudoeste (desde el 1100 a.C.). Momento en que se difunden por el Bajo Guadalquivir, Extremadura y etc; infinidad de losas de apariencia funeraria y en forma de estela; representando preferentemente guerreros con sus armas o mujeres diademadas. Un segundo tipo de lajas esculpidas, que creemos se debió a la segunda venida de gentes del Egeo y de sus inmediaciones. Pobladores de Oriente mediterráneo pertenecientes a culturas del Bronce; que habitaban hasta entonces en Creta, Micenas, Chipre o Anatolia. Gentes que fueron invadidas por los Hombres del Hierro, pueblos indoarianos que se armaron con el nuevo metal y que a partir de la famosa guerra de Troya (después del 1212 a.C.) van expulsando paulatinamente a los antiguos moradores de la zona. Haciendo desaparecer Micenas y el mundo Minóico (tras el siglo XI a.C.); debiéndose refugiar en tierras de Canaan, en las de Egipto y en otras más lejanas, los antiguos micenios y cretochipriotas. A la vez que lo hicieron los Pueblos del Mar; pobladores de Anatolia, igualmente obligados a huir de sus tierras por las hordas del Hierro. De los que sabemos, muchos arribarían a Italia, Cerdeña y hasta Iberia (aunque otros lograron establecerse en Egipto; llegando a crear una dinastía propia, en la figura de Sensoq I).
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Regresando a nuestra Península -a mi juicio-, debido a los hechos referidos y en estos momentos, nacería la fase de Bronce Final; desde el 1100 a.C.. Periodo donde surgirían paulatinamente las mencionadas estelas de guerrero y diademadas, que se mantuvieron ya hasta el Primer Hierro. Una nueva etapa en la que surgiría Tartessos, que florece gracias al contacto con los colonizadores del Hierro, tras el siglo VIII a.C.. Unos visitantes procedentes de Fenicia y de Grecia, que vuelven a abrir las rutas del metal hacia Occidente; contactando con los pueblos peninsulares antes mencionados (mineros y asentados principalmente en el Sudeoeste). Surgiendo de ese comercio paulatino, entre los habitantes de la zona atlántica sur, los fenicios o los helenos; aquella cultura que se llamó Tartessos.
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Por cuanto expreso, podríamos fechar -a mi modo de ver- las precolonizaciones peninsulares, en base a estas etapas:
1º- Megalitismo autóctono: Nacido y desarrollado tras la mejora del clima, desde el 5500 a.C.; promoviendo las construcciones ciclópeas y los viajes por las costas atlánticas en busca de ámbar, oro y plata.
2º- Megalitismo de influencia oriental (Bronce): Desde el 3000 a.C. promovido ya por gentes que viajarían desde el Mediterráneo hasta nuestras tierras ,en busca de metales (cobre primero y desde el 2700 a.C. estaño también, para alear bronce).
3º- Minóicos y Cicládicos: Aparición de las primeras grandes civilizaciones marineras del Egeo (como la Cicládica y la Minoica) que vendrían hasta Occidente por metales desde el 2000 a.C.. Llegada de los huidos del Tera-Santorino después del 1650 a.C.
4º- Primera invasión del Hierro: Exilio de las gentes pertenecientes a civilizaciones del Bronce, expulsados de las costas de Anatolia, del Egeo y de Creta, por las invasiones de ejércitos armados con Hierro. Migración obligada de micenios y minóicos hacia la Península ibérica (desde el 1200 al 1100 a.C.).
5º- Segundas invasiones el Hierro: Llegada hasta nuestras tierras de otros expulsados de Oriente Medio, tras las convulsiones habidas entre el siglo VIII y el VII a.C. (frigios invadidos, neohititas exiliados; fenicios y judíos igualmente huidos para no someterse o sufrir cautiverio en Asiria y Babilonia). Florecimiento de Tartessos y Periodo Orientalizante.
6º- Colonización: Establecimiento de colonias fenicias y griegas a lo largo del litoral peninsular: Siglos VII y VI a.C.. Colonización, propiamente entendida por la arqueología.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado una estatua menhir (en dos fotografías superpuestas) hallado en Villar del Ala, hoy en el Museo Numantino de Soria (Al que agradecemos nos permita divulgarlas). El Museo fecha esta pieza en el siglo X a.C., aunque hemos de considerarlo del Bronce Final I y II (quizás más cercano al XIII a.C.). Creo personalmente que estos menhires-estela y los ídolos-guigarro (coetáneos) se producen tras la llegada de gentes del Egeo a nuestras la Península ( concretameete venidas tras el desastre del Tera-Santorino).
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Abajo la estela de Magacela (Badajoz) propiedad del Museo Arqueológico Nacional, al que agradecemos nos permita divulgar nuestra fotografía. Observemos en la imagen inferior el guerrero con casco de cuernos, lanza, cuchillo-hacha y puñal al cinto. Bajo él, un enorme escudo remata la escena que testifica como estas losas debieron ser funerariasSu datación corresponde al Bronce Final III (desde el siglo XI al VIII a.C.), pero según otros autores -como el prof. Mederos- serían anteriores al 1150 a.C.-. En mi opinión hemos de considerarlas pretartessias; ya que se encuentran en territorios que posteriormente fueron ocupados por gentes cercanas a esta cultura del Bajo Guadalquivir. Finalmente añadiremos, que esas estelas de guerrero o diademadas, aparecen en territorios muy ricos en minas; principamente de estaño, mercurio y oro (como las de Almadén, Alentejo o las Villuercas extremeñas). Además, en las inmediaciones de donde se han hallado, también se encontraron numerosos tesoros (como los de Berzoana. Sagrajas, Valdeobispo y otros tantos aparecidos en el Alentejo) -aunque no aparecieron junto a estas estelas, sino en ocultaciones o enterramientos aislados-. En mi opinión, son manifestaciones artísticas y culturales procedentes del Oriente mediterráneo y venidas tras las convulsiones el Primero Hierro en el Egeo (hacia el siglo XI a.C.)
