[ -Recogemos las páginas principales del libro "Textos iberos" (en imágenes); resumiendo a su lado el contenido, para quienes no tuvieran tiempo de leer las hojas fotografiadas. Tras ello y en virtud de lo que se va exponiendo, añadimos nuestros comentarios y teorías. Opiniones personales, disertaciones e hipótesis sobre lo dictado en el libro, que incluimos en párrafos continuados a las fotos y en letra cursiva. Teorías propias que en algunos casos estarán de acuerdo con las incluidas en el texto que resumimos, aunque en muchos otros serán muy distintas-.]
AL LADO:
Comienzo del capítulo VII en el que trata sobre la tesis que afirma cómo el idioma usado en los escritos de epigrafía ibérica es indoeuropeo puro. Un "protocelta" (o un celtíbero), muy emparentado con las lenguas que hablaban los Hombres del Hierro y por lo tanto, cercano a algunas como el gaélico. Comenta Mario Gómez-Morán, que a mediados del siglo XX y tras enormes esfuerzos (por no decir fracasos) en el intento de descifrar durante casi cuatro siglos, los textos iberos desde el vascuence; se inicia una nueva linea de investigación. Surgida probablemente debido a los numerosos hallazgos de inscripciones iberas aparecidos en zonas aragonesas y levantinas. De tal manera surgen teóricos que lo emparentan con el galés (irlandés) o bien con el bretón, pretendiendo de nuevo traducir las inscripciones prerromanas con este sistema. Partiendo igualmente de que el idioma escrito en este alfasilabario es común y único, para todas las tierras peninsulares. Esta última idea de una lengua para todos los iberos es teoría que el autor de el libro que resumimos no considera. Añadiendo entorno a ello, que "entre los científicos se identifica lógica con verdad, porque la verdad suele ser siempe lógica; pese a que la lógica no sea siempre verdad". Cita finalmente los más insignes investigadores que apadrinaron esta nueva teoría del celtiberismo, entre los que se encuentran: Antonio Tovar, Luis Michelena, Javier de Hoz, Antonio Beltrán, J.A.. Correa y Maria Luourdes Albertos.
Como hemos recogido en una de las entradas anteriores, la teoría de Julio Caro Baroja sobre del posible origen y lengua escrita de los iberos, nos parece muy acertada; e incluso imprescindible de mencionar al comienzo del presente capítulo. Ello, porque don Julio, propone que aún pudiendo ser inicialmente el escrito un idioma ibero (puro) y por lo tanto emparentado directamente con el vascuence, hubo de mezclarse de algún modo con otras lenguas que se introdujeron en la Península. Algo que dice y dicta la lógica (sea o no verdad) y por lo tanto de hablar los iberos un idioma común, este tendría que haber tomado palabras de los indoeuropeos que llegaron hasta nuestra Península desde el siglo VIII a.C. (en sucesivas oleadas, atravesando los Pirineos).
De ello, lo "parlado" por los iberos habría tenido que conformarse en un momento como "celtíbero", que en un mayor o menor grado, adquiriera un gran porcentaje de vocablos de los "invasores" indoeuropeos.
Hasta aquí, parece que la lógica y la verdad se unen, pero todo ello choca con hechos tales como que
las palabras que se contienen en los textos iberos apenas evolucionan. Es decir, que gran parte de las las voces son muy parecidas desde los primeros escritos en estos alfasilabarios -pertenecientes a los siglos del VIII al V a.C.-, hasta los últimos y que datan ya del periodo de ocupación romana (en nuestra era). Tanto que en ellos se encuentran voces repetidas, o casi iguales. De tal manera y como ejemplo citamos el término "SALIRG", que ya lo leemos en el plomo de la Serreta de Alcoy (escrito fechado en los siglos VI al V a.C.), y que también podemos encontrar en innumerables inscripciones localizdas en toda la Península, desde las más antiguas hasta las de última época. Para más curiosidades, el mencionado "plomo de Alcoy" se encuentra redactado en alfabeto jónico antiguo, llamado greco-ibérico; cuyos caracteres y signos nacen en el Egeo y fueron usados principalmente entre los siglos VIII y VII a.C.. Un arcaico abecedario heleno, en el que también se escribió el idioma ibero, en la zona del Levante. Ello, unos doscientos años despúes de quedar obsoletos esos signos en su lugar de origen (la Jonia) -existiendo al menos una decena de ejemplos de este tipo de textos greco-ibéricos-.
