ATENCIÓN: Esta entrada es continuación de una anterior, siendo imprescindible la lectura de aquella que le precede (de la que damos link) para una comprensión plena de la presente.
http://sobrelostextosibericosdemario.blogspot.com.es/2012/10/blog-post.html
SIENDO LA QUE REFERIMOS EL COMIENZO Y DONDE SE TRATA DE:
TESERAS CON FORMA SIMILAR A UN OSO. Capítulo ANEXO: Sobre las teseras hospitalarias; parte tercera (I).
El estudio que sigue esta primera entrada y aquí empieza, consta de tres artículos concatenados (uno bajo otro).
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ANTES DE COMEZAR: AGRADECEMOS AL INSTITUTO DE ESTUDIOS VACCEOS (Federico Wattenberg, y con sede en la Universidad de Valladolid), NOS PERMITA DIFUNDIR LAS IMÁGENES QUE LES PERTENECEN TANTO COMO NOS PERMITA LA DIFUSIÓN Y ESTUDIO DE PIEZAS DE SU PROPIEDAD (en particular algunas fotos que hemos obtenido desde sus archivos o de la Revista Vaccea). Deseamos especialmente agradecer a los profesores Carlos Sanz Mínguez (Carlos Sanz -hijo-) y Fernando Romero Carnicero , el amable trato que nos dieron en nuestra visita al yacimiento de Pintia (Padilla de Duero). En la presente entrada (tanto como en otros artículos) hemos querido redactar nuestras opiniones, ideas y conclusiones, basadas en los estudios, hallazgos e investigaciones de estos arqueólogos. Interpretando sus científicos trabajos para transportalos hasta un plano simbólico del mundo celta y de la época en que fueron creados; con el fin de poder lograr entender el significado religioso y social de los mencionadas piezas -encontradas y analizadas por Sanz Mínguez y Romero Carnicero (entre otros)-.
AL LADO:
Imágen frontal en detalle de la figura de cánido lamiendo una "torta" (u objeto desconocido), que se halla como motivo decorativo el llamado Vaso de los Lobos. Crátera cerámica con asas, perteneciente a la cultura vaccea, aparecida hace unos años en la población de Roa (Rauda, antigua). Fechado entre los siglos III o primera mitad del II a.C. y adornado con este lobo sacando la lengua, se trata de un diseño depuradísimo de gran belleza y que se corresponde con otros muy similares existentes en objetos hallados en Pintia. En la presente entrada estudiaremos el posible origen y significado de esta forma que representa al cuadrúpedo agazapado. -Agradecemos a la Revista Vaccea nos permita disponer de la imagen que divulgamos, tomada desde: VACCEA, 2011 (Num. 5, pag. 53), concretamente del artículo "Los animales salvajes en el imaginario vacceo", firmado por el prof. Juan Francisco Blanco García-.
ABAJO: Nuevamente una imagen del cánido lamiendo un objeto circular, del Vaso de los Lobos. Esta vez desde perspectiva cenital, tal como se representaban esos animales entre los celtíberos, con una intención apotropaica o de deificación del totem. En la anterior entrada estudiábamos el posible significado de esas figuras zoomorfas vistas desde arriba, siguiendo los trabajos de los profesores Sanz Mínguez y Romero Carnicero, quienes han analizado en profundidad el sentido de estas ornamentaciones ibéricas. En el presente artículo, partiendo de sus teorías, pretendemos dar una interpretación personal al posible simbolismo y orígen de esta figura: Como objetos de culto o de magia, intentando descubrir su uso, significado mitológico y social. -La foto que vemos fue desarrollada por nosotros en procesos "croma", con el fin de destacar el diseño de la pieza. Procede inicialmente desde un original tomado de los archivos del Centro de Estudios Vacceos, al que agradecemos nos permita divulgar la imágen-
Pira funeraria expuesta en el yacimiento llamado de Las Ruedas, en Pintia (Padilla de Duero, Valladolid -al que agradecemos nos permita divulgar la imágen-) . Ciudad "capital" de los vacceos, ha sido excavada desde hace decenios por el Instituto Federico Wattenberg -fundamentalmente en la zona de su necrópolis, que vemos en imagen-. En este lugar, el profesor Sanz Minguez y Fernando Romero Carnicero (entre otros) han creado un "centro de interpretación" donde puede entenderse cómo era la vida en esta urbe y para aquella tribu celtíbera, hace unos veinticinco siglos. Reconstruyendo el modo de subsistir y organizarse que tuvieron aquellos vallisoletanos de hace dos mil años. En la foto vemos la simulación del momento previo al enterramiento en urnas cinerarias, con una pira en la que se recuerda la forma en que los vacceos honraban comunmente a sus difuntos (incinerándolos, para después darles sepultura en el campo que vemos en la imagen).