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Los hechos antes referidos explicarían por qué en la Península, los habitantes tomaron como primera forma de escritura, un alfasilábico muy semejante a los de Chipre y Creta (del segundo milenio a.C.) y con coincidencias con alfasilabarios neohititas o luwitas. Signos ibéricos, en gran parte iguales a los usados durante la Edad del Bronce en tierras cercanas a la Creta minóica y a Chipre. Teniendo enormes paralelos todos los sistemas existentes en la Península antes de la llegada de Roma; siendo de igual origen y alfasilábicos el turdetano, el ibero Nororiental, el Ibérico del Sur o el celtibérico (ver imágenes 3ª, 4ª, 5ª y 6ª; más arriba). Diferenciándose tan solo el denominado greco-ibérico (de Levante); cuyos caracteres son principalmente jónicos arcaicos, aunque se parecen mucho a los usados en Creta y Tera durante el siglo VIII a.C. (ver imagen 5ª al comienzo de este artículo). Se distingue el jonio-levantino radicalmente de los signarios iberos, puesto que es puramente alfabético -como los más antiguos de Grecia- y basado en el método de valores fenicios; a través del cual, una letra se corresponde con un solo sonido. Un abecedario greco-ibérico muy distinto a los peninsulares prerromanos; y que tan solo aparece en el Levante español desde el siglo V a.C. (tras la llegada de los jonios a estas tierras de la actual Valencia y Murcia).
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Sobre esta forma de escritura de origen heleno, hallada junto a la Costa Blanca, nos dice Domínguez Monedero que Se conocen al menos de una treintena de epígrafes en varios soportes, con este peculiar sistema y datables en su mayoría en el siglo IV; sin embargo (...) dicho sistema debió de surgir a partir del segundo cuarto del siglo V, teniendo como modelo un alfabeto jonio”. Tras lo que continuará escribiendo J.Ramón Rivera “entre griegos e íberos hubo contactos culturales intensísimos tal como es la transmisión de un sistema de escritura y que la probabilidad de un bilingüismo generalizado es enorme puesto que el íbero y el griego son lenguas pertenecientes a un mismo tronco y de una similitud asombrosa” (8) . Las palabras anteriores de Ramón de Fussimanya serían absolutamente certeras, sino fuera porque el idioma escrito en aquellos caracteres de origen jónico, no es un dialecto griego. Algo que comprobaremos si leemos detenidamente las lineas de cualquier epigrama recogido en alfabeto greco-ibérico. Observando como en verdad hay en ellos algunos términos próximos al griego; pero que el idioma en sí y la mayoría de sus vocablos, no son helenos. Aunque increíblemente sí hay muchos ibéricos; pues entre las voces que hallamos en los textos levantinos, están algunas de las que más se repiten en otros epigramas redactados en alfasilábicos puramente iberos (Turdetano, Celtibérico, del Noroeste etc).
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Acerca de otros hechos que anteriormente hablábamos; J.Ramón Rivera comenta en el capítulo III del libro que analizamos, como “Recientemente se ha podido verificar el uso de marfil asiático en Valencina de la Concepción (Sevilla) datado en el Calcolítico, III milenio a.C.” . Todo lo que se explica por los hechos narrados más arriba, en los que decíamos que ya a comienzos del tercer milenio a.C. habrían venido hasta la Península gentes navegando desde el Oriente mediterráneo. Impulsados por la inminente necesidad de hallar cobre y estaño de gran pureza y calidad, tal como tenían las minas de Huelva y del Atlántico (con el fin de fundir armas y herramientas resistentes). Para comprender esa obligación de hacerse con las materias primas del Bronce, viajando hasta nuestras tierras. Bastará recordar que hablamos de un tiempo en que llevaba tiempo existiendo Mesopotamia o el Egipto Dinástico; por lo que el marfil hallado en Valencina es coetáneo a las primeras pirámides (la de Saqqara, que se fecha en el siglo XXVII a.C.; o a sus sucesoras de Giza, datadas unos cien años más tarde).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, la Dama de Baza y abajo, la Dama de Elche (tal como las muestra el Museo Arqueológico Nacional, al que agradecemos nos permita divulgar nuestras imágenes). Ambas debieron ser cenotafios en una talla y usados para guardar los restos óseos de sacerdotisas o de reinas; aunque tan solo se hallaron huesos en la de Baza (habida cuenta que la de Elche fue encontrada a fines del siglo XIX, por un aficionado que la vendió a un súbdito francés -sin documentar siquiera su lugar de procedencia-). Es lógico pensar que las allí retratadas fueran las monarcas o mujeres sagradas cuyos restos se enterraron guardados en unos vanos que presentan las esculturas (en la fotografía de la Dama de Elche se observa una hornacina a su espalda y la de Baza tiene bajo el trono ese espacio vacío, en que se hallaron los huesos de mujer). Por lo demás, el estilo de la ilicitana presenta claros rasgos egeos, siendo muy cercana a algunas Koures griegas arcáicas. Por el contrario, la de Baza, se parece más a las esculturas de Creta y de Chipre arcáicas, con un carácter mucho más tosco que la de Elche y menos refinado.