Todo lo que hace pensar, que si durante más de ocho siglos, se mantuvieron unos mismos vocablos en esa epigrafía ibera, el idoma usado ha de ser anterior o contemporaneo a los años en los que precisamente se desarrolla y difundieron profusamente sus alfasilabarios.
Lo dicho anteriormente obliga a deducir que nuestros antecesores peninsulares escribían en un idioma que ya había "cristalizado" hacia los siglos VII y VI a.C.; que además debía ser muy común en toda la Península (pues en los textos se repiten unos mismos vocablos siempre y en diferentes lugares). A la vez que tras observar esta primera circunstancia, hemos de partir de otra premisa como lo es: Que
no necesariamente la lengua que escribieron, fue la misma que hablaran (comunmente) todos los habitantes prerromanos de nuestras tierras.
De tal modo lo único que podemos afirmar es que aquello que leemos en su epigrafía, era el idioma en que redactaban sus pactos y con el que inscribían sus nombres, lápidas o marcas.
Una lengua que quizás solo mantuvieron para entenderse en común y preferentemente para recogerla en textos. Nos referimos con ello a un idioma principalmente escrito, heredado y antiguo; enseñado (o impuesto) por los colonizadores peninsulares de la Primera Edad del Hierro -antes de la llegada de los Celtas-. Un modo de hablar y redactar, que pudo mantenerse durante siglos transmitido y escrito por los sacerdotes (o entre la élites ibéricas); a quienes además les serviría como aglutinante cultural y social. Permitiendo comunicarse a todos los habitantes de la Península con aquella palabras comunes, que recordaban perfectamente por haberlas inscrito en su alfabeto. O bien por ser mantenidas entre los nobles, sacerdotes y militares, como un medio de crear ligas entre los habitantes peninsulares. Un hecho muy común entre las lenguas de élite (como hoy sucede con el inglés en las Universidades), o el mismo caso ocurrido hasta hace bien poco con el latín. Que fue igualmente una forma de hablar y escribir importanda y divulgada por los colonos que nos civilizaron; tanto que en su recuerdo, las élites, los sacerdotes y las personas cultas, siguieron hablando y escribiendo como aquellos hasta hace poco menos de quinientos años.
Cuanto redactamos, lo
afirmamos partiendo de evidencias tales como la de que el alfabeto ibero les fue enseñado a los habitantes de la Península por gentes venidas desde el Este y por mar (los primeros "indicios" de estos signos aparecen ya por el siglo XI a.C.). Dándose los iniciales alfasilabarios en la zona turdetana (tartessia -la actual Andalucía-) en épocas contemporaneas a las primeras colonizaciones del Hierro, llegadas desde Oriente Medio por mar (fenicios, anatolios y gentes venidas de las cosas cretochipriotas).
De ello, el desarrollo de sus signos es puramente creto-fenicio o creto-chipriota, constituyendo el alfabeto ibero uno de los últimos silábicos (característoca puramente de los idiomas egeos e hititas; sobre todo de los escritos en la zona de Creta y Chipre).
Por lo demás, en cuanto se referiere a un segundo modo de escribir aquella lengua prerromana peninsular, que ya hemos citado: El alfabeto greco-ibero, redactado en caracteres jónicos. Surge de manera coetanea a los siglos en que comienza la colonizacíón heleno-oriental de nuestras costas levantinas. En los años en los que se sabe fundan los griegos -focenses o rodhios- ciudades tales como Hemeroskopion (Denia), Akra Leuke (Alicante), o Alonis (cala de Finestrat, junto a Benidorm -en zona cercana a Alcoy-). Habiéndose hallado en Levante algunos de estos escritos en alfabeto jonio y lengua ibera, fechados entre los siglos VI al V a.C.. De lo que podemos deducir, que sabiendo tal como cita Rufo Festo Avieno en su Oda Marítima (también coetanea a esta epigrafía ibera); que durante los años en que el "marsellés que lo redacta" realiza su periplo, va divisando las ruinas o los restos de aquellos puertos greco-ibéricos, sitos frente a la zona de Isla Planesia (la actual isla de Tabarca). Parece evidente que los textos greco-ibéricos se redactaron en el periodo de ocupación helena de aquellas ciudades y puntos estratégicos, cercanos al actual Alicante, Benidorm o Denia. Siendo aquella forma de escribir con un abecedario griego arcaico, un "sucedaneo o segunda forma" de redactar el idioma ibero. Pese a lo que las palabras que recogen ambas fórmulas, eran comunes e iguales.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Al lado, narra cómo tras una primera fase en la que los iberoceltistas creen haber dado con la clave para poder taducir los textos prerromanos, pocos años después la investigación en esta linea cae en un "pesimismo", llegándose incluso a abandonar la teoría por muchos de los que la comenzaron (entre ellos Michele Lejeune). Posteriormente y como ejemplo de la difucultad del iberoceltismo, cita una disertación del mismo Hans Schwertek, publicada no hace mucho por la Universidad de Salamanca, en la que pretende hallar el significado del radical ibero que se repite en algunos textos con los signos: "TOG". Sobre el cual comienza identificándolo con varios indoeuropeos y celtas, cuya traducción es "teja, techumbre", llegándolo a comparar con el euskera "TOKI" que se relaciona con "cochiquera" , "establo cerrado". A lo que Mario Gómez-Morán simplemente indica que desde el griego "TEGOS" ( ), o desde el latino "TÉGULA" (teja) o TECTUM (suelo, techo), se hubiera llegado a traducir el mismo vocablo. Ello porque al fin y al cabo, tan indoeurpoeos son el griego y el latín, como las lenguas celtas o indogermanas.