ABAJO: Otra de las explicaciones o demostraciones funerarias del mismo yacimiento (Padilla de Duero, Pintia). En ella se muestra a través de la escultura de un cadáver sobre el que se posan varias aves, el modo de rendir tributo a los caidos en combate entre los vacceos. Cuya costumbre era dejarlos en el campo -de batalla- para que fueran devorados por los carroñeros. De esa forma tan indoeuropea, practicada aún por algunas tribus -como las "Parshis" que han sobrevivido hasta hoy en la India-; los buitres y cuervos comían la carne de los guereros. Proceso a través del que se pensaba que llegaban al cielo al reencarnarse en aquellos animales que los engullían y que se tenían por totems sagrados (símbolos fundamentalmente solares). Lógicamente, al margen de los carroñeros otros de los devoradores de cadáveres de guerreros fueron el lobo, tanto como el zorro, e incluso el oso -en zonas de montaña-. Lo que explicaría la importancia de estos cánidos (o carnívoros salvajes) en toda la mitología y religión céltica, que los identifica con deidades y patrones de conducta a seguir (como el feroz soldado o por el hombre que mora y guarda el bosque).
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Evidentemente el ritual funerario de exponer al guerrero a los animales, tiene un significado iniciático relacionando el resto de personas que no luchan y pertenecen a un mismo grupo, con los carroñeros (que sobreviven gracias al que da su cuerpo y vida por ellos). Aunque el origen de esta costumbre ha de buscarse en la imposibilidad de recoger los cadáveres durante las guerras, o en las batallas de larga de duración. Sobre este extraño tipo de honras fúnebres, Alberto Sanz (futuro arqueólogo e hijo del antes referido profesor) nos explicó que a través del estudio y observación de las gentes que aún hoy exponen sus muertos a las aves, se ha reconstruido el proceso de esta ceremonia. Ya que transcurrido un tiempo y cuando ven que los carroñeros han terminado "su labor"; deben regresar los familiares (o amigos) por los restos óseos del caido, que se han partir para que los animales terminen por consumirlos. Huesos que una vez limpios y secos se depositan en urnas -o cistas- para ser enterrados. Proceso que al parecer hubo de hacerse dos mil años atrás, de un modo muy semejante a como siguen hoy practicando algunas tribus indoeuropeas. Unos rituales que -por otro lado-, tan solo podrían realizarlos los vencedores de la batalla, después de haberse retirado el enemigo del terreno. Algo que quizás era un aliciente más para motivar al guerrero a luchar, con el fin de recuperar los restos de sus compañeros, para rendirles homenaje.
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Todo cuanto expone el profesor Romero Carnicero, se explicaría -en cierta manera- a través nuestra hipótesis antes referida. Por la que suponemos, estas fieras del bosque hubieron de ser vistos por los celtas como "poseedores de una parte humana". Al concebir la religión metepsicótica indoeuropea, que los animales salvajes que comían los restos de los guerreros caidos en batallas, absorvían las almas y cuerpos de aquellos. Gozando con seguridad el oso y el lobo, de similares atributos al de los buitres y cuervos, en los que se pensaban los indoeuropeos pèrvivían sus guerreros. Debido a lo que numerosas leyendas celtas narran como los más valientes y nobles se reencarnaban en esas aves; contándo los ingleses aún hoy que el rey Arturo vive entre los córvidos qua habitan la Torre de Londres.
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Lo que exponemos, además tendría un sentido muy particular cuando hablamos de depredadores; ya que a diferencia de los pájaros -simplemente carroñeros- estos carnívoros engullen los huesos, no dejando rastro de la víctima que devoran. Siendo así como se comprende que el lobo y el oso (capaces de matar y acabar con el hombre) pudieron ser divinizados con un doble sentido: Primero como totems de la fuerza o del valor y en segundo lugar, como poseedores de parte del alma humana. Por lo demás, si los indoeuropeos afirmaron que el cuervo hablaba y podía ser amaestrado gracias a la inteligencia adquirida al comer carne de hombres valientes. Hemos de suponer que de un igual modo considerarían que el lobo y el oso eran inteligentes y amaestrables por el mismo motivo. Más aún, cuando aquellas fieras bien adiestradas podían ser utilizadas como medio de defensa o ataque contra los enemigos. Hechos estos, que indudablemente explican la deificación de esas dos especies de carnívoros de los bosque europeos, durante las épocas precristianas.