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Sea como fuere, ambas esculturas son muy cercanas a las que se hacían en igual época en el Egeo, aunque el ritual de inhumación dentro de ellas, no es común en Grecia. Lo que nos hace suponer un sincretismo en el que habrían incorporado estilos y ritos egeos a los de Iberia. Ceremoniales, que en el caso de la de Baza consistió en un cenotafio bajo tierra, al que se ofrecieron armas y un ajuar compuesto por tinajas; todo de un amplio carácter bélico, pese a ser un sepulcro femenino (lo que habla claramente de la devoción a una reina). Asimismo, en algunas de estas tumbas ibéricas había respiraderos para que desde el exterior se realizaran ofrendas; pudiendo sacrificar animales en la superficie, haciendo caer la sangre por unos orificios que la conducirían hasta el interior -donde se encontraban las estatuas-. Todo lo que deja en evidencia un sincretismo religioso y social, semejante al lingüístico. Que en el caso de las Damas lleva a deducir eran estatuas de sacerdotisas-reinas; quizás como primera mujer de una dinastía cuyo origen pudo ser divinizado, al tener lazos con los visitantes extranjeros. Esposas de colonizadores o jóvenes traídas por mar, con este fin de aunar culturas; venidas a la península desde el Oriente mediterráneo para casarse con gobernantes autóctonos. No olvidemos que el mismo Almírcar se desposó con la hija de un reyezuelo peninsular, tal como hizo su hijo Aníbal; quien contrajo matrimonio con la famosa Himilce, a la que se supone descendiente de un monarca de Oretania (10) . Por cuanto expreso y a título personal, me atrevería a decir que estos hechos demostrarían la existencia de reinas (sacerdotisas), quizás de origen egeo. Mujeres llegadas desde la Jonia y casadas con reyezuelos ibéros, que actuaban como instauradoras de dinastías y de rituales de una religión parcialmente importada desde ese mundo egeo o chipriota.
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Continuando con Ramón de Fussimanya, este autor expresa que “El yacimiento de La Bastida en Totana (Murcia), perteneciente a la Cultura Argárica, está dotado de un sistema de fortificación estratégica que hace suponer que fue una de las ciudades más desarrolladas política y militarmente de la Europa de su época cuyos elementos se desconocían aquí y son semejantes a los de la civilización minoica, a los del Próximo Oriente y a los de Anatolia. Uno de estos elementos arquitectónicos más notables es un arco apuntado que remata una poterna cuyos precedentes se encuentran en el urbanismo próximo-oriental y en la segunda ciudad de Troya (Anatolia); de este dato podríamos deducir que en su construcción participaron gentes venidas del Mediterráneo Oriental y que en la Cultura del Argar se atisban elementos exóticos de origen anatolio” (9) . Unas palabras que concuerdan con las ideas sobre la “precolonización” que antes hemos ido exponiendo y que explicarían por qué los iberos usaban alfasilábicos de origen egeo, pertenecientes a los sistemas de la Edad del Bronce (a excepción del alfabeto grecoibérico). Todo lo que asimismo supone que no eran precisamente helenos, sino prehelenos (micénicos o minóicos); de lo que no escribirían en griego sino más bien tendrían un idioma cercano a esos tiempos del Bronce y a esos alfasilábicos con los que se redactaron -un protoindoeuropeo, próximo al griego micénico y que Charwick denominaba “aqueo”-. Por cuanto expreso, los argumentos que toma J.Ramón Rivera para justificar que la lengua de los iberos era griega; nos llevan a mi juicio a pensar que en verdad redactaron sus textos en un lenguaje micenio o minóico; no propiamente heleno (y que quizás lo hablaban coloquialmente) .
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Citando al profesor González Wagner, recoge Fussimanya estas palabras: “El comercio fenicio arcaico no sería sino continuación del micénico y chipriota” “…al contrario de lo que se ha defendido en muchas ocasiones, la expansión fenicia no siguió una pauta de avances progresivos” . Una frase que de nuevo nos conduce hacia el mundo micénico y al cretochipriota arcaico; cuyas lenguas y alfabetos no eran iguales ni los mismos que los helenos (recordemos que Chipre no se incorpora a Grecia hasta la conquista de la isla por Alejandro Magno). Asimismo cita a Maluquer de Motes, en su obra Tartessos; quien también afirmaba que durante El Bronce “La necesidad de metal se hace imperiosa…” (...) “Desde la época micénica buena parte del bronce usado por los industriales aqueos se fabrica con estaño de Occidente,…” . Palabras que de nuevo orientan los epigramas y la cultura ibérica, hacia Micenas y al mundo egeo de la Edad del Bronce; en etapas anteriores a que se expandieran los dorios y otros pueblos indoeuropeos del Hierro. Todo lo que ratificará igualmente el discurso de Manuel Gómez-Moreno, pronunciado en la recepción de la Real Academia Española (el 28 de junio de 1943); donde de un mismo modo une el mundo minóico y micénico, al ibérico, diciendo:
"En otra dirección y sobre el hecho de la peregrina escritura tartesia, obsérvese que sus inscripciones proceden de derecha a izquierda con tendencia a la espiral, conforme a las etruscas y al disco de Festos, y sin separar palabras, salvo a lo último en la comarca levantina por influjo ibérico; y sus signos coinciden todos con otros de la escritura egea en la época minoica, resultando ella simplificada, si bien no tanto como la fenicia, de la que es imposible destacar por derivación lo tartesio… . Es indudable que entre Andalucía y el Mediterráneo oriental minoico hubo relaciones culturales, difíciles de explicar sino por colonización remota"
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Por su parte, Fussimanya recoge como Manuel Gómez-Moreno, logró finalmente descifrar los signos de los afasilabicos, ibéricos gracias al estudio comparativo entre los plomos grecoibéricos (habida cuenta que en ellos se contienen iguales palabras que en los del Noroeste, el tartessio, el del Sur o el celtibérico). Escribiendo lo siguiente sobre estos epigramas levantinos:
Es el caso que en Alcoy (Alicante) un grupo de amigos entusiastas y cultos ha emprendido con sus propias manos la exploración de ciertas ruinas (...) Aunque todo destruido, acusaba su existencia grandísimo número de figurillas humanas, al parecer votivas, de barro cocido, siempre rotas, y marcando gradación artística bien clara. Unas son de carácter romano; otras siguen modelos griegos del siglo IV o III antes de Cristo; otras son arcaicas, como del siglo VI o del V, y otras hay, por último, groserísimas, perfectamente análogas a las de arte micénico, difundidas por la costa asiática e isla de Rodas y Chipre…
Entre los escombros del santuario mismo apareció, en 23 de enero de 1921, una planchita de plomo, con escritura trazada a punzón por ambas caras,… Cerca del mismo Alcoy, en el Cabesó de Sierra Mariola, se ha descubierto otro plomo con escritura tartesia, quedando, por consiguiente, probada la coincidencia local. Que simultáneamente se usaron ambos géneros de escritura por unas mismas gentes, parece inverosímil; lo recóndito del lugar quita probabilidad a una convivencia de civilizaciones diferentes; hay, pues, que explicar ecaso por separación de tiempo, y, en efecto, ello puede comprobarse como verosímil” (11) .