ABAJO:
Más interesante a mi juicio para intentar comprenser de dónde vino este idioma ibera, sería comenzar por observar las similitudes entre el alfabeto ibérico y los semitas. Alefatos desarrollados desde el siglo XV al IX a.C., principalmente en la zona del actual Líbano e Israel. Viéndose en la imagen que recogemos los enormes parecidos con los signos usados en la Península Ibérica. Aunque queda por salvar o explicar el hecho de que en nuestras tierras se usara un medio silábico (no solo por letras), algo tipicamente cretense, chipriota y Anatolio. Por una influencia en Iberia, muy clara de la escritura neo-minoica, neo-hitita o neo-chipriota (herederas de los imperios desaparecido desde los siglo XVII al XV a.C.).
En la imagen bajo estas lineas: Evolucion alfabeto tal como la recoge Parrot Chehab y Moscati, en su libro "Los fenicios" (publicado por ed. Aguilar, Madrid 1978 -pag 265-). Observemos cómo desde aquellos signos primeros, ya se desarrolla un alefato "clasico fenicio" hacia el siglo IX a.C., que pronto pasa a "tierras griegas" y se conforma en el abecedario arcaico heleno (similar al que se usa en los textos iberos "jonios levantinos"). Por lo demás, a nuestro juicio, los alefatos fenicios y arameos creemos que realmente nacen del Protosináico y del Bibliota; partiendo de símbolos usados desde los siglos XVI al XIV a.C. en estas zona del Sinaí y de la costa de Biblos. No teniendo como rama común el Ugarítico (tal como vemos en el cuadro bajo entas lineas, sonde se observa como alefato primigenio el que para estos autores aparece como antecesor común: El de Ugarit (que realmente es un cuneiforme y no un alfabético, como si lo era el escrito en el Sinaí hacia el siglo XVI a.C.).
Evidentemente, el problema del celtiberismo, tal como lo plantea Mario Gómez-Morán no deja dudas en sus dificultades y las trabas que tiene mantener que los textos iberos están redactados en una lengua indogermana. Ello, porque para traducir en base a radicales celtas, toman una voz leida que luego han de ir comparando, junto a varias similares en lenguas de este mismo origen (gaélicas, bretonas etc). Idiomas indoeuropeos entre los que confundidamente llegan a incluir el vascuence, con el que comparan tambien su fonética (el eukera claramente no es indoeuropeo, aunque de seguro se han introducido en el vascuence muchas palabras celtas y latinas a lo largo de sus más de tres mil años de historia). Tal es la dificultad de la hipótesis celto-ibérica, que en ocasiones pueden resolverse los radicales que presenta en sus traducciones e interpretaciones, directamente desde el griego o del latín (tan indoeuropeos como las de rama indogermanas, y que por ello contienen sus radicales comunmente emparentados). De lo que aquellas traducciones que se llegaron a crear partiendo de la teoría celta, terminaron por generar una profunda incertidumbre entre quienes así las analizaban. Abandonándose en gran parte esta teoría a fines del siglo XX.