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Evidentemente la idea no es posible comprenderla desde nuestra forma de concebir la vida, en la que ni el animismo ni la metepsicosis se contempla. Pero hemos de comprenderlo perfectamente al saber que para los celtas las almas trasmigraban de unos seres a otros; tal como Julio César expone claramente cuando habla de los Druidas -en su "Guerra de las Galias"- (3) . Un concepto o modo de ver la muerte y regeneración de la vida, que para cuantos conocemos y hemos estudiado las religiones que creen en la reenarnación, nos es tan familiar como fácil de entender. Puesto que en una gran parte de las filosofías asiáticas -aún practicadas por miles de millones de personas-, el cuerpo no se destruye, sinó pasa a otra "esfera" o a una "dimensión" distinta. De un mismo modo que las almas de los difuntos se transforman en otras, pudiendo reencarnarse en uno o en varios seres de la naturaleza (comunmente humanos, aunque hay creencias que igualmente consideran la capacidad renacer en cualquier otra especie animal viva).
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Muy ajeno a nuestros principios, la reencarnación y la metempsicosis fueron quizás los cultos más antiguos y extendidos; tanto que se "abolió" definitivamente, considerándose anatema tras el Concilio de Nicea (en el año 327 d.C.). Por lo que nada hemos de ver extraño ni de bárbaro en estas creencias de los celtas, comunes en toda Europa y en gran parte de Asía hasta la llegada del Cristianismo. Ello explicaría -como hemos dicho- algunos de los motivos para la deificación de los depredadores carnívoros más poderosos de nuestros bosques (el lobo y el oso). Cuyo valor y fortaleza que les atribuían nacería de comer seres humanos (en especial guerreros caidos en batalla). Partiendo desde este concepto, podemos entender gran parte de los cultos y rituales celebraban los celtas entorno al cánido fiero o salvaje. Perro o lobo, que por otro lado sabemos que era muy útil como "mascota" amaestrada y entrenada para la caza, el pastoreo, la defensa y la guerra. De lo que comprendemos por qué aquel totem canino era tenido por los guerreros indoeuropeos como uno de los símbolos de dios y del mejor amigo. Por lo demás, ha de pensarse que estos ejércitos tenían perros de ayuda o defensa, que adiestrarían con gran fiereza -que incluso, posiblemente cruzarían con lobos; ya que conocida es la costumbre germana de crear razas híbridas de las que proceden géneros como el doberman y diversos perros de lucha. Siendo este probablemente el origen de las tipos caninos centroeuropeos cercanos al perro-lobo (llamado "policía" o "pastor alemán")-. Detalle del maravilloso Cadero de Gundestrup; ´"crátera" de plata cética, fechada en el siglo I a.C. y hallada hace unos ciento veinte años en en Dinamarca (agradecemos al Museo Nacional danés -Arqueológico de Copenhague- nos permita divulgar su imagen). Esta pieza que analizaremos en profundidad durante la presente entrada, contiene labradas en orfebrería las escenas de sacrificio, ritual y religión de la época. Entre ellas se pueden ver varias imágenes de cánidos, de apariencia tremendamente fiera y que vemos acompañando -o ayudando- a hombres. En este caso, el que se asemeja a un perro-lobo se halla junto al dios Cernunos (o su sacerdote), en actitud de cariño y como acercando el hocico a la cara de este. Hombre o deidad que sujeta un gran ofidio con su mano; dominando la serpiente tomada por la cabeza.
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Todo lo que contiene el extraño hecho de que estas enormes sierpes no existen (o no sobreviven) en la zona de Dinamarca; aunque -como vemos- el hombre dios con cuernos (Cernunos) la agarra en la forma en que aquellas deben sujetarse. Implicando la escena que vemos, la existencia entre los celtas de estos animales exóticos, mantenidos o cuidados en cautividad (como dioses o daimones). Observándose que toma con la mano contraria un torques enroscado, lo que habla de la significación de la culebra relacionada con el poder y el dinero (rango que se simbolizaba entre los celtas por estos collares, cuyo sentido es como el de las posteriores coronas). ABAJO: Otro detalle del Cadero de Gundestrup, en el que se representa una cacería ritual de uros (agradecemos al Museo Nacional danés -Arqueológico de Copenhague- nos permita divulgar su imagen). Tal como explica César, estos toros gigantes y salvajes eran cazados por los guerreros celtas quienes se adiestraban y entrenaban en estas artes, celebrando con grandes banquetes las vivencias cinegéticas habidas con esos bóvidos. Es este uno de los orígenes de nuestra tauromaquia (al menos en mi opinión); ya que tal como el emperador romano describe con pormenores, su caza era uno de los grandes "deportes de riesgo" en el que se ejercitaban los soldados centroeuropeos. Teniendo los celtas por uno de los mayores honores y trofeos, lograr matar aquellos grandes uros, cuyos cuernos después lucían o convertíen en decorados vasos sus cazadores (como -en mi opinión- hoy hacen los toreros, con las orejas y rabos de morlacos).