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado uno de los más de treinta epigramas ibérico-levantinos existentes, redactado en el famoso alfabeto jónico-peninsular. Se trata de un plomo hallado en el yacimiento de Casteller de B. (Liria) y fechado en el siglo III a.C. (propiedad del Museo de Arqueología de Valencia al que agradecemos nos permita divulgar la imagen).
Abajo, fotografía de Alcoy, con su Serreta al fondo. Esta prodigiosa urbe, que hasta hace un siglo fue uno de los centros económicos más importantes de Levante (incluso de España), está situada a pocos kilómetros del Mediterráneo y en una zona próxima a Denia y Villajoyosa -las Hemeroskopión y Alonis griegas-. Alcoy se eleva en las cercanías del mar, aunque protegida frente a la costa por una sierra llamada Aitana; cuyo nombre nos rememora montañas de igual denominación en Creta, así llamadas allí por la diosa minóica Atana. Voz que significaba en idiomas prehelenos “La Señora”, “La Madre” ; de la cual surgió Atenea (probablemente de igual significado y raíz protoindoeuropea que la palabra vasca “aíta”). Término que en el idioma más antiguo de Creta parece que se decía “ITA”, “IDA” y que dio nombre al más importante monte de esta isla: La sagrada cima del Ida; la de mayor altura allí y que se eleva más de tres mil metros, junto a las costas cretenses (lo que le convertiría en refugio y en punto de vigía inigualable; de ello, su sacralización).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado; vista general de los plomos hallados en La Serreta, tal como los muestra el Museo Arqueológico de Alcoy (al que le agradecemos nos permita divulgar nuestras imágenes). Observemos al fondo de la fotografía el famoso gran plomo, catalogado como Serreta I (rectangular y de gran tamaño).
Abajo, una de las vitrinas del Museo Arqueológico de Alcoy en las que se hallan expuestas las transcripciones de dos de los plomos; arriba ambas caras del Serreta I y abajo el catalogado como Serreta IV. Los textos están copiados en sus signos grecoibéricos y bajo ellos podemos leer su transcripción fonética en alfabeto latino. Si los observamos, vemos claramente que no se trata de griego, aunque es verdad que algunos radicales y voces son muy cercanos a los helenos. Este es el caso de la primera palabra del reverso (de Serreta I) y de tercera palabra de la tercera linea. Donde leemos “IUNSTIR” y “BOISTI -NGISDID”; términos que en nuestro artículo anterior dijimos se podrían quizás traducir como:
En forma Jonia”=(Iwnisti)
a manera de bueyes”= (bousti.
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D) JUAN DE DIOS DE LA RADA, EL PRIMER IBERO-HELENISTA:
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Pasamos a un siguiente epígrafe en el que resumiremos lo dicho en nuestro capítulo VIII del presente blog. Artículo en el que hablábamos de las primeras traducciones de los epigramas ibéricos (utilizando la hipótesis helenística) y de quien inicialmente llevó a cabo esta labor: Juan de Dios de la Rada; famoso académico y catedrático que participó en la fundación del Museo Arqueológico Nacional (del cual llegó a ser su director). Un humanista pleno, que a fines del siglo XIX comenzó a estudiar los textos ibéricos, llegando a la conclusión de que estaban redactados en griego clásico; desarrollando varios estudios en los que intentaba traducirlos desde ese idioma. Tristemente, su vida se vio afectada por una tremenda estafa realizada por un loco llamado Juan Vicente Amat, quien comenzó a incluir estatuíllas falsas -incluso inscritas por él- entre las halladas en el famoso Cerro de los Santos. Un montículo situado en Montealegre del Castillo (junto a Yecla), que por entonces era uno de los más interesantes yacimientos ibéricos. Donde acudieron los expertos, sin poder imaginar que una parte de las esculturas que iban comprando -como procedentes de este cerro-, habían sido falsificadas o adquiridas en otros lugares. Finalmente, el enajenado Amat que vendía las piezas suplantadas, fue descubierto en su engaño; pero tristemente De la Rada ya había publicado sus primeros estudios sobre iberismo. Incluyendo entre los epigramas traducidos, aquellos que Juan Vicente Amat había inscrito (en esculturas auténticas o directamente sobre algunas que él mismo talló).