Pero, al margen de lo dicho, hemos de apuntar otro dato que en mi opinión es de gran importancia. Ello parte de lo señalado anteriormente, cuando hemos dicho que las primeras inscripciones iberas comienzan en el Sur Peninsular y hacia el siglo IX y VIII a.C. (época plenamente tartessia y de colonización fenicia meridional). De lo que estando conformado el alfasilabario ibero ya en el siglo VIII y VII a.C., se hace imposible pensar que en todo aquello hubiera una "participación celta". Ello, por dos motivos: Primero, porque en ese tiempo aún no se habían asentado ni había nacido el mundo celtíbero. Segundo porque este pueblo indogermano era totalmente ágrafo . No decimos propiamente analfabeto, puesto que guardaba "unas ciertas formas de escritura" secretas (modos de comunicarse a través de las manos o marcas de árboles). Pese a lo que los celtas tenían prohibido escribir, por designio y prescripción religiosa; tanto que sus druidas debían aprender todos sus conocimientos de memoria durante años de estudio. Enseñanzas que comprendían más de un lustro y en los que habían de recordar más de veintemil versos, que jamás podían redactar (tal como Julio César explica claramente en La Guerra de las Galias).
Cuanto hemos expuesto en el párafo anterior hace "frenar" la hipótesis celtíbera, ya que sabemos y puede demostrarse cómo el pueblo celta era ágrafo. Por lo que ha se suponerse que al escribir los celtas llegados a la Península, hubieron tenido que hacerlo tras adaptarse a los rituales, religión y costumbres propiamente iberas (ajenas a su cultura -tanto que no existía druidismo en la Hispania prerromana-). Y, aunque no negamos que aquellos textos ibéricos pudieran contener palabras indoeuropeas (filtradas ya a la lengua peninsular antigua, tras la llegada de los invasores celtas); muy raro es pensar que si los celtas no habían escrito en sus lugares de origen (Centro Europa, ni en la Galia ni en las Islas Británizas), al llegar a Iberia comenzaran a hacerlo.
Todo ello hace deducir que la escritura de la Península en época prerromana, fue puramente ibérica (y valga la redundancia). De lo que sabiendo que aquel idioma se origina en el Sur y en las costas; por lo tanto el idioma usado había de corresponderse con una lengua común a toda la Península; sinó hablada, al menos sí escrita ya desde el siglo VIII en el litoral meridional (lo que ratifican las aparaciones de epigrafía en alfasilabarios, dede tiempos cercanos a comienzos del primer milenio a.C.). Época en la que no había sido realizada la "ocupación" celtiberíca de nuestras tierras; puesto que aunque los primeros indogermanos pasan los Pirineos entorno a los siglos XI y X a.C.; realmente no será hasta el VIII a.C. cuando comiencen a extenderse los celtas -principalmente por la Meseta Central y el actual Aragón, generando el mundo celtibero-. Invasión indogermana venida desde la Galia, que sucede como hemo dicho, en un tiempo en el que ya existía el mencionado silabario ibero, procedente de las costas y de las zonas meridionales (completamente ajenas al lugar por donde fueron penetrando los mencionados Celtas). Todo lo que hace deducir que fueron los celtas establecidos en la Península los civilizados por los iberos, quienes les enseñan a escribir en sus carácteres y a seguir sus costumbres (ajenas a la grafía).
Los dos hechos antes señalados: Primero, que el alfabeto ibero nazca en las zonas del litoral y del Sur; muy lejanas al área donde comienzan a establecerse los primeros celtas peninsulares. Segundo, que en los años de expansión y nacimiento del "mundo celtíbero", ya se había dado la epigrafía ibera (principalmente en las costas del Sur y orientales de nuestras tierras). Obligan a pensar que fueron los celtas los que se adaptan un sistema de escritura ibero y nunca viceversa. Hecho este que se demuestra en que como dijimos, los indogermanos (galos, belgas, germanos o britanos) fueron en su mayor parte ágrafos hasta bien entrada nuestra Era (muchos hasta plena Edad Media). De tal manera no teniendo los celtas un alfabeto más que de tipo secreto (como el Ogham, que es muy tardío) y nunca habiendo escrito con signos similares a los ibéricos -alfasilabario que siquiera cruza los Pirinenos, para imponerse entre los galos-. Se hace evidente que se trata de una escritura propiamante peninsular, nacida gracias a las importanciones culturales traidas por los colonos venidos desde el Oriente mediterraneo -al menos ya en el siglo IX a.C.- llegados hasta nuestras costas del Sur (nunca entrados por el norte)-.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Al lado, página 42 de TEXTOS IBEROS, en la cual sigue exponiendo las múltiples dificultades que entraña la hipótesis celtíbera, destacando la extraña traducción que dan al "Bronce botorrita". La que no parece adecuada para una inscricripción realizada este soporte: Una gran placa broncínea, que por su gran coste y tipología, no parece el medio más común para "escriturar una finca", o delimitar unos linderos privados (conclusión a la que llega la interpretación desde radicales indogermanos).