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Todo lo que narramos Julio César lo expresa con las siguientes palabras: "se curten los jóvenes, siendo ese género de caza su principal ejercicio; los que hubiesen muerto más de éstos, presentando por prueba los cuernos al público, reciben grandes aplausos. Pero no es posible domesticarlos ni amansarlos, aunque los cacen de chiquitos. La grandeza, figura y encaje de sus cuernos se diferencia mucho de los de nuestros bueyes. Recogidos -los trofeos- con diligencia, los guarnecen de plata, y les sirven de copas en los más espléndidos banquetes" (4) ..
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Sin lugar a dudas, la escena que vemos en el caldero de Gunderstrup, se corresponde a lo que el emperador romano nos narra, aunque curiosamente se observa que tal como otros textos y la Historia manifiestan, los celtas se ayudaban de perros para cazar (principalmente en la matanza de uros). Canes que también se sabe adiestraban y usaban en la guerra, de donde proceden diversas razas denominadas comunmente "perros celtas"; entre los que destaca el famoso "alano español". Raza hispana, que al parecer fue introducida en la Península por las invasiones godas y que se mantuvo entre los pastores o nobles de nuestro país, en estado bastante puro.
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Siendo este alano un perro de grandes dimensiones, fiero, fuerte y muy noble, que se usaba principalmente para cazar lobos (o toros salvajes). Cuyas características y aspecto encajan perfectamente al menos con uno de estos cánidos de grandes dimensiones y de enorme cabeza que vemos representados en la escena del Caldero de Gundestrup -al de abajo-. Decimos con uno, porque el segundo tipo de "perro" es el que aparece en la zona superior, ajeno o alejado de los hombres y tiene la apariencia de un guepardo o pantera de enormes garras e idealizada. Todo lo que nos habla de que o bien hubiera dos tipos o razas muy específicas caninas, utilizadas para la caza del uro. O bien, que en la imagen han querido señalar la fiereza de esta actividad incluyendo animales exóticos que quizás los templos o los reyes daness guardaban en sus recints sagrados y palacios..
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Acerca de todo ello, deseamos añadir que sin lugar a dudas, nuestra corrida de toros se asienta sobre las bases de estas cosmogonías y rituales. Celebraciones que también se relacionan con la matanza del cerdo o del verraco y que antaño hubo de ser también la caza del jabalí. Ceremonias cinegéticas y de sacrificio del totem -animales más útiles o temidos- que aún hoy se realizan principalmente en fechas próximas al Solsticio. Debido a ello, en días cercanos al 24 de diciembre (o bien al 31 de enero) y desde la más remota antigüedad, comenzaban ciertas fiestas que se conmemoraban con estos banquetes e inmolaciones. Festividades que en gran parte han perdurado en las llamadas "Mascaradas" y en las "Matanzas del cerdo en Solsticio" -trasladadas a San Martín-; que en nuestras tierras aún comienzan en los días de Navidad y se prolongan por toda la geofrafía peninsular hasta la Cuaresma.
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Fiestas antiquísimas, cuyo origen estaba en el final de año y en la celebración del Sol Invicto -el 25 de diciembre-, que como se sabe fue sustituido hacia el siglo IV d.C. por la Natividad y el Primero de Año cristianos. Pero que en épocas más antiguas conmemoraban la muerte y nacimiento del Sol (del año y por lo tanto del tiempo); un Cronos o Saturno que debía fallecer y al que se festejaba con los ritos de muerte del "animal daimon", o del totém principal. Y entre estas celebraciones de Nuevo Sol, sin duda alguna hubo de estar entre los celtas esa caza del uro que cita César, tanto como en Roma se hallaban las famosas Saturnalias (que comenzaban hacia el 17 de enero y terminaban con el año). Fiestas de Saturno-Cronos que tras la expansión del mitraismo fueron trasladadas de fecha y llevadas junto a los "Idus de marzo", debido a su degenerado carácter y por respeto al Sol Invicto (Mitra) que se adoraba el 25 de diciembre. Detalle de la estatua de Mitra de Córdoba (procedente del Mitreo de Cabra, fechada en el siglo II d.C.y propiedad del Museo Aqueológico cordobés, al que agradecemos nos permita divulgar la imagen). En la imagen vemos el perro lamiendo la sangre del animal sacrificado por el dios. Un can que siempre acompaña la figura de Mitra, representado como "Sol Invicto" inmolando al toro y dios que nacía el 25 de diciembre (el día del Solsticio). Deidad que se adoraba en la figura de este hombre frigio, que apuñalaba en el cuello al bóvido, mientras su perro lame la sangre, y una sierpe -junto a un escorpión- mordían a su vez al toro moribundo. La religión mitraica era mistérica, por lo que nada o muy poco se sabe sobre sus creencias y ritos, de lo que hemos de interpretar sus símbolos. Aunque claramente para nosotros, aquel toro es originariamente el uro (demonio y totem) que representaba a Cronos, al que vencía la luz (Zeus entre los griegos); siendo en un principio el can, la sierpe y el escorpión representaciones de las constelaciones.