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Todo ello perjudicó enormemente la imagen de Juan de Dios de la Rada (hombre tan humano, como gran humanista); desechando la tesis del ibero-helenismo y dando al traste con cuanto De la Rada y los suyos habían progresado en su investigación. La historia que hemos resumido en el párrafo anterior, la narrábamos extensamente en el capítulo VIII del presente Blog, que se intitula: “Sobre la hipótesis griega” y que a continuación pasamos a resumir. Los lectores interesados en consultar la entrada que referimos, podrán acceder a ella pulsando el siguiente enlace:
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Comenzábamos el artículo referido, narrando como el yacimiento del Cerro de los Santos era de enorme importancia y desde 1860 comienza a estudiarse; aunque tristemente el mencionado falsificador (un decenio más tarde) se autoproclama su descubridor. Afirmando así haberlo excavado y tener una colección de arte ibérico de valor incalculable; mezclando esculturas talladas por él, con otras compradas en diferentes lugares, junto con los restos verdaderos que había sacado de aquel monte próximo a Yecla. Continúa la historia sobre el Cerro de los Santos, cuando Paulino Savirón y Esteban (académico de San Fernando) fue hacia 1870 enviado a tomar planos y a realizar diversos dibujos de este. Allí, ese famoso grabador entró en contacto con el "relojero" de Yecla (el loco Amat) quien le vendió un gran número de esculturas que afirmaba él mismo había excavado. Tanto fue el interés despertado, que Savirón invirtió en ello la mayor parte de los fondos asignados para 1871, dedicados al estudio y excavación de aquel antiguo templo aparecido junto a Yecla. Comprando decenas de estas esculturas, que una vez traídas a Madrid ya levantaron sospechas sobre su autenticidad. Poco después se pudo demostrar que una parte se trataba de falsificaciones realizadas por el mencionado joyero, lo que supuso a Juan de Dios de Rada un escándalo. Debido a que aquel ilustre académico, además de haberlas estudiado dando el beneplácito para su compra; las había publicado como auténticas (siendo profesor de arqueología, epigrafía-numismática y director del Museo Arqueológico).
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Para mayor tristeza (como hemos dicho), Juan de Dios de Rada, había traducido gran parte de la epigafía contenida en estas falsificaciones; redactando sus conclusiones en su discurso de ingreso en la Academia de la Historia. Hechos estos, que no solo desacreditaron en parte a este magnífico hombre de cultura; sino que fundamentalmente dejó obsoleta e inaceptable su teoría sobre la lengua ibera, donde se afirmaba que los textos ibéricos habían sido escritos en un idioma cercano al de los helenos. Ideas que defendían la raíz oriental de nuestra lengua más antigua y que nacieron hacia 1850 por dos motivos principales: Motivadas por la aparición de las falsas esculturas de Amat. Pero sobre todo, porque habiéndose avanzado muy poco en transcripciones con otras hipótesis lingüísticas; desde mediados del siglo XIX, los investigadores comenzaron a suponer que aquellos escritos iberos pudieron tener un nexo común con los griegos (o proceder de Anatolia). Tesis, que como decimos quedó "maldita", tras haber traducido Juan de Dios de Rada por este medio gran parte de las falsas inscripciones del Cerro de los Santos. Por lo que la teoría del ibero-helenismo se abandona, cuando aquel gran hombre de la cultura queda en evidencia; al demostrarse que muchos de los epigramas traducidos por él, habían sido grabados por el "relojero de Yecla" (Amat).
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JUNTO ESTAS LINEAS : Retrato de Juan de Dios de la Rada y Delgado. Uno de los historiadores más insignes de su tiempo (sino el más prestigiado). Catedrático de Arqueología, Epigrafía y Numismática; director del Museo Arqueológico Nacional, senador del Reino y viajero incansable. Completó sus estudios con campañas arqueológicas por todo Oriente Medio, Egipto y Grecia; llegando a ocupar los cargos más relevantes del mundo de la cultura en nuestro país, en el último tercio del siglo XIX. Dedicó su escrito de ingreso en la Academia de la Historia (en 1875), a las esculturas del Cerro de los Santos; incluyendo tristemente un análisis que abarcaba gran parte de las falsificadas por Amat. Ayudado de esos epigramas apócrifos, llegó a concluir que era el griego el idioma en que estaban escritos los textos iberos.Tras este gran engaño y fracaso del prestigiado Juan de Dios de Rada; las tesis que afirmaban como el idioma ibérico pudiera estar emparentado con lenguas helenas, quedaron desechadas -incluso "maldita"-.
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BAJO ESTAS LINEAS: Portada del trabajo de Juan de Dios de Rada, publicado en MUSEO ESPAÑOL DE ANTIGÜEDADES: "Antigüedades del Cerro de los Santos, en el término de Montealegre, conocido vulgarmente bajo la denominación de antigüedades de Yecla" en Museo Español de Antigüedades, Volumen VI, 1.875. En la litografía de portada observamos una de las piezas falsificadas por el "relojero" Amat.
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Finalmente Juan Vicente Amat, moriría hacia 1898 en un hospital de locos -La Casa de Misericordia de Alicante-, tras saberse por todos hacedor de una patraña que obligó a una personalidad como De la Rada, a quedar como un "hazme-reír" en parte de Europa. Dejando unas piezas vendidas -en parte falsas-, que no pudieron catalogarse plenamente por entonces; puesto que aquel que las hizo se negó a confesar cuales eran las debidas a su mano y cuales las auténticas. Produciendo con ello el descrédito de las élites arqueológicas españolas; al conocerse la burla, precisamente gracias a la intervención y a estudiosos extranjeros. Quienes las analizaron con menos "sentido patriótico" (y una mayor "frialdad"), determinando su no autenticidad. Tras todo aquello, nadie volvió a pensar que el idioma escrito por los iberos pudiera estar emparentado con algunas lenguas helenas; teoría promovida por Juan de Dios de la Rada, que hacia 1880 queda "vetada" y olvidada (incluso hasta nuestros días). Nunca sabremos si aquellas falsificaciones fueron hechas por el relojero de Yecla, simplemente para obtener unos beneficios económicos; o si detrás de todo hubo además el intento de dañar a los investigadores hispanos. Puesto que muy raro resulta que precisamente fueran extranjeros los que descubrieron el engaño. Además, esas falsificaciones del Cerro de los Santos contribuyeron sembrar la duda sobre toda escultura antigua de gran calidad, lo que posibilitó la compra y exportación de España, de numerosas piezas ibéricas; algunas tan importantes como La Dama de Elche (que no es adquirida entonces por el Estado Español, al dudar sobre su autenticidad, tras los hechos sucedidos en Yecla).
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Pasado el tiempo, no pudo traducirse el idioma de los iberos y transcurrida la primera mitad del siglo XX -tras los descubrimientos de Chadwik y Ventris-, se descubre que los minóicos a mediados del II milenio a.C. hablaban una lengua cercana a la griega (un pre-aqueo). Lo que nos hace ver que tal como dice De la Rada, posiblemente había un idioma para el común entendimiento de los pueblos que comerciaban por mar y que debía ser un dialecto del heleno (al menos en el área Norte del Mediterraneo). Ante lo que afirma Mario Gómez-Morán que sin un permanente contacto y una lengua establecida (que les permitiera hacer intercambios, fijar pactos y etc); es impensable que los griegos pudieran comerciar y menos establecer bases occidentales. Puertos como los de la Península Ibérica; ciudades costeras que los helenos fijan en el litoral mediterráneo como verdaderos enclaves sometidos a un "status de colonia" en territorio ajeno. De tal manera, expresa mi padre que hubieron de escribir y comunicarse gráficamente con los habitantes hispanos prerromanos, llegando a redactar en alfabeto jonio “pactos”. Todo ello, en ese abecedario arcaico heleno (greco-ibérico) que en nuestras tierras se llega a modificar en parte. Lo que hace pensar a Mario Gómez-Morán, que realmente había una gran aculturación por parte de los griegos, tanto como para haber creado un idioma común para escribir y hablar con los iberos (algo que les obligaría a introducir nuevos signos, por ser en parte distinto al griego puro). Acerca del tema, finaliza mi padre exponiendo que el idioma de la Hélade era común en todo el Mediterráneo, lo que incluso se puede comprobar en la Piedra de Rosetta. Epigrama que contiene el texto también traducido en lengua helena; un habla que pudo haber sido en aquella época como "una especie de inglés" moderno, en la que comunmente trataban los empresarios, pilotos (de barcos) y gentes que habían de trabajar en el extranjero.
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Según De la Rada; la lengua ibérica sería un idioma "mezclado", de origen griego pero con raíces comunes a los de Oriente Medio, e incluso influido por el egipcio. Ante lo que he de añadir, que pese a que "aquella lengua" descrita por este sabio no existe (exactamente); lo más parecido a ese modo de hablar sería el creto-chipriota. Resultando increíble como Juan de Dios de la Rada fue capaz de formular esta teoría, aún años antes de que se descubriera el Imperio Minoico -incluso con un siglo de anticipación a que se estudiaran los escritos cretenses-. Ante lo que llegaríamos a la conclusión de que De la Rada formula esta teoría, porque es lo que dicta el sentido común. "Sentido común arqueológico" que nace tan solo al ver las piezas que se descubren pertenecientes a la Iberia prerromana, cuyo parecido con las de Oriente Medio, Grecia Arcaica y el Egipto coetáneo, es asombroso. De tal modo, si pensamos que aquellos que trajeron los metales y objetos, importaron también la cultura y que ellos mismos, nos aportaron el idioma y la civilización. La conclusión es esa que dicta De la Rada: Que lo iberos hubieron de hablar una lengua nacida en la zona de Grecia, Anatolia y Oriente Medio, e influida por otras cercanas a la egipcia (al menos en sus alfasilabarios o signos).
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Pese a todo; ni los fenicios, ni los griegos, realmente parece que aculturizaran a los iberos, hasta el límite de enseñarles su lengua. Algo que creemos se demuestra en que existe epigrafía en lenguas semíticas y helenas repartida por toda la Península; siendo estas completamente ajenas a la ibérica. Un hecho que nos obliga a pensar que el idioma de los iberos no era ni el griego (propiamente dicho) ni el fenicio (exactamente). Siendo lo que hablaban y luego escribían -en nuestra opinión- lo que fueron trayendo las gentes venidas del Egeo, de Creta y de Chipre durante este periodo comprendido desde el desastre del Minoico y el final del Bronce (del 1600 al 1000 a.C.). Conformando una lengua ibéra, que sería común en algunas zonas. Aunque no sabemos si lo que escribieron los habitantes peninsulares prerromanos, era quizás la que surgió de aquellas aportadas por las últimas colonizaciones, o la mezcla de esta con otras más autóctonas de nuestras tierras (como el vascuence). Lengua aún viva, que seguramente es cercana en orígenes al creto-chipriota y por lo tanto está emparentada con el hitita y las caucásicas. Aunque hoy en día y por efecto del tiempo, tristemente quizás el euskera no sirve por sí solo para traducir los textos iberos -puesto que habrá evolucionado tanto o más que el "latín que hoy hablamos" en las formas de francés, italiano o castellano-. De lo que en mi opinión, las interpretaciones de los textos iberos, habría que apoyarlas en radicales proto-indoeuropeos anatólicos, egeos (o creto-chipriotas).
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JUNTO A ESTAS LINEAS: Litografía recogida en MUSEO ESPAÑOL DE ANTIGÜEDADES, que publicó Juan de Dios de la Rada en tres ocasiones. Las copias de esculturas que observamos en sus láminas son tan burdas como tristes. Si el lector tiene tiempo para aumentar la foto verá en la parte de abajo de esta imagen, un orbe en medio de "dos pseudo-naves". Mundo redondo (no admitido por Grecia hasta el geógrafo Ptolomeo), que hasta tiene marcado un Ecuador. Para mayor burla, la figura del orbe no es como en la Antigüedad se representaba, sinó tal como ya Newton la describe (un globo achatado). Además, se encuentran junto a este Planeta, dos "especie naves", bajo las que pone hasta ARGOS. Mención clara al viaje de los Argonautas, en el que se narra como Jasón y los suyos, marchando hacia el Este, terminan apareciendo por el Oeste.
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El motivo de tal burla puede fundamentarse en que cuando se descubre el Cerro de los Santos, eran las fechas previas al IV centenario del descubrimiento de América. Este Centenario significaba mucho para España. Un país por entonces en plena crisis nacional, que se debatía aún entre guerras con las pocas colonias que le quedaban (apenas las tres últimas islas: Cuba, Puerto Rico, Guam y Filipinas). Viviendo una meteórica decadencia -económica y de valores-; lo que llevó a una Primera República increíble; donde llegan a solicitar la independencia al Cantón de Cartagena, e intentan hasta que Jumilla fuera un estado federado. En estos años de terrible crisis y cercanos al IV centenario del Descubrimiento, aprovechó Amat para crear esas figuras; entre las que esta del Argos arribando a Occidente; lo que parece más una broma de mal gusto referida a la llegada de Colón hasta América... .
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ABAJO: Otra litografía en la que observamos piezas falsificadas por el "relojero" Amat, entre cuyas inscripciones imitadas a modo ibero, existe una que se repite y dicta algo como "XK O9 ES" (que más bien se parece un número de identificación y ajeno a la epigrafía ibérica). Tristemente, el investigador que entonces era director del Museo Arqueológico, comenzó sus estudios de ibero desde estas del Cerro de los Santos. Así, partiendo de conclusiones que bien pudieran ser ciertas y habiendo llegado a buen fin; por culpa de aquel timador sus tesis fueron víctima del mayor descrédito (lo que incluso llegó a desanimar a muchos otros arqueólogos a continuar sus estudios sobre el ibero, temiendo que la epigrafía que le presentaban fuera igualmente "de poco fiar").
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E) IBERO-HELENISMO EN MARIO GÓMEZ-MORÁN (Morfología de los textos ibéricos).
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Finalmente, recojo en imágenes la morfología que mi padre dejó escrita en su libro “Textos ibéricos”; obra que no concluye del todo, cuando fallece en 2004 (dejando algunas versiones distintas y varios aspectos sin finalizar). En su página 73, encontramos el capítulo XIV; intitulado del modo que vemos, donde expone las declinaciones y los casos que él consideraba contenían los textos iberos. En primer lugar recordar que en la exposición se altera el orden común, que suele ser N(ominativo), G(enitivo), D(ativo), A(cusativo), V(ocativo); por otro que es N, V, A, G, D -como podemos observar en las imágenes-. Ello hace parecer que las declinaciones que él supone usadas por los iberos, pudieran ser un tanto diferentes a las helenas. Aunque si comparamos ambas morfologías en su orden correcto, veremos que ambas son casi iguales. Excepto la tercera, que la resuelve en parte como una “declinación contracta”; con formas de “la segunda” para contractos acentuados. Debido a ello, nos dice en la página 74 que la tercera declinación entre los iberos, no presentaría grandes variaciones con las anteriores (pues como decimos. es prácticamente una declinación “ática”, que se correspondería con la no dialectal).
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BAJO ESTAS LINEAS: Páginas 73 y 74 de la obra “Textos ibéricos” de Mario Gómez-Morán, donde vemos los casos morfológicos tal como él los concebía. Agrupándolos en tres declinaciones prácticamente iguales a la primera y segunda en griego.
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En lo que se refiere a las conjugaciones verbales, considera que los verbos en el idioma epigráfico ibérico habían sufrido una reducción y simplificación radical. Llegando a conjugarse solo como regulares; y únicamente teniendo tres formas (“personas”): Primera (yo), Segunda (tú), Tercera (vosotros). Los tiempos que usarían los iberos (según él) serían principalmente: Indicativo, Imperativo e infinitivo (junto al Participio presente); sin utilizar el subjuntivo ni el optativo.
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BAJO ESTAS LINEAS: Páginas 75 y 76 de la obra “Textos ibéricos”, donde se explican las formas verbales.
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Finalmente, tras exponer las conjugaciones, pasará a dar ejemplos prácticos, escritos en caracteres ibéricos. Basándose en esta morfología, fue mi padre analizando y “seccionando” palabras iberas, hasta conformar sus traducciones. Un sistema que tristemente no pude admitir, porque dos palabras iguales podrían tener infinidad de significados; dado que el alfasilabario ibero es tan reducido, que una misma letra (vocal o consonante) llegaba a contener varias equivalencias en el alfabeto heleno. Lo que suponía que un término igual llegaría a poseer decenas de traducciones y de interpretaciones.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Arriba, páginas 77 y 78 de la obra “Textos ibéricos”, donde termina por exponer los casos verbales. Tras ello, desde la 76 pasa a ejemplos prácticos (redactados con signos alfasilábicos). Abajo, las páginas 79 y 80, donde continúa con los ejemplos, escritos ya en caracteres iberos, comparativamente con los griegos.
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CITAS:
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(1): Acerca de los idiomas importados durante las colonizaciones, la profesora Ruiz-Gálvez Priego exprsa en su libro Europa en la Edad del Bronce, las siguientes palabras que resumimos a continuación:
Muy importante es su capítulo dedicado a la “lenguas y comercio”; donde nos explica varias opciones usadas históricamente para el trueque y el intercambio de mercancías, entre pueblos totalmente ajenos. Primeramente menciona la que denomina fórmula “española de Cortés”; consistente en aliarse con enemigos del poder establecido en la zona, comprometiéndose a una lucha unida a ellos y usándolos como intérpretes o “socios”. La segunda que llama “portuguesa”, fue muy utilizada en África, y consistía en secuestrar jóvenes para luego devolverlos al lugar de origen. En nuestro artículo anterior relatábamos la historia de los adolescentes fueguinos, que los barcos ingleses recogieron en el Cabo de Hornos hacia 1830, para llevarlos durante más de un año a Londres. Los británicos lograron que se subieran a sus embarcaciones voluntariamente (unos entregados por sus familias, pero sobre todo al verse atraídos por los botones y los abalorios de los europeos). Los intentaron educar en la capital del Imperio durante meses y en las mejores condiciones; para devolverlos luego a su lugar de origen (pretendiendo así entablar una unión de amistad y cooperación entre los habitantes de Tierra de Fuego y la corona Inglesa).
Añade la profesora otro modo de establecer lazos comerciales, muy común entre los portugueses; como era dejar hombres en tierras lejanas o si colonizar, para que tuvieran hijos mestizos con mujeres indígenas. De ello nacería hasta el llamado idioma “portugués criollo”, que cree pudo ser usado durante la Antigüedad en áreas coloniales helenas -como Magna Grecia-. Otra modalidad de esos idiomas de colonización sería el habla “franca” que se articulaba como una mezcla nacida de varias lenguas y se utilizaba principalmente para el comercio. Este es el caso de la lengua de los cruzados, que contenía palabras francesas, italianas y árabes; con las que se comunicaban los cristianos, entre sí y con el enemigo. Exitiendo una última forma de comunicarse para mantener el mercado, llamado idioma “de Cultura” o “Vehicular”. Es la tercera opción que solían adoptar los colonos y los colonizados; este es el caso del latín durante la Edad Media, usado como segunda lengua para entenderse los diferentes pueblos (una función que cumpliría hoy el inglés). Asimismo comenta Marisa Ruiz-Gálvez, que según De Hoz, el ibero y del celtíbero, también fueron idiomas "de Cultura" o "Vehiculares" -una opinión que no compartimos plenamente-.
Marisa Ruiz-Gálvez Priego // Europa atlántica en Edad del Bronce // Barcelona 1998 (Ed Crítica) // pag 64 y ss.
(2): TARTESIOS, ÍBEROS Y CELTÍBEROS: SUS ESCRITURAS Y SU LENGUA.
J. RAMÓN RIVERA // Primera edición: julio 2013 (edita CÍRCULO ROJO)
(3): Op. Cit. (2) cap. 2. ESTADO ACTUAL DEL CONOCIMIENTO DE LAS LENGUAS PALEOHISPANAS (pag 23 ss)
(4): Op. Cit. (2) (pag 27)
(5): Jürgen Untermann (1996:380) cita tomada de Op. Cit. (2) (pag 28)
(6): Op. Cit. (2) (pag 28)
(7): Los griegos en la Península Ibérica // Adolfo J. Domínguez Monedero
Op. Cit. (2) (pag 34)
(8): Citas de la Op. Cit. (2) (pag 35 y 36)
(9): Op. Cit. (2) (pag 39)
(10): Silio Itálico (III, 98, 106) apunta que Aníbal estaba casado con Himilce, seguramente la hija de algún rey oretano; ya que su padre, Amílcar Barca, también se casó con la de un rey íbero (Diod. 25, 12)
(11): MANUEL GÓMEZ-MORENO De epigrafía ibérica: El plomo de Alcoy; Madrid 1922”

Op. Cit. (2) (pag 250)
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Con motivo de celebrar que este blog ha superado los cuarenta mil lectores (con más de 39.800 lecturas), aprovechamos incluir mi música para quienes quieran escucharla.
En primer lugar podremos oir PLÉYADES, sexto movimiento de los doce que tiene mi ballet TARTESSOS, compuesto y terminado cuanto estaba en La Mili en Sevilla, en 1982 (grabación en semidirecto en Japón 1991). PULSAR SOBRE:
https://www.youtube.com/watch?v=Nw1g-OKTqyQ
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Tras ello invito a mis lectores a oir, la primera parte de MAEBASHI (LUZ); una de mis últimas obras. Suite de guitarra que también consta de doce movimientos, compuesta entre 2010 y 2011, dedicada a la ciudad en la que vivo (en Japón). En grabación semidirecta en Japón, pueden escuchar las tres piezas de la primera parte: LUZ (Atardecer, Amanecer y Luz de Maebashi).
PULSAR SOBRE SUS ENLACES:  
https://www.youtube.com/watch?v=NV8uqxKW434
https://www.youtube.com/watch?v=oM_vIP7Ryyk
https://www.youtube.com/watch?v=oM_vIP7Ryyk