ABAJO:
Muy por el contrario, el idioma y el alfasilabario ibérico parece proceder del Mediterraneo Este, venido con las colonizaciones de los metalurgios llegados desde Creta, Chipre, Oriente Medio y Anatolia desde los siglos XV al VII a.C.. Sus signaros lo confirman, tanto como todos los rasgos que se dan en las civilizaciones o sociedades ibéricas que se desarrollaron en nuestra Península desde el III y II milenio, en icluso a comienzos del I milenio a.C.. Pudiemdo llegar a la conclusión de que debido a la riqueza de minas y a la imensa proliferación de yacimientos existentes por toda la Iberia Prerromana (en especial de cobre, estaño, plata y oro); hasta aquí se llegaron y asentaron los principales pueblos metalurgios del Mediterraneo Antiguo. Siendo estos y por orden: Primero, Creta y Chipre (desde el III milenio y hasta mediados del II a.C.). Más tarde, los Hititas y anatolios, junto a los Egeos, con Micenas al frente; lo que se mantiene hasta la afluencia del Hierro, en el siglo XII a.C.. Finalmente, los Fenicios y los Helenos, quienes fueron los sucesores de los anteriores y que generaron grandes rutas comerciales y de transporte con los metales iberos (thalasocracia que rengentan desde el siglo X al VI a.C. y que más tarde heredaría Cartago).
Bajo este párrafo foto de una estela de tipo tartessio, denominada "de guerrero" (procede de Las Herencias, fechada en el siglo VIII a.C y propiedad del Museo de Santa Cruz, Toledo; al que agradecemos nos permita divulgar su imagen). Fueron estas, las civilizaciones orientales asentadas en Turdetania, las que consideramos divulgaron la escritura y el idioma ibero; que se origina precisamente en tiempos muy remotos y en la zona que hoy corresponde a las costas de la actual Andalucía. Por su parte, es de mencionar que estas estelas claramente tartessias, comunmente halladas en el Bajo Guadalquivir, en el Alentejo y Algarve, tanto como en Extremadura. Aparecen por toda la Península (aunque de manera menos regular); habiendo sido halladas también un gran número en el área occidental de Castilla y León; existiendo algunas en Aragón (e incluso encontrándose en Zonas de Navarra y hasta en los Pirineos).
Lo que hemos expuesto, repetimos que nos obliga a pensar que el alfasilabaro ibero se trata claramente de un modo de escritura de tipo egeo-fenicio (tal como sus signos demuestran). Alfabeto que recogería obligatoriamente en un principio un idioma muy cercano (o igual) al que hablarían los que lo trajeron: Aquellos pueblos metalurgios arribados a zonas de Tartessos durante el Final del Bronce y el Primer Hierro (desde el siglo XII al VIII a.C.). Gentes que, como hemos dicho, eran herederos directos de los otros que vinieron ya en el 2700 a.C. a explotar las minas de plata y estaño en Almería (e incluso las de cobre de Rio Tinto, cuya iniciación y comercio hecho por pueblos orientales se fecha de estos primeros siglos del III milenio). Originando aquellos, la Cultura de Los Millares. A quienes siguieron otros venidos de lugares cercanos a los anteriores (Anatolia, el Egeo y, sobre todo Creta); llegados a tierras de la actual Andalucía hacia el 1900 a.C., en pleno Imperio Minoico, que crearían la segunda gran cultura pre-ibérica: El Argar. Civilización que "curiosamente" cae o entra en declive, a la vez que se destruye Creta y Chipre, tras el desastre del volcán del Tera (en el 1650 a.C.). Lo que obliga a pensar que muchos de los minoicos, teniendo su tierra arrasada por aquel cataclismo sísmico, hubieron de huir al Este (a nuestras tierras); donde ha de suponerse que comenzaron a asentarse en la Península, aunque ya sin los medios que el Imperio de Minos les daba. De tal manera, la aparición de nuevo, de gentes venidas del Egeo y de las poximidades de Fenicia (esta vez como refugiados) llegados desde el siglo XIV a.C., inicia la etapa del Bajo Bronce, que se destaca por su increible joyería. Aquí y tras la dominación de los metalurgios, creemos que se da una unificación idiomática necesaria en la Península -para llegar a la explotación de todos los yacimientos de mineral-, procedente de lenguas anatólicas o cretochipriotas y cuya única heredera es el vascuence (como rama de una lengua caucásica, hititia, eteocretense o protoindoeuropea del Egeo).