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El mitraismo, era un culto solar de origen indoariano y por lo tanto hubo de estar muy relacionado con las religiones celtas (indoeuropeas). Suponiendo personalmente que sus ritos en los que cada 25 de diciembre sacrificarían toros, serían muy semejantes en signfificado a aquel que vemos en el caldero de Gundestrup; tanto como a las celebraciones de caza y banquetes que explica César en "La Guerra de las Galias". Inmolaciónes que como repetidamente indicamos, se relacionarían con absoluta seguridad con la caza del monstruo o del daimón (Cronos) y que entre los pueblos escitas -más entre los celtas- era el toro salvaje. Uros atrapados con la ayuda del perro y tras cuya caza sabemos celebraban grandes fiestas, en honor de aquellos valientes que conseguían la proeza. Unos bóvidos gigantes y bravos, mucho mayores en peligro y tamaño que nuestros toros bravos (que al ser muy encastados, son nobles en comportamiento); cuyos pitones se guardaban para convertirlos en vasos, que los más ricos entre los celtas, recubrían de metales preciosos.
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Observemos en la imagen, como el perro lame la sangre, a la vez que la sierpe muerde al toro. Ambos símbolos nos los vamos a encontrar casi iguales en el Caldero de Gundestrup, donde igualmente veremos una escena de sacrificio y un can que sorbe sangre (en este caso humana), mientras en la figura central aparece un dios Cernunos, que sujeta la gran sierpe (símbolo del daimón, "el tiempo" = Cronos). ABAJO: Escena completa del Mitra de Córdoba (siglo II, procede del mitreo de Cabra; agradecemos al Museo Arqueológico de Córdoba nos permita divulgar la imagen). La representación es claramente la de una tauromaquia en la que el Sol Invicto (dios Mitra), mata el demonio de la noche (el toro, que como la luna tiene cuernos). Sin lugar a dudas su culto procede y simboliza la adoración a los dioses de la luz, que triunfan con su calendario solar (en Grecia "olímpicos" y liderados por Zeus, cuyo nombre procede del radical indoeuropeo "diayus" = "día", "luminosidad"). Frente a los dioses de la noche, daimónes representados en el toro que muere; que como la Luna y su calendario regido por estos "cuernos" luminosos, son ancestrales e imperfectos (y malvados). Es decir, el triunfo del bien (la luz o el Sol que nacía el 25 de diciembre), frente a las tinieblas que dejaban de "crecer" este día del año.
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La identificación del bóvido salvaje con el demonio es inmediata por cuanto aquel animal es un rumiante, pese a lo que embiste e intenta matar todo ser vivo de tamaño que se le acerque. Por su parte, en nuestra opinión las cacerías de uros de las que habla César, estarían muy relacionadas con el nacimiento y evolución del mitraismo en Anatolia; aunque luego esta religión derivaría hacia misterios que tratarían de representar el sacrificio del toro como un deber y obligación que el hombre tiene con la Sociedad (erradicar el mal).
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Por su parte, esos cuernos de uro que menciona el emperador narrándonos que eran guardados y ornamentados por sus valientes cazadores. Sin duda alguna se relacionan con "el cuerno de la abundancia". Una "cornucopia" que mucho tiene que ver con el valor en batalla la superación de los temores, origen de la abundancia y de las riquezas entre las Sociedades de guerreros antiguas. Hecho este que relacionaría al propio Cernunos (el dios de los cuernos) con aquellas astas que lleva en su cabeza; unos pitones que en sí mismo significarían el valor, la fiereza y la riqueza. Lo que explica que estos pueblos (cazadores de animales salvajes con pitones) colocaran sobre sus cascos astas, con el fin de demostrar su rango y su ferocidad. De todo ello, se comprende la representación de este dios con los cuernos símbolo de la guerra y del valor, en medio de los más peligrosos animales en el Caldero de Gundestrup.
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Por cuanto decimos, es una hipótesis admisible que el dios Cernunos fuera entre los daneses tenido en gran parte como un Cronos (nos referimos concretamente al sacerdote con cuernos o divinidad que aparece en el Caldero danés que analizamos). Tanto como no es extraño pensar que las voces "Cernunos" y "Cronos" tengan un mismo origen y significado primigenio; procediendo ambos nombres del vocablo indoeuropeo "KER" y cuyo significado es "cuerno", "corona", "penacho" o "tocado de cabeza". Algo que podría explicarse por la identificación del cuerno con el tiempo, entendiendo el asta como el arma o puñal (del toro o animal) que quita la vida y marca "la hora". Aunque también pudo concebirse esta unión, debido a que para comprender el tiempo (Cronos) ha de clavarse un "cuerno" -poste o pilar- sobre la tierra; gonomon en el que se leen las sombras y que descubre la medida del tiempo. Paso del día, de los meses o años, que se entendía por casi todas la culturas como una espiral celeste -el universo giratorio-, que nos iba devorando (haciéndonos viejos).
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Todo lo que se expresaba en aquel monstruoso padre (Cronos o Saturno) que engullía a sus hijos; representado por el mitraismo en una gran sierpe que se enrosca sobre el hombre y que irremediablemente acaba con él. Un simbolo que a su vez figuraban los adoradores mitráicos con las figuras zodiacales; meses que colocaban entorno a aquel ser humano que el tiempo devoraba (que podemos ver en las imágenes más abajo, representado en un jóven rodeado de un gran ofidio que lo contraía con sus anillos y que representaban el paso del tiempo, tanto como el carnero -Aries- o el escorpión -Escorpio-).
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Pero profundizando más en la idea de la simbología de este Cernunos, vemos que -como afirmamos- es representado como el díos de las riquezas y del poder (por cuanto sostiene y luce unos preciados torques). Por todo lo que hemos de ver en él, la figura ancestral del Zeus Meilichios griego. Una forma ajena al verdadero Zeus e importada a Grecia desde Fenicia (a mi juicio) y que se trataba de una deidad terrible o maléfica, adorada en la imagen de un gran ofidio. Serpiente que al parecer se guardaba en algunos de los templos que este Meilichios tenía en determinados puertos de la Hélade. Daimón que en verdad representaba la figura de Tifón, seguramente adorado como un Melkarte (de aquí la derivación hasta la voz griega Meilichios). Ancestral dios del comercio y del oro púnico, pero tambien del fuego y del sacrificio humano; que se sabe era adorado entre los púnicos y cartagineses con la entrega infantes (o humanos). Víctimas que se degollaban ante sus familiares y que más tarde eran quemados en la pira del pebetero sagrado de Melkarte.
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Ritual de inmolación que al parecer tenía entre sus peores prácticas la de entregar directamente al pobre infortunado a ese Meilichios, o Tifón; algo que debiò de hacerse entre algunos cultos marineros -movidos por su gran superstición y sobre todo por un terrible atraso-. Dios Meilichios de la tormenta, representado en una terrible sierpe o pez, al que en los momentos de incertidumbre o temporal (se sabe) "dejaban" un ser humano, para que devolviera la calma. Costumbres antiquísimas que se recuerdan superadas o erradicadas en tiempos olímpicos, pero cuyo recuerdo quedó en la Hélade. Bien en la forma de santuarios de la sierpe o bien en la de algunos oráculos cuyos cultos fueron transformados y cambiados por deidades como Apolo. Dios que acaba con Tifón (el gran monstruo sierpe) y lo entierra en en templo de Delfos, donde desde aquel momento el adorado pasa a ser este divo del bien, de las artes, la sabiduría y de la música. En sustitución del antiguo monstruo oracular, venerado en la forma de serpientes u horribles animales a los que se ofrecían víctimas (en ocasiones humanas), para apaciguar su sed de sangre y sobre todo para leer el futuro. Todo ello basado en la intenciòn de "conocer los deseos" del demonio deificado en aquel ofidio, del que estudiando su voluntad, creyeron se podía preveer las desgracias. Estatua de Cronos Mitraico, procede del Mitreo emeritense; fechado en el siglo II a.C. (propiedad del Museo Romano de Mérida, al que agradecemos nos permita divulgar su imagen). Representado como un hombre con cabeza de león (quizás un Hércules zoomorfo), observamos como la sierpe del tiempo rodea al fornido "dios"; posiblemente indicando la lucha de la fuerza contra el paso de los días y las horas. Estatuas como esta nos hacen plantearnos que posiblemente en los templos de Mitra (secretos mitreos excavados en el subsuelo en forma de grutas), hubiera zonas en las que se conservaran grandes ofidios exóticos y ajenos a la fauna europea; con el fin de realizar ritos simbólicos muy próximos a los que describimos de Zeus Meilichios. Celebraciones que pretenderían identificar el paso del tiempo con la espiral del Universo y esta con aquellos anillos del ofidio, que se cierran poco a poco entorno a la víctima hasta estrangularla. Todo lo que pudo mostrarse en rituales de ofrendas de comida que se entregaban en los serpentarios al dios de la gran-culebra (al dragón). Como regalo votivo que los fieles habrían de llevar en la forma de animales vivos, para aquella sierpe la fuera alimentada; inmolaciones que comunmente consistían en cerditos a los que se denominaba "tifonios".
Monstruo de voraz apetito, que engulle inevitablemente a sus hijos, los hombres; asimilando el tiempo a Saturno y este al horrible ofidio. Un tiempo igualmente concebido como el climatológico, que también se sucede "por el serpentino movimiento de planetas" y que trae las estaciones, entre las que algunas producen las peores calamidades (causadas por la lluvia o temporales). Serpiente del tiempo climatológico que se simbolizaba las precipitaciones torrenciales temidísimas por los antiguos que debían asentarse en los márgenes de los rios; al igual que en las tormentas (el terror de los marinos). Gentes que para evitar el hundimiento de sus barcos, o la llegada de galernas y temporales a puerto, entregaban humanos a grandes monstruos del mar (incluso a ofidios, como sucedía en la veneración de Meilichios).
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Siendo este claramente el caso de Jonás, del que Las Sagradas Escrituras narra como al producirse una tormenta mientras viajaba en un barco de gran tonelaje, los marineros que pilotaban la nave decidieron inmolarle al dios suyo, para que apaciguara las aguas. Así fue echado por la borda y tras ello tragado por un enorme pez, que tres días más tarde lo devolvió a tierra. Todo lo que realmente se explica desde estos sacrificos humanos que los marineros (especialmente los fenicios) realizaban, entregando a escualos o a grandes ofidios a pobres víctimas humanas, para apaciguar las tormentas -a Meilichios o Melkarte y que no era otro más que Tifón (dios de las tempestad)-. El nombre que se le daba a esos infortunados inmolados sabemos que era el de "tifonios" y en Grecia se susutituyeron por cerditos; pese a ello se dice que hasta Pitágoras fue condenado a ese ritual, aunque días más lo indultaron (como narran algunos de sus biógrafos -Porfirio-). Pena e indulto del sabio que seguramente se debió al comienzo y cese de una tormenta y que sería muy similar a lo se que narra de un modo "más poético o imaginario" La Biblia -cuando habla del pez que tragó a Jonás y que tres jornadas después le dejó en tierra-. Refieriéndose todas estas memorias a los divos demoniacos del temporal y de las lluvias torrenciales, que se identificaban siempre con grandes serpientes por su aspecto similar al del agua ondulante. Que entre los judíos se denominaron Leviatán (espíritu del mal) pero que en otros lugares fueron venerados; como por ejemplo en zonas de Mesopotamia en donde se adoraba bajo el nombre de Tiamat.
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Por todo cuanto expresamos, identificamos este dios del tiempo (climatológico y cronológico) con el Cernunos que sujeta la gran sierpe en su mano izquierda, mientras sostiene el torques de metal precioso en la derecha. Deidad que en gran parte se puede unir a la figura y el mito de Meilichios. Un dios que en Grecia fue transformado en la veneración a pequeñas culebras conservadas en serpentarios. Templos atendidos por sacerdotisas donde estas que las cuidaban daban de comer sin ropas a sus ofidios, unos dulces hechos con leche y miel. Panecillos que ofrecían a las culebras los fieles y peregrinos que hasta estos recintos se llegaban con el fin de consultar su oráculo. Vaticinio que se conocía al observar el modo en que las sierpes ingerían la ofrenda depositada frente a ellas. Pequeñas culebras que hemos de suponer ratoneras, o similares a la "bastarda" de la Península Ibérica, sin gran peligro y a las que ofrecían esos panes de miel y leche, cuyo nombre griego es "Meil-Lichios" (de miel y leche = ). Palabra que en mi opinión dió origen al nombre del Zeus adorado en esa forma de ofidio. Pero cuyos orígenes -con toda seguridad- fue el Melkarte fenicio, como una forma de Tiamat; tan similar aTifón en su apariencia como en su etimología.
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Por todo cuanto hemos expresado de manera extensa, consideramos a este Cernunos que sujeta la sierpe y se halla rodeado de animales de gran peligro una figuración de ese divo del tiempo (climático y cronométrico), que si lugar a dudas es una forma de Cronos. Un dios, que con su hoz castró a su padre Uranos. Lo que como repetidamente hemos explicado es una cosmogonía del tiempo cortando el espacio (el Universo, personificado en Uranos). Expresando a su vez Cronos una adoración de culto lunar relacionada con el cuerno y con el toro (de allí la hoz que simboliza los cuartos lunisolares). Dios que vence al espacio (Varuna, Uranos o el Cosmos) al delimitarlo por ciclos de luz generando un primer calendario, basado en estos cuernos del satélite nuestro de unos veintinueve días de duración. Periodo que al ser muy cercano al ciclo de ovulaciòn de la mujer, pudo ser identificado por los hombres como un calendario de sangre. Lo que pudo llegar al común rito de ofrecer a la Luna sacrificios nocturnos; inmolaciones comunmente humanas, que dieron pie a las leyendas sobre licantropía. Habida cuenta que se consideraban lobos a aquellos adoradores de la Luna y de las noches, que mataban a sus víctimas en los ciclos lunisolares. Antiquísimos ritos que se hacían para conseguir el beneficio de estos dioses de la noche, en los que se documenta comunmente la antropofagia. Debido a todo lo que eran identificados con lobos aquellos que así celebraban y se alimentaban del dolor y de la sangre sirviéndose de víctimas inocentes humanas (5) .AL LADO:
Detalle del lateral derecho y donde se halla el mencionado Cernunos (ver más abajo) del Caldero de Gundestrup. Agradecemos de nuevo al Museo Arqueológico Nacional de Dinamarca (departamanto y archivo de Copenhagen) nos permita divulgar las imágenes de esta magnífica pieza cuyas dimensiones son de unos 75 centímetros de diámetro, por unos 50 de altura. Hallado en Himmerland, dentro de una turbera y desmontado en paneles; se supone que fue allí depositado como ofrenda entre los siglos II y I a.C.. Como podemos observar en este detalle, hay animales exóticos representados con un estilo anatólico e incluso heleno (del tipo escita o tracio). Llamando enormemente la atención el niño sobre un delfín, que identificamos claramente con Dionisos salvado por estos mamíferos del mar. Igualmente podemos ver dos leones enfrentados con un diseño semejante al de la orfebrería persa o escita; todo lo que unido al Cernunos que sujeta un torques en la mano (al igual que ofrendaban esos collares los persas) nos habla de una plena conexión entre Dinamarca y el mundo de Asia Menor en esta época.
ABAJO: Escena principal del mismo Caldero, donde ya vemos al Cernunos como "señor de los animales" rodeado de un ciervo y un toro a su derecha, mientras un perro (o lobo) se le acerca y un león mira al lado contrario. Siendo un hecho curioso que precisamente la fauna exótica representada esté orientada hacia el sentido opuesto al dios de los cuernos (la pata y cola que observamos en el extremo a nuestra derecha, son de los leones y el delfín de la imagen anterior).
Traemos como una muestra comparativa de los orígenes de estos cultos del señor de los animales, esta escultura babilónica de barro cocido y de principios del II milenio a.C., que representa a diosa alada de los Hititas (propiedad de la colección Norman Colvile, Foto Warburg Institute a los que agradecemos nos permitan divulgarla). Deidad considerada Inara, la aliada de Teshub (el dios de la tormenta) y como tal la que gobierna sobre los animales de forma similar al Cernunos; sujetando igualmente entre sus manos los "nudos divinos" (o collares rituales). Pese a ello, su representación como Artemisa-Afrodita, señora de los animales la identifica claramente con Anahita, la madre de Mitra; quien casada con Mazda, engendró virgen a aquel dios que dió muerte al toro.
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LAS REPRESENTACIONES ZOOMORFAS EN PERSPECTIVA CENITAL UN ESTADO DE LA CUESTIÓN; FERNANDO ROMERO CARNICERO Universidad de Valladolid (editan Fernando Romero Carnicero / Carlos Sanz Mínguez) Valladolid /2010
Op. cit (19, pag. 484
Comentario a las Guerras de las Galias ( "Bellum Gallicum" traducción directa del latín: José Goya Muniáin y Manuel Balbuena; ORBIS -Madrid 1982-) Dice textualmente refiriéndose a los druidas (7, XIV): "Esméranse sobre todo en persuadir la inmortalidad de las almas y su trasmigración de unos cuerpos en otros, cuya creencia juzgan ser grandísimo incentivo para el valor, poniendo aparte el temor de la muerte. Otras muchas cosas disputan y enseñan a la juventud acerca de los astros y su movimiento, de la grandeza del mundo y de la tierra, de la naturaleza de las cosas, del poder y soberanía de los dioses inmortales".
Cuanto hemos recogido en párrafos anteriores, es un resumen de algunos de nuestras publicaciones, debido a lo que no hemos ido situando notas al pie con el fin de facilitar su lectura y habida cuenta que en estas a las que nos referimos ya se explican los orígenes y fuentes. Para quienes deseen ampliar conceptos sobre cuanto explicamos, pueden leer un artículo mío publicado en LA REVISTA FOLKLORE y liberado en la red: EL JUEGO DE LA OCA Y SU TOTEM ANADE (Continuación). Para su consulta pulsar sobre la linea azul: http://www.funjdiaz.net/folklore/07ficha.cfm?id=2357
Las fotos del cenital del vaso de los lobos no pertenecen al Centro de Estudios Vacceos, ni la pieza fue encontrada por ellos. Fue hallada en una excavación de la empresa Aratikos Arqueólogos en 2000 y publicada (e interpretada) por por primera vez por Javier Abarquero Moras en el BSAA y luego en una monografía sobre la excavación, de J. Abarquero y A. Palomino publicada por la institución Fernán González (la bibliografía está en cualquiera de los artículos del Centro de Estudios Vacceos a los que te refieres).
ResponderEliminarBastaría con citar la publicación original de donde procede.
ResponderEliminarPor lo demás, interesante artículo.