Esta es una "nueva etapa", surgida tras la destrucción del Minoico; que en la Península comienza desde el siglo 1500 a.C. (aproximadamente), donde lógicamente se produce una decadencia, debido a la crisis provocada en todo el Mediterraneo por el volcán que genera la Caida del Imperio Medio en Egipto (invadido hacia el 1650 a.C. por los bárbaros Hicsos, aprovechando el desastre climatológico y sísimico, que hundió las civilizaciones del Este). Hechos que -como venimos explicando- acaban influyendo en nuestras tierras con la decadencia de la Cultura de El Argar. Pese a lo que en Occidente (la Iberia Protohistórica) se siguen desarrollando unas Sociedades -algo más atrasadas-, pero en pleno contacto con el Oeste mediterraneo; tanto que su calidad en joyería es incluso mayor a la existente en épocas anteriores, tanto como en las zonas de donde procedían los recién llegados (solo comparable a la orfebrería coetánea del Egipto antiguo).
Poco después, hacia el siglo XIII a.C.; tras la aparición y difusión de "El Hierro" en el Este mediterraneo, se dan nuevos movimientos y hasta la desaparición de civilizaciones (principalmente en Anatolia y Oriente Medio); destruyéndose el Imperio Hitita y naciendo Fenicia. Todo lo que produce la primera llegada de gentes venidas por "El Hierro" a nuestras tierras; unos, como huidos de los nuevos dueños de este metal, que sobre el siglo XIII a.C. les expulsan del área del Egeo y arribarían a nuestras costas. Otros (entre los que se hallan los púnicos) llegados ya como colonizadores, cien o doscientos años después de los anteriores. De todos estos pueblos venidos por mar, desde Anatolia y el Egeo; o desde Biblos y Ugarit, resurgieron nuevas culturas, que fueron plenamente herederas de las anteriores que se habían asentado ya firmemente en nuestras tierras. Tras ello y en pleno auge de Fenicia, comienza la colonización púnica del Sur Peninsular; que desde el siglo X a.C. funda grandes puertos y ciudades (como Gadir, Malaka o Sexi). De tal manera y poco tiempo después de cuanto hemos ido narrando resumidamente, aparecerán ya los rasgos de los primeros signos escritos turdetanos (iberos del Sur). "Rasgos" que se conforman entre los siglos IX y el VIII a.C. en el alfasilabario meridional (del cual desciende el alfabeto ibero). De lo que para concluir, diremos que como podemos comprender, la historia de esta escritura es completamente ajena al mundo celta y se debe a la llegada hasta nuestras tierras de gentes que vinieron por mar. Unos huyendo de la destrucción del mundo minoico, otros refugiándose ante las invasiones del Hierro (con la caida del mundo Hitita); y los más buscando metales. Aunque sobre todo el alfabeto y la escritura ibera, se debe a los que tras el siglo X a.C. arribaron a nuestras costas feniciochipriotas y gentes del Egeo, Creta y Oriente Medio; asentándose ya en puertos y ciudades, buscando las riquezas de aquella Iberia Prerromana (mítica por sus metales ya desde el siglo VIII a.C., tal como recoge la mitología grecorromana).
SOBRE ESTAS LINEAS:
Foto del increible brazalete de Estremoz en oro de 24 kilates, fechado en el Bajo Bronce (hacia el siglo XIII a.C. y propiedad del Museo Arqueológico Nacional, al que agrademos nos permita divular su imágen). Observemos en esta maravillosa obra de arte, contemporánea o la guerra de Troya; una calidad infinitamente superior a cuanto en Micenas, o en el Norte del Mediterraneo Oriental se estaba creando en esa época. Siendo una pieza solo comparable a las que los orfebres egipcios realizaban. Habiéndose hallado en nuestras tierras infinidad de torques, brazaletes, collares y joyas de esta calidad y tipología; todos pertenecientes a esta etapa del Bajo Bronce. Hemos de pensar que se asentaron en la Península durante estos siglos (del XV al X a.C.), personas cuyo trabajo de oro era excepcionalmente refinado. Solo pudiendo haber sido aprendidas (o importadas) estas técnicas tan depuradas, de orfebres del Oriente Sur Mediterraneo (desde tierras o gentes muy cercanas a Egipto).